Nubes espumosas...

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... era el nombre de la cafetería en la que nos encontraríamos con Jason; era ridículo, pero representaba a la perfección a la señora Pulldman, la dueña de aquel lugar, que estaba conformado por un estilo anticuado y al mismo tiempo adorable que parecía haberse quedado en el año cincuenta y cinco donde las faldas largas abundaban y los chicos imitaban a James Dean parados junto a la rocola tratando de llamar la atención.

No me agradaba la idea de hacer el trabajo de la clase de audiovisuales en un sitio cerca de la escuela donde podía aparecer cualquiera. Pero luego me dije que no había nada de malo que nos vieran, aunque era fastidioso tener ojos curiosos alrededor que pudieran sacar conclusiones erróneas de un simple encuentro, tenía que tomármelo con tilo y hacer lo que tenía que hacer.

Divisé a Jason a través de las ventanas. Estaba en uno de los asientos dobles, cerca del medio, con su brazo extendido por encima del respaldo en una posición cómoda. A su lado en la pared se apreciaban dos cuadros, uno de The Beatles y otro de John Lennon, éste último estaba enmarcado por un curioso marco con forma de vinilo, tenía pequeños rayones imperceptibles a simple vista, pero más que evidentes para un ojo acostumbrado a observarlos. Lo sabía porque había ido cientos de veces a ese café. 

Solté un suspiro y abrí la puerta, haciendo sonar la campanilla. El lugar se encontraba vacío, la hora pico había pasado y todos los estudiantes de la escuela secundaria habían regresado a sus casa. En un primer momento habíamos quedado en ir tras salir de la escuela, pero Jason tenía entrenamiento y a mí me fue cómodo aceptar un horario en el que hubiera menos posibilidades de encontrarnos a alguien conocido.

Me acerqué a la mesa. Jugaba distraído con una servilleta, doblándola y dándole forma.

—Hola —lo saludé, cuando posó sus ojos en mí. Me acomodé en el asiento mullido frente a él y me regaló una sonrisa entusiasmada.

—¿Cómo estás tanto tiempo? —bromeó, haciéndola una señal a la camarera para que se aproxime a tomar nuestra orden.

—Te cambiaste —observé. Había reemplazado su camiseta por una camisa y tenía una campera marrón de corderoy con los botones abiertos. Parecía estar un poco desabrigado, pero él nunca tenía frío.

—Cuando salí del natatorio me quedaba algo de tiempo y pasé por casa —contestó, quitándole importancia. Agradecí haberme cambiado también y no quedar fuera de lugar con las calzas y la sudadera que había vestido en la escuela.

—Hola chicos, ¿qué desean? —nos preguntó la camarera, aproximándose con dos cartas para mostrarnos los menús. Lucía con muchos ánimos a pesar de estar respondiendo a la demanda de un aciano que no paraba de quejarse por su café frío y el encargado que le gritaba a todos los empleados en la cocina.

—¿Algo caliente o frío? —le consulté a Jason. Nunca me decidía que ordenar hasta que el otro lo hacía. No me agradaba pedir algo demasiado abundante y que mi acompañante terminara ordenando un pequeño bocado, o un simple jugo, algo que solía pasarme mucho con Eveline.

—Está fresco afuera, prefiero algo caliente. ¿Qué tal merienda grande? —propuso por su parte, con una sonrisa ladeada que me transportó a viejos tiempos y asentí de acuerdo, agarrando el servilletero para distraerme con las promociones pegadas detrás.

—Perfecto, entonces traigo la merienda americana completa que es para pareja ¿les parece?

¿Pareja?

Miré a Jason con el cerebro en pausa y él se apresuró a responder por ambos.

—Esa es perfecta.

—¿Y las infusiones cuáles serán? —preguntó la camarera, anotando todo en una pequeña libreta anillada con pegatinas de corazón.

—Una cocoa con mucha crema y canela, y un submarino con dos barras de chocolate. Perdón, que sean tres. Vamos a necesitar azúcar hoy.

El chico equivocado© [COMPLETA]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon