Era de noche...

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...cuando volvimos a casa en la camioneta de Jason. Sonaba la radio mientras avanzábamos por la carretera y todavía teníamos los trajes de baños puestos. Mi mano se estiraba fuera de la ventana intentando tocar el césped de los campos que por la humedad desprendían un fuerte aroma y la luna gorda reinaba en el firmamento.

—Es luna llena —observé.

—Será bueno para las cosechas —comentó Jason. Extrañamente brillante, presumía un color amarillo y varias nubes la rodeaban, como la luna de los lobos. Estaba repleta de agua y supuse que más tarde llovería—. Tal vez Milena de a luz hoy.

—¿Quién? —pregunté, volviéndolo a ver.

—Tu vecina, la que está embarazada —contestó—. Tiene un estado bastante avanzado...

—Sí, pero todavía le faltan un par de semanas.

—Nadie se salva de la luna llena, o eso dice mi tía. Verás que si no tiene hoy, dará a luz mañana —afirmó con petulancia. 

Meneé la cabeza riendo ante sus ocurrencias.

La luna fértil, le decían. Porque concebía hijos, ayudaba a las cosechas, traía prosperidad a los hogares y, en lo que más se creía, adelantaba el parto. Era un mito de las ancianas que me parecía bastante incoherente, pero en el campo había muchos de esos mitos.

Jason aparcó la camioneta frente a mi casa y yo me coloqué mí blusita y un pantaloncillo corto.

—Parece que no hay nadie —observó Jason. Tenía razón, las luces de la casa estaban apagadas y parecía no haber movimiento.

Me apeé de la camioneta cargando mi bolso y Jason me acompañó a la entrada.

—La pasé muy bien —le dije, deteniéndome antes de subir al porche.

—Me alegro. —Me tomó la mano y la acarició—. Espero verte pronto.

—Lo harás. Veré que tan flexible está Ana y te buscaré. Y sino, me tendré que escapar. 

Jason curvó sus labios hacia arriba y me abrazó. Había esperado que me besara o hiciera alguna broma, pero eso se sintió mucho mejor. Me aferré a su cuerpo, escuchando solo nuestras respiraciones. Y recién unos largos segundos después, nos besamos.

Entré a la casa con ganas de tomarme una ducha fría e irme a la cama. Había pasado dos días maravillosos, pero no estaba acostumbrada a tanta actividad y mucho menos a acampar en el exterior. Mis huesos necesitaban un buen descanso en un cómodo colchón.

Avancé por el hall hacia las escaleras sin molestarme en prender las luces.

—Dime que es un chiste.

Solté el bolso y miré a la sala. Joe estaba sentado en el sillón en medio de la oscuridad.

—¿Estás practicando para una película de terror? Casi muero —le recriminé.

—Estaba viendo la tele cuando escuché una camioneta llegar y supuse que eras tú. Bastante tarde, por cierto —señaló, echándole una mirada al reloj.

—¿Me estabas esperando? ¿Donde están todos los demás? —pregunté, mirando a mi alrededor. Pero además de Joe, la casa estaba vacía.

—Se fueron. ¿Ahora se puede saber qué hacías tú con Jason? —Abrí la boca para contestarle, pero él volvió a hablar—. No podía creerlo cuando Ana me contó que te habías ido de campamento con él, pero lo que acabo de ver es peor.

—Joe yo... —tartamudeé.

—¿Qué me vas a decir? ¿Qué te gusta? ¿Qué es amor? —La forma despectiva y burlona en que lo dijo me hizo sentir ridícula. Tragué saliva y lo observé, sintiendo mis mejillas arder. Podía sentarme a explicarle todo lo que había pasado entre Jason y yo de forma detallada y tranquila, pero por alguna razón supe que no lo entendería. Ante mi silencio, agregó–: Por favor Maggie, dime que no te enamoraste.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now