Le propuse...

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... sacar los tickets para la película, pero me contestó que ya los había reservado. No me aclaró qué película iríamos a ver, así que esperé que estuviera buena. Para matar el tiempo me invitó a tomar algo. Elegimos un café muy popular que hacía unos batidos deliciosos. Dylan ordenó lo suyo sin siquiera mirar la carta. En cambio yo, que nunca iba allí, estuve un rato decidiendo sobre los extraños nombres con los mil ingredientes detallados en inglés.

—Pide lo que quieras, yo invito.

—Lo mismo que tú —opté por elegir.

—¿Enserio? Mira que tiene jengibre —aclaró y eso me hizo dudar. La chica que nos atendió notó mi confusión y me recomendó algunos que podían gustarme. Elegí uno de vainilla con café, crema y chocolate. Nos preguntó nuestros nombres y nos hicimos a un lado para dejar pasar al siguiente—. ¿Nunca viniste aquí? —me preguntó Dylan como si fuera lo más extraño del mundo.

—Pocas veces —mentí avergonzada. No me gustaba quedar siempre como la que estaba fuera de onda, pero es que esos precios eran exorbitantes; un muffin de chocolate y un simple café con nombre exótico no valían la pena si por la misma cantidad de dinero podía obtener una hamburguesa con papas en otro sitio.

Una vez con los batidos en mano nos sentamos en una de las mesas del interior para disfrutar el aire acondicionado. Quería pasarla bien y recordé las palabras de Eveline sobre lo cerrada que era a veces con las personas, así que intenté una vez más entablar conversación y le pregunté por la película que veríamos. Al parecer era la tercer entrega de una saga de ciencia ficción que jamás había visto. Aunque el saber que debía conocer las otras películas me aburría de antemano, agradecí que se tomara el trabajo de explicarme el argumento.

El cambio de tema fue imperceptible y cuando quise darme cuenta me estaba contando anécdotas de él con sus amigos: viajes, fiestas en la piscina, momentos geniales y la gran fiesta que había dado Mateo en su casa después de la fogata. Habló más él que yo, aunque tampoco sabia qué decir, mi vida no era ni la mitad de interesante que la suya.

Finalmente fue la hora de la función. Me dijo que antes de entrar prefería dejar la camioneta guardada en el aparcamiento interior por si llovía. De inmediato miré al cielo de un fuerte azul marino y sin ninguna nube a la vista.

Como el clima podía ser muy cambiante, acepté su propuesta y volvimos al carro para trasladarlo. Por suerte atrapamos un auto yéndose y rápidamente ocupamos el sitio.

A pesar de algunos contras y lo evidente que era nuestra falta de intereses en común, continuaba positiva con esa cita. Tenia que darle la razón en algo a Eveline y es que yo podía ser algo reservada, por lo que estaba poniendo todo de mí para que eso saliera bien. Hasta el momento, la salida con Dylan no había demostrado ser la mejor, pero nada podía salir mal viendo una película y yo adoraba ir al cine, aunque solo fuera para ver un cliché de bajo presupuesto.

Cuando acomodó la camioneta en el sector, apagó el motor y todo quedó en silencio.

—Estamos en el veintitrés –observé con una sonrisa y ante su mirada confusa, agregué—: Es mi número favorito. —Él asintió sin terminar de comprender el hecho de que a mis diecisiete años continuara teniendo un número favorito, pero poco me importó—. Entonces, ¿nos vamos? Debemos apresurarnos para comprar pochoclos y ver los adelantos —dije al ver que no se movía.

—Tranquila, tenemos tiempo —contestó con un tono particularmente bajo.

Asentí con la cabeza sin comprender bien porqué debíamos quedarnos allí. Él no se movía y me estaba impacientando. Junté mis manos en mi regazo y miré los detalles de la camioneta.

El chico equivocado© [COMPLETA]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ