Caos...

798 124 15
                                    

Así estaba mi casa. Papá no me dejaba salir a ningún lado. Con Ana apenas se hablaba y las pocas veces que lo hacían se contestaban de mala manera. Para mal de peor, Joe vino a pasar unos días con nosotros porque se había peleado con la novia de su papá, quién —según sus palabras— había acaparado su casa. Así que ocupó la habitación que solía ser el estudio de Anabelle. Como quedaba junto a mi habitación me sentía bastante invadida, los dos primeros días lo soporté, pero al tercero tenía suficiente: usaba todas las toallas, se gastaba el agua caliente, se comía mis galletas, guardaba las botellas de leche vacías en la heladera, cuando no estaba ocupando la línea del teléfono, interfería mis llamadas para pedirme que colgara y se adueñaba del televisor. ¡Era como el molesto hermano que no tenía!

Esa mañana bajé las escaleras afectada por el fuerte sonido de la música que no me dejaba dormir y encontré a Joe jugando videojuegos en la sala. Estaba tirado en el sofá con la misma ropa de dormir que los días anteriores, en la mesa se apreciaba un cementerio de envolturas de frituras.

—¿Qué haces? —inquirí, parándome frente al televisor con los brazos cruzados.

—Córrete y tráeme algo de beber —dijo, haciéndose a un lado para ver la pantalla mientras maniobraba una técnica complicada con los controles.

—No soy tu sirvienta. Son las diez de la mañana, ¿puedes bajar el volumen de eso?

—Son las diez de la mañana, deja de dormir y has algo productivo —replicó.

—Lo dices tu que lo único que haces es jugar con la consola.

—Y tu nunca sales de tu habitación. No me puedes echar en cara nada —espetó, maldiciendo por algo que le había salido mal en el juego.

—¡Es que a mí no me dejan salir! —chillé, molesta.

—Algo habrás hecho.

—Buen día —canturreó Ana, entrando a la casa con bolsas de compras.

—Maggie está molestando —me acusó el muy perro.

—¡No es cierto! Él debe haber despertado a todos los vecinos con ese ruido espantoso. Solo un rarito se despierta a las diez de la mañana para jugar videojuegos. Y de todas formas, ¿de donde sacaste esa consola?

—Sí, como si hubiera dormido —bufó, pausando el juego. Ana no nos prestó atención y se dirigió a la cocina. Joe se levantó y estiró sus brazos—. La traje de mi casa. Tengo un montón de juegos, pensaba vender la mayoría para hacerme algunos pesos.

Cuando miré la caja que señalaba, también reparé en su gran bolso con ropa y otra caja mas con pertenencias. Abrí la boca sin poder creerlo y me di la vuelta, enfilando hacia la cocina en busca de Ana.

Apoyé con brusquedad las manos en el desayunadero, reflejando lo molesta que me encontraba. Ella guardó una lata de atún en la alacena y se limitó a mirarme con calma, intuyendo lo que ocurría.

—Dime que no se quedara aquí mas tiempo.

—No lo sé, parece que sí.

—¿Por qué? Trajo todas sus cosas, o las pocas porquerías que tiene. Cuando no esta ocupando la sala usando el televisor, escucha música a todo volumen en tu estudio y las paredes no son muy anchas, Ana. Es molesto.

—Tal vez tu debas poner música mas fuerte —propuso como si esa fuera una buena solución.

—¡No quiero más ruido! Quiero silencio. Quiero que no ocupe todos los rincones de la casa. ¿Por qué no puede volver a su casa?

—¿Desde cuando no lo quieres aquí? —preguntó con el ceño fruncido, sin poder ver mi dilema.

—Me gusta tenerlo aquí, pero no todos los días a cada hora.

El chico equivocado© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora