-Cuéntame...

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Giré la cabeza para mirar a Jason a mi lado. El sol entraba por la ventanilla del auto iluminando los pigmentos caoba de su cabello y adormeciendo sus ojos. Si en ese instante hubiera tenido una cámara de fotos no habría dudado ni dos segundos en retratar esa imagen.

—¿Qué quieres que te cuente? —le pregunté.

—Lo que quieras. Solo háblame de ti. 

Nos encontrábamos en el auto de Ana que me prestó para salir, detenidos sobre la colina con una gran vista delante. Habíamos decidido parar un momento allí luego de salir de la galería.

—Tengo un empleo. —No sé porque me salió contarle eso, no era para nada emocionante. Él acababa de contarme una anécdota muy divertida sobre un viaje a la ciudad con Pablo y yo le estaba hablando de trabajo.

—¿En serio? Oye, eso es genial.

—Sí, más o menos.

—¿Y dónde es? ¿Ya empezaste? —preguntó muy interesado.

—Pues, en el vivero donde trabaja Ana. Empezaré la semana próxima. Es temporal, solo cubro a alguien durante las vacaciones —añadí, restándole importancia, pero en el fondo yo también estaba entusiasmada.

—Temporal o no es mejor a terminar en los locales de comida rápida. Seguro ganarás más. ¡Tendrás tu propio dinero y podrás gastarlo en lo que quieras! —exclamó como si le estuviera ocurriendo a él.

Me reí.

—Sí, es cierto. Tu también tienes tú propio dinero.

—No es lo mismo. Yo trabajo para mi madre. Si necesito dinero de más me lo da. Y si necesitamos algo en la casa y ella no tiene lo pongo yo. Es lo mismo tanto si trabajara como si no.

—Entonces, ¿Por qué lo haces?

—Para ayudarla. Además, antes cuando llevaba los pedidos ganaba buenas propinas que luego me gastaba en el arcade. —Eso me dio gracia, no imaginaba a Jason viciado por los videojuegos—. También es bueno para mi currículum. No sé si en otro lado me servirá de algo saber de agricultura sin un título, pero supongo que es mejor que no haber hecho nada jamás.

—Jason... ¿Nunca más viste a tu papá? —se me ocurrió preguntar de pronto. Fue algo estúpido de mi parte puesto que Jason se mantuvo en silencio por un buen rato y con mucha razón, se trataba de algo muy personal.

—No —respondió, finalmente—. La última vez que lo vi era pequeño, mis padres se estaba divorciando y él viajó trescientos kilómetros solo para exigirle a mi mamá el auto. Ni siquiera se molestó en verme a mí. En ese entonces el auto era lo único que teníamos y mi mamá pensaba ponerlo a trabajar. Pero los abogados la obligaron a venderlo y quedarse cada uno con la mitad. —Se rió con pena—. Nos quedó una miseria.

—Bueno, hablando legalmente supongo que fue lo justo. Si lo compraron entre los dos...

—Habían pasado dos años desde que se separaron y en ningún momento reclamó su parte. Mi mamá no había llevado a cabo el divorcio porque le parecía un trámite innecesario que solo nos dejaría arruinados, no teníamos como pagarle a los abogados. Pero al poco tiempo de llegar aquí puso a trabajar el auto en la remisería y le pareció que debía acabar de una buena vez con esa etapa. Estábamos mejorando. Ella lo llamó antes para comunicarle y que todo fuera en buenos términos. Pero él se molestó y quiso sacarle todo, no teníamos mucho, solo ese estúpido auto. Mientras él ya estaba viviendo con alguien en una nueva casa, esperando un hijo y con un bonito coche. Es abogado. Créeme, lo que obtuvo del auto fue un vuelto para él.

No sabía que acotar. Ya me había quedado más que claro que su padre era un patán y él no tenía intención alguna de volver a verlo.

—Lo lamento —dije sin saber qué decir—. Entonces, ¿tienes un hermano?

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now