-¿Cómo me veo?...

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... le pregunté a Joe, deteniéndome en el primer escalón de las escaleras. El tul que cubría la parte baja de mi vestido se enredaba a pesar de las costuras que le había hecho Ana.

Aún así seguía siendo precioso, pero sentía que era demasiado para mí, como si el asombroso vestido de Eveline estuviera hecho solamente para ella y no para mí.

Joe levantó la cámara de fotos colgada a su cuello, apuntó y sacó. Lo miré con mala cara.

—Todavía no estaba lista.

—Esta es la cara que quiero ver. La expresión de la desdicha, una adolescente atravesando las típicas etapas de la juventud que la hacen sufrir y sentir un vacío interno que intentará llenar con fiestas y alcohol y una vida repleta de consumismos pero al final del día nada la satisfacerá. Y cuando se de cuenta de eso, significará que maduró —expresó, alzando la mano con un gesto de reflexión.

—Yo solo soy una simple chica sufriendo porque tiene que asistir a ese estúpido evento lleno de gente estúpida... Estúpido tul —mascullé , desenredando la tela que se enganchaba al brazalete de mi muñeca.

—Maggie, no hables así —me reprochó Ana apareciendo por detrás. Ella sí se veía linda, había estado preparando su vestuario con tiempo y ahora lucía un hermoso vestido largo color azul marino y un recogido que le había hecho Milena.

En cambio yo hasta el último momento no tenía intención de ir, por ende Ana me había tenido que ajustar el vestido de Eveline unos días antes y llevaba unos zapatos a juego que solo llegué a usar una sola vez en la vida. Por suerte mi cabello también lo había peinado Milena y estaba medio recogido con mis bucles bien formados cayendo libres.

—Dejen que les haga una foto juntas —dijo Joe. 

Estaba molestando con las fotos desde que nos habíamos levantado, sin ir más lejos porque en realidad no había soltado la cámara desde que Anabelle la había llevado al festival. Ana se puso junto a mí y me abrazó por los hombros. Ambas sonreímos y Joe contó hasta tres, disparando el flash que fue directo a mis pobres ojos. El teléfono sonó y Ana corrió a contestar.

—Era Betty. Hubo un problema con la iluminación, debo ir ahora —dijo con preocupación al volver.

—Pero faltan dos horas —contesté—. Además papá todavía no regresa y él tiene la camioneta. 

—Debo ir a ayudarlas, de todas formas nosotras íbamos a estar antes.

—¿Y cómo vamos?

—¿El auto no funciona? —consultó Joe. 

—Lorenzo volvió a llevarlo al taller, luego del accidente que gracias a Dios no fue tan grave, lo obligué a mandarlo a revisar.

—Yo tengo que pasar por casa de papá para recoger algunas cosas antes de irme. Si quieren las llevo —propuso.

—Sí, es una gran idea. Gracias Joe —dijo Ana, relajada.

Pero yo no quería irme todavía. Primero, porque no tenía ganas de estar dos horas antes con todas esas viejas insoportables. Y segundo, porque esperaba la llamada de Alexia que me había prometido hacerme antes de partir con su padre al colegio. En teoría, ella comenzaba las clases el lunes, pero estaría un día antes para acomodarse tranquila.

—Vayan ustedes, yo mejor espero a que papá traiga la camioneta y voy en ella —sugerí.

—¿Estás segura?—preguntó Ana, poco convencida.

—Sí, estaré bien. —Le sonreí para tranquilizarla y sacudiendo las manos los apremié a salir de la casa. Antes de cruzar la puerta, Joe se giró hacia mí y me tomó otra foto, agarrándome desprevenida. Cerré la puerta en su cara, escuchando su risa del otro lado. 

El chico equivocado© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora