Las semanas...

838 110 13
                                    

... pasaron y yo intenté aferrarme a lo único que debía importarme en ese momento: los estudios. Había logrado subir mis notas gracias a unas intensas jornadas de estudio a las que me sometía cada día después de clases y en el tiempo restante me disponía a hacer todos los deberes. Pensarán que era un infierno, pero la verdad me servía para distraerme, de otra forma me ponía a pensar en cosas que me disgustaban.

Cuando había rachas de respiro y los profesores no dejaban nada, mataba el tiempo ayudando a Ana en la huerta mientras ella trabajaba, o también le daba de comer a Dolores. Tal vez suene patético, pero prefería estar en compañía de una oveja antes que salir con amigos.

A Eveline casi no la veía, me había insistido algunas veces para que saliéramos, pero sabía que lo que en realidad quería era que pasara tiempo con su nuevo novio y eso no iba a suceder.

Eveline y Jason estaban siempre juntos, se habían convertido en la pareja favorita del año. A todos les parecía muy tierno que hubieran encontrado el amor en el otro y de la noche a la mañana Jason había escalado de nivel. Si hubiéramos tenido uno de esos tontos bailes de las escuelas norteamericanas seguro hubieran sido los candidatos perfectos para rey y reina.

Ah, en cuanto a él y yo... Apenas nos cruzábamos, si me veía salía disparando y en el taller optativo se sentaba en la otra esquina, totalmente alejado de mí y así lo prefería, no quería saber nada con él. Era un compañero más con el que elegía no tener relación y punto.

—¿Quieres probar el que trae barras de chocolate? —preguntó Joe mirando la carta. 

Lo miré con desgana.

—No son para comer.

—¿Cómo que no?

—Se sumergen en la leche chocolatada caliente y se derriten. Es como un súper submarino, solo que más chocolatoso y además tiene crema. Es el especial de la casa —expliqué.

—Odio la crema. ¿Por qué inventan cosas? La gente no sabe comer. —Cerró la carta y la dejó a un costado de la mesa—. Que sea un café con leche con jugo de naranja, seis medialunas grandes y una porción de tostadas con lo que sea para untar. ¿Tú que quieres?

Lo miré con una ceja arqueada. Había pensado que todo eso lo compartiríamos, en especial la porción de tostadas porque era bastante grande.

—Lo mismo sin las medialunas —elegí finalmente. Joe asintió y levantó la mano para llamar al mozo.

—En cuanto me vea le haré señas para que se acerque. Sólo debo mostrarme y... él... me verá... —Frustrado dejó caer la mano cuando el mozo se dirigió a otra mesa que llamaba su atención con más entusiasmo—. Nunca me siento tan humillado como cuando me ocurre esto. Iré a pedirlo a la barra —avisó, levantándose de la mesa.

Aburrida, me puse a observar las distintas fotografías antiguas que colgaban de la pared. Joe había estado en el campo toda la mañana, me daba pena que apenas le dieran descanso trabajando tantas horas por la semana, a veces yéndose después de esconderse el sol. Como era sábado se me ocurrió que podíamos salir.

Estiré la cabeza intentando ver a Joe al otro la de la cafetería, pero nuestra mesa estaba tan alejada de la barra que no lo conseguí. La habíamos elegido lo más apartada posible del gentío a propósito, el lugar no era muy espacioso y teníamos que andar corriendo las sillas para que los mozos pudieran pasar con las bandejas por encima de nuestras cabezas. De no tener los mejores postres y cafés, nadie se molestaría en ir.

Le puerta se abrió y hubo un revuelo de gente saliendo y entrando. Me pregunté dónde demonios se sentarían, ya que no había mesas libres.

De pronto todo mi cuerpo se tensó al distinguir a dos cabezas. No pude ver sus rostros pero estaba cien por ciento segura de que se trataba de Eveline y Jason. Desesperada, revoleé mis ojos en busca de Joe.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now