Era viernes, último día de la semana

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... y de las clases antes de comenzar nuestras ansiadas vacaciones, pero sobretodo era el día anterior al viaje. El micro saldría a primera hora de la mañana del sábado, por lo que debía apresurarme con los últimos arreglos. Camila había insistido en que fuéramos a la fiesta de Malcoy porque al parecer irían todos, pero yo desistí, no tenía ánimos y debía hacer muchas cosas.

Esa primer hora de la mañana la tenía libre puesto que la clase de taller la habían pasado para el jueves, así los que participaran en el embalse podían terminar de resolver cualquier cosa pendiente, en especial quienes integrábamos el Centro.

—Estoy emocionada por... ¡Achiiis! —Camila se vio interrumpida por un gran estornudo. Bueno, "gran" para lo que se refería un estornudo de ella, pues parecía un pequeño conejito congestionado por el polen de las flores.

—No te ofendas, pero no te ves muy bien —le dije, arrugando la nariz.

Su nariz de botón estaba rosada y sus mejillas habían perdido color.

—Debe ser alergia, ya sabes que nunca puedo estar en paz.

—¿En pleno invierno?

—Sí, esas cositas que caen de los árboles me hacen muy mal —agregó, moviendo la cabeza con énfasis.

Nos encontrábamos sentadas en las escaleras. Camila había salido de su clase con el pretexto de necesitar ir al baño, pero en realidad se dirigía a la cafetería a comerse un bocadillo y en el camino se había topado conmigo.

—Deberías volver. —opiné, entregándole su tarea de quimica tras revisarla y darle mi visto bueno.

—Tranquila, le diré a la profesora que tengo diarrea -contestó, encogiéndose de hombros.

Contuve una carcajada.

—Eres increíble. Podrías usar otra excusa, como que tienes el período y decides usar la más asquerosa.

—¡No, que vergüenza! —respondió, abriendo la boca como si acabara de soltar una guarrada. Iba a reír, cuando sus manos se cerraron entorno a mi pobre brazo con fuerza—. ¡Ay no! Ahí viene Nick, me estuvo persiguiendo toda la mañana. Mira para otro lado y hazte la disimulada.

Pero era tarde. Ya había visto a Nick y él a mí. Camila le dio la espalda, pretendiendo ser ajena a su presencia. A Nick se le formó una sonrisa que relacioné a la de un lobo feroz y ralentizó su caminar.

—Vete, no te va a seguir —le murmuré a Camila por lo bajo, mientras ella continuaba haciéndose la despistada.

—Me quiero quedar un rato más contigo —lloriqueó.

Nick ya estaba detrás de ella.

—¡CAMILA! —pronunció con un canturreo, cual poeta del siglo XV-. ¿Existe un nombre más precioso?

—Sí, muchos —dijo ella, mirándolo con recelo—. Puedo hacerte una lista si quieres.

—¿Sabías que hubo una chica que se llamaba Camila a finales del siglo pasado, que se enamoró de un joven cura? ¿O era aprendiz? No recuerdo... Una historia tan romántica como dramática, ambos lucharon para estar juntos... —relató, poniendo una expresión de ensueño.

Yo lo miraba con una ceja arqueada, dándole a entender que no tenía un pelo de tonta. Pero Camila, que era un poco más ingenua, se había quedado enganchada en su cuento y preguntó:

—¿Enserio? ¿Y qué ocurrió? 

Él la miró haciéndose el que había quedado enfrascado en sus recuerdos por unos segundos y volvió a sonreír.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now