Ese año...

588 90 15
                                    

... estaba resultando de lo más extraño y curioso, y en algunos momentos me atrevía a pensar que era el peor de todos, pero luego me retractaba porque Jason formaba parte de él y lo que me había hecho sentir los tres meses de verano no se comparaban con ningún otro momento deslumbrante de mi vida.

Ahora estaba en un apriete. Si dos semanas atrás me hubieran dicho que me podía encontrar en una situación peor a la de todo el mundo odiándome por estar con Jason, no lo hubiera creído posible. Sin embargo, al universo le encantan los desafíos y su favorito es demostrarte que siempre puede hacer que la pases peor. 

Esa semana Anabelle me arregló una cita con el obstetra y fue como atravesar una pesadilla. La doctora Peters era una mujer rubia de aspecto pálido, algo desgarbada, con poco animo para peinarse y unos saltones ojos claros ocultos detrás de unas gafas. Hablaba enérgica, soltando términos que no comprendía y sonriendo maravillada como si lo que me estaba sucediendo fuera el acontecimiento más fascinante de mi vida.

Todo el rato me comentó su propia experiencia maternal y lo precioso que fue tener cinco hijos varones de cuatro kilos por parto natural. En cierto momento comencé a disociar y me imaginé a mí expulsando de mi cuerpo una bola humana tan grande.

—Es una etapa realmente hermosa, disfrútala mucho porque luego la extrañarás —me decía, suspirando con ensueño.

—Lo dudo.

—Ten cuidado con lo que leas, las futuras mamis se ponen obsesionadas con aprender lo más que puedan y no siempre lo que dicen las revistas es acertado. No le prestes mucha atención a experiencias ajenas, porque cada embarazo es distinto. Si tienes dudas acude a mí.

—Sabe, lo mismo le dijeron a Rosemary para que no supiera que estaba engendrando al hijo del demonio —comenté con malicia.

—Pero tu no tienes al bebé del demonio, darás a luz a un hermoso y saludable bebé.

—También eso le dijeron a Rosemary.

Anabelle me regañó y luego se encargó de hablar ella, mientras yo miraba los espeluznante afiches de los distintos partos.

Lo más difícil de lidiar era ver a Jason. Mi corazón palpitaba cada vez que se acercaba, mostrándose cariñoso y atento con mi salud. No podía mirarlo a los ojos, los nervios me estaban aniquilando. Debía confesarle lo que estaba pensando, pero cada vez que pensaba hacerlo mi cabeza colapsaba y me echaba para atrás aterrada. 

Era difícil no pensar que todo estaba arruinado desde un comienzo, como si nunca hubiéramos tenido oportunidad de estar juntos, como si esta relación estuviera destinada al fracaso. Un futuro incierto se alzaba delante de mis ojos y cada vez me convencía mas que nada bueno me esperaba allí; todos mis sueños, mis esfuerzos por alcanzar esas metas que parecían imposible, pero que me había convencido por lograr, ahora se veían fantasiosas. Sentía que había arruinado todo y era mi culpa: mi amistad con Eveline, mis objetivos en la vida, el futuro prometedor de Jason y las expectativas de mis padres.

Jason se daba cuenta de mi actitud y estaba angustiado. Yo intentaba actuar con normalidad, pero no me gustaba mentirle. Un mediodía en el almuerzo estuve a punto de decírselo, justo después de que él me preguntara si había hablado con algún profesor para que me orientara con mi ingreso a la universidad. Le dije que sí, era una mentira pues ya no creía que eso fuera posible para mí. También me invitó a su casa, pero inventé que Ana me esperaba. Había mucho silencio entre nosotros y de pronto noté que nos acariciaba un aire melancólico. Tal vez lo estaba cansando, tal vez necesitaba abrirse y alejarse de los problemas, tal vez estaba pensando alejarse de mí. Entonces me dieron náuseas y con una excusa me fui al baño.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now