Después...

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... de lo que había pasado en la fiesta en casa de Giselle, no me fue muy difícil no pensar en lo sucedido. Eveline faltó unos días debido a dos extracciones de muela que le habían hecho, y a Jason apenas me lo topaba al entrar a clases. Supe que estaba viniendo a la escuela con Charlie, lo cual me dejó un poco sorprendida, no podía creer que tuviera la amabilidad de madrugar para ir por su amigo. Al parecer no era tan idiota como creía.

Otra cosa que me sorprendió fue que Jason cada mañana pasaba casualmente cerca de mi casillero
y se detenía un momento a saludarme. Eso era nuevo, nunca lo había hecho.

Imaginé que estaba intentando ser amable. Jason no era la clase de persona que le importara poco terminar mal con alguien. Era difícil que le cayera mal a las personas y es probable que no soportara la idea de que yo estuviera enfadada con él.

Como sea, yo había dejado los rencores atrás hacía rato. Tampoco es que hubiera pensado mucho en ello. No por lo menos hasta ahora.

Como si no tuviera suficiente con la paja mental que tenía hasta ese momento, la cosa se agravó cuando empezaron los talleres optativos.

Ese año me había inscripto en la clase de Creación Audiovisual. No porque sintiera que fuera mi gran vocación, los talleres me interesaban lo justo como para sumar puntos en mi aptitud académica, pero dentro de las opciones que quedaban era de lo mejorcito. El único en el que tal vez habría querido participar era en el taller de Arte, pero como ocurría cada año el cupo había llegado a su límite los primeros días.

Antes de entrar a la clase ni siquiera sabía que Jason también se había inscripto, si lo hubiera sabido seguro me hubieran temblado las patas, o sencillamente me habría cambiado al taller de esgrima, cualquier cosa con tal de no tenerlo una hora entera cerca.

Estas cosas que estaba sintiendo cada vez que me miraba, se convertían en un nudo espinoso que arañaba mi estómago al recordar sabores amargos del pasado que se entreveraban con la imagen de Eveline acariciando con ternura su rostro en la fiesta. Había cerrado los ojos y forzado mi mente a imaginar la expresión de Jason al recibir el beso, quería hallar algún gesto, o cualquier indicio que me indicara su nivel de receptividad. Pero no encontraba nada, se había quedado tan estático como un tronco en plena tormenta de verano y yo no sabía si se debía a la emoción que no le permitía articular movimientos, o a un posible rechazo.

Entré al salón encontrando las luces apagadas. Mi regla me había agarrado con la guardia baja esa mañana, retrasándome en el baño más tiempo del requerido. Odiaba llegar tarde a clase, todos escogían los mejores lugares y dejaban libre los peores, como ser los del medio.

Atisbé hacia el profesor que batallaba con unos cables enredados del proyector y pasé en silencio, rezando que todavía no hubiera tomado lista; por ser un simple taller extracurricular el profesor David se ponía realmente pesado con las asistencias. Sin embargo al ver que estaba perdiendo la dignidad, arrodillado en el suelo, decidí hacerle un favor y encendí la luz.

—Oh, ¡gracias! —exclamó sin voltear a mirar.

Busqué donde sentarme. Había un sitio libre junto a Fred, el cual consideré, hasta que note que estaba molestando a Pedro. El pobre nunca zafaba de las maldades de esa pandilla de matones. Antes que aguantarlo el resto de la clase, prefería sentarme en el suelo.

Seguí pasando la vista por las filas, cuando me topé con sus ojos verdes en el fondo. Tardé en darme cuenta que estaban sobre mí. Y ahí estaba yo. Parada en medio del salón, apretando contra mi pecho fuertemente los libros y recordando sus piropos de antaño, cuando de pronto, una de las comisuras de su labio se elevó en una sonrisa.

—Maggie... —susurró alguien a mi costado. Marcos me señalaba un asiento a su lado. Evité volver a mirar hacia Jason y llegué al asiento trastabillando—. Pasaste frente a mí y no me viste ¿sigues dormida? —preguntó manteniendo un tono bajo.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now