Para que papá me dejara salir...

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... el jueves tuve que ser una prisionera todos los días previos. Claro que tampoco me dirigía la palabra, por lo que Ana había tenido que conversar con él. No supe si se opuso, o si pelearon, solo me informó que podía ir siempre y cuando el resto de los días me comportara como una ejemplar samaritana y eso fui, además de presentarle a todo el grupo. A Jason ya lo conocía y fue un gran aliciente para que me dejara ir puesto que le parecía un encanto y Alexia y Pablo fueron de gran ayuda con su sorprendente carisma que yo no había llegado a conocer.

—Tu mamá es un encanto —me dijo Alexia cuando subimos a su camioneta. Sonreí agradecida a tiempo en que Jason le aclaró su confusión.

—No es su mamá.

—Ah ¿no? Perdón —me miró confundida y un poco apenada.

—Está bien, es como si lo fuera. Es la esposa de mi papá.

—Nunca creí que eso fuera posible, todas las novias que tuvo mi papá fueron unas infelices que me odiaban y yo a ellas —contesto, encendiendo el motor.

Yo iba a su lado adelante y los chicos iban detrás. La camioneta de Alexia era lo suficientemente enorme como para que entráramos todos. Ahora sabía que era una tontería el lío que habían hecho en navidad para dividirnos en los vehículos, pero luego pensé que como ahora nos dirigíamos al bosque era distinto. Jason, Rubén y Tyler podían ir en los asientos traseros y Pablo, Robertito y Zack iban en la batea. La ausencia de Belén no me sorprendió, imaginaba que ella no era una chica de campamento.

—En cuanto crucemos el puente empiecen a guiarme porque no tengo idea hacia dónde vamos —dijo Alexia.

—Sigue el camino marcado hasta que se abra —indicó Jason.

—No, que doble a la derecha para las grutas —intervino Pablo, tocando unas notas en la guitarra que trajo consigo.

—No tomaremos un atajo, se va a perder —dijo Jason.

—Para eso estamos nosotros que conocemos el camino.

—Sí, pero no está señalizado, si nos descuidamos podríamos perdernos.

—El camino es un desastre, pero hagan lo que quieran —farfulló dejando la guitarra y recostándose para dormir.

—Si agarramos el camino podríamos doblar antes de que se abra, hay un pequeño sendero que usan los cuatriciclos, es bastante ancho así que no habrá problema de pasar. Yo te aviso —le dije a Alexia tranquilizándola, comenzaba a ponerse nerviosa de ser la encargada de llevarnos a todos.

—Confiaré en ti, si me pierdo no me molestaré tanto contigo que como con ellos —contestó, conduciendo con confianza.

Me pidió que eligiera un casete y pusiera música. Puse algo que podíamos disfrutar todos y nos entretuvimos conversando gran parte del camino. Hacía un calor del infierno, pero era bueno porque pronto llegaríamos al lago y podríamos darnos un buen chapuzón. Cuando llegó el momento le indiqué por donde debía doblar y nos metimos por el sendero. No lo conocían muchas personas porque lo usaban los niños adinerados para escabullirse con sus cuatriciclos y motocicletas a lo profundo del bosque y hacer lo que no debían. Tal vez Jason lo conocía, era un lugar habitual en los amigos de Eveline, pero no hizo ningún comentario.

Le indiqué que se desviara antes de que la maleza espesa nos devorara y volvimos al camino que todos conocíamos. Unos quince minutos después habíamos llegado al lago. La idea era cruzarlo, pero no podíamos llevar la camioneta, por lo que descargamos las cosas y cruzamos el estrecho puente de tablas a pie.

—¿Si me caigo qué pasa? —preguntó Alexia viendo con temor hacia abajo. No era tan alto, más distancia había en los trampolines de la piscina del club.

El chico equivocado© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora