Empezar el verano...

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... no fue como lo imaginaba. La partida de Camila había sido muy triste, nunca había tenido que despedirme de nadie. Anabelle intentó levantarme el ánimo consiguiéndome un empleo en el vivero donde ella trabajaba, mientras que Rosalinda me repetía todo el tiempo que no fuera tan dramática porque su mudanza no significaba que no volviéramos a vernos.

Pero yo no estaba tan segura, porque así empiezan a desmembrarse las relaciones: tus amistades se van lejos y continúan su vida, quedan en hablarse por teléfono y viajar para verse, pero aparecen responsabilidades que cumplir, de pronto es mas interesante ir a la fiesta de cumpleaños de esa nueva amiga que acabas de conocer en tu nuevo vecindario que ir a ver a tus viejos amigos con los que no conversas hace un largo tiempo. Y no esta mal, porque así es la vida, y al fin y al cabo nosotros somos los culpables de que esto suceda.

—¿Crees que está bien? ¿No debería haber elegido el primero? —me preguntó Julián caminando a mi lado.

—Es la quinta vez que lo preguntas. Si estas tan inseguro, volvemos y lo cambias —respondí cansada. Hacía un rato habíamos salido de la sastrería donde estuvo una hora entera decidiéndose entre dos trajes y todavía continuaba inseguro.

—No, me quedo con este.

Caminábamos por la galería matando un poco el tiempo antes de que Anabelle viniera por mi al salir del trabajo. Estábamos desde el mediodía y apenas había tomado un batido fresco.

—Me ruge la panza —comenté, llevándome la mano a la barriga.

—¿Quieres comer algo? Aunque a mi no me queda más dinero.

—A mi tampoco —respondí, frustrada.

Caminamos otros minutos mas en silencio sin destino. Yo lo seguía a él y supuse que él me estaba siguiendo a mí.

—¿Vamos al arcade? —propuso, aburrido. No eran lo mío los videojuegos, pero de vez en cuando me gustaba jugar al tejo o perder en las carreras. Sin embargo, esa tarde no estaba de humor.

—No.

—Ya quita esa cara, son vacaciones.

—No tengo ninguna cara.

Llegamos al final de la galería y nos detuvimos en la otra salida. Fuera había un pequeño patio de comida. Cerca del de panchos se encontraba Fred con sus amigos, al parecer estaban atormentando al pobre mesero, quien era un poco mas chico que ellos e iba a la escuela con nosotros.

—Uno quiere vacaciones y se sigue encontrando con los mismos idiotas de siempre —masculló Julián.

—Mejor volvamos —propuse, dando la vuelta.

Emprendimos el mismo camino por donde vinimos, cuando escuché a alguien gritar mi nombre. Me di la vuelta y vi a una chica morocha y muy pacata corriendo hacia mí tratando de no tropezarse con todas las bolsas que cargaba.

—¿Alexia? —inquirí, arrugado la frente.

Llegó a mí deteniéndose con una brusca frenada que de no ser por mis brazos se habría ido de bruces.

—Te vi desde la otra calle, casi me atropellan por venir corriendo —soltó, agitada, dándome un inesperado abrazo—. No puedo creer que te encuentro. ¡Cuanta casualidad!

—La verdad que sí. ¿Qué haces por aquí?

—Acabé las clases y vine a visitar a los chicos. Me quedaré esta semana en lo de una amiga porque mi papá se fue de viaje y odio estar sola en casa. ¿Tu también ya estás de vacaciones?

El chico equivocado© [COMPLETA]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu