A las doce en punto...

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... las luces se apagaron, la música se detuvo y le cantamos el feliz cumpleaños a Eveline. Su nana, Marie, y Lisa arrastraron un carro con una torta grande decorada con muchas velas, tres de ellas eran bengalas que echaban chispas hacia todas partes.

Mientras repartían porciones, se llevaron a cabo los saludos y las sesiones de fotos con la cumpleañera. Intenté ser una de las primeras para no tener que esperar a que cada persona acabara de bromear o hacer morisquetas delante de la cámara. Minutos atrás me había encerrado en el baño un buen tiempo para asear mi rostro, calmarme y volver a ponerme la máscara de una adolescente adorable que se encuentra feliz de estar festejando el cumpleaños de su amiga. Me sorprendió lo fácil que me fue sonreír. Tal vez la mirada atenta de Jason a cada rato sobre mí me era de gran incentivo para demostrarle que sus acciones me resbalaban.

Luego fui por una porción de pastel. No era muy fan de los pasteles de cumpleaños, pero ese en especial se veía delicioso. Me senté en unas bancas cerca de la mesa y Violeta, la mamá de Eveline, se acercó a saludarme y comentarme sobre los preparativos. Habían tenido una intensa búsqueda de un buen chef y habían viajado a la ciudad para comprarle a Eveline el bonito vestido que lucía esa noche. Luego se retiró con prisa para guardar el pastel porque notó que sus cuñadas ya estaban hincándole los dientes a otra porción. Y el lugar que dejó vacío, lo ocupó Melanie.

—Este pastel está riquísimo, le voy a pedir a Eveline el dato del lugar donde la hicieron para ordenar uno para mi cumpleaños —me dijo, llevándose un pedacito de fondant a la boca. Estaba segura de que Eveline no le diría donde la habían ordenado, ella quería que todo lo suyo fuera exclusivo, se enervaba mucho cuando veía a otra chica usando una prenda igual a la suya.

Michelle se acercó a nosotras y recordando que para su fiesta de quince le había copiado la idea del vestido perfecto a Eveline, le contesté a Melanie:

—Su mamá me contó que el pastel fue hecha por uno de los mejores pasteleros del país. Es muy difícil de contactarlo porque suele trabajar para muchas celebridades y políticos, pero mencionó que lo consiguió gracias a sus contactos y obvio hizo una excepción para Eveline.

—¿Enserio?

—El pastel estaba rico, pero lo encontré algo empalagoso —masculló Michelle, metiéndose en la conversación.

—A mi me encantó, ¿crees que me den otra porción? —preguntó Melanie.

—¿Estás segura tu de eso? Escuché que ese dulce que lleva engorda una barbaridad —soltó con toda la saña que le fue posible. Melanie abrió los ojos espantada y Michelle aprovechó para tirar más leña al fuego—: tiene una cantidad exorbitante de azúcar que se te irá a la cintura.

La mire con el ceño fruncido. Me pareció un comentario cruel de su parte teniendo en cuenta que Melanie había tenido conflictos personales por sus kilos de más cuando comenzó la secundaria.

—Oh por dios, ¿eso es verdad?

—Ella tiene razón —le dije—, pero eso ocurre si te comes cinco porciones. Una más no hará daño a nadie, además, ¿viste del tamaño que las cortaron? Eso no deja contenta ni a una mosca.

Melanie se relajó un poco y sonrió.

—Tienes razón. Apenas tiene el ancho de mi dedo. Me pediré otra porción más y me aseguraré de que sea igual de pequeña —aclaró, con un gesto de la mano. Se levantó con su plato vacío y se dirigió a la cocina.

Michelle y yo quedamos solas. Incómoda, intente mirar hacia otra parte donde no estuviera su cara. Ella hizo lo mismo.

—Jase —la escuché decir. La miré de reojo. Sacudía su mano en dirección al otro lado de la mesa donde Jason se acercaba. 

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now