El día de la fiesta había llegado...

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(No se que pasó, pero este capítulo va antes que "A las doce", yo lo había publicado pero me aparece en borrador. Si no lo leyeron haganlo porque es anterior, acá Maggie va al cumpleaños de Eveline).

... y estaba atrasada.

¡Maggie, baja un momento!

Apagué el secador de pelo cuando escuché a Anabelle llamarme. Mi cabello era un desastre, pero si dejaba que se secara al natural podría esperar un milenio y con la humedad que había me quedaría como un nido de carancho en la cabeza.

Me calcé las pantuflas y salí de mi habitación. Desde el pasillo podía oírse un estridente llanto. 

—¿Qué tortura medieval estás usando contra esa criatura? —pregunté, al entrar a la cocina con las manos cubriendo mis oídos.

—Mabel me advirtió que tenía que tomar su siesta sin falta pero no conseguí hacer que durmiera y ahora está histérico —explicó Ana, meciendo a un pequeño bebé gordo en mameluco que abría la boca expulsando en sollozos las palabras que no podía pronunciar.

Frunciendo mi cara ante los chillidos que esa criatura soltaba, tomé un durazno del cuenco de frutas sobre la mesa y le di un mordisco.

—Va a explotar y mis tímpanos también si no se calma. —Observé su rostro colorado y contraído, su llanto había bajado la densidad puesto que estaba atento viéndome a mí.

—Debe extrañar, es la primera vez que está lejos de la mamá. Hazme un favor y sostenlo mientras le pongo a calentar la leche.

—Debo arreglarme —me excusé rápido, mientras esquivaba al bebé que Anabelle intentaba dejar en mis brazos—. Llegaré tarde.

—Será solo un minuto. —Lo rodeé con ambos brazos como si fuera algo muy delicado. Anabelle me observó con la cabeza ladeada y rió—. Pareces una pequeña niña con su muñeco. Unos meses más y te pasará —bromeó.

Le lancé una mirada fulminante y tomé asiento en una silla para poder cargarlo mejor. Tomás comenzaba a moverse inquieto.

—¿Comen durazno los bebés?

—Por las dudas no le des nada, Mabel está siguiendo una dieta orgánica y natural, o algo así —contestó con expresión confusa—. Espero que no vengan a buscarlo muy tarde, mañana tengo que hacer trámites.

—No entiendo porqué aceptaste cuidarlo, se lo podrían haber dejado a Férida.

—Férida está grande, ya no tiene paciencia con los niños. Lo iban a dejar al cuidado de los suegros de Harold, pero están de viaje —me respondió, mientras ponía a calentar leche en una casuela—. Además, me da gusto que confíe en mí para cuidarlo, por lo menos no se lo dejó a Miriam, esa mujer siempre me lanza comentarios irónicos sobre que yo no se lo difícil que es la maternidad por no tener hijos. Como si tu jamás hubieses sido niña —masculló molesta—. Además, el pobre de Tomás no hubiera soportado sus estúpidos métodos militares de crianza. Aunque no la juzgo, teniendo cinco hijos debe ser la mejor alternativa.

Tomás se llevo mi dedo a su boca. Sus perlitas filosas que pronto serían fuertes dientes hincaron mi piel y chillé de dolor.

—¡Me mordió!

—Muerde todo porque le están saliendo los dientes —lo justificó Anabelle. Corté un trozo de durazno y reemplacé mi dedo, dejando que clavara sus encías babosas en él—: ¿Estás más animada?

—¿Qué? —pregunté, saliendo de mi distracción.

—No te veías muy entusiasmada por ir al cumpleaños de Eveline, ni siquiera quisiste ir a comprar algo lindo para ponerte hoy.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now