Los jueves era día de riego...

680 104 6
                                    

... ya que había que mantener siempre las plantas hidratadas, pero otras veces me ponían a hacer tareas diferentes como trasplantar flores a macetas para el hogar, ordenar la zona de los accesorios de jardinería o barrer la tierra del suelo. Estaba aprendiendo mucho en el vivero, ya sabía algunas cosas de paisajismo por Ana, pero trabajar en un local era diferente, los empleados tenían muchos conocimientos de plantas y las personas a veces iban por motivos tan extraños como distintos. 

Yo había creído siempre que las plantas se compraban para decorar y mantener esa "frescura" propia de cualquier casa que se denomina «hogar». No sabia que había tanto más detrás. «¿Que puedo llevar para que los gatos no se acerquen?» era una de las preguntas más frecuentes después de «¿Algo para el mal de ojo?». Una señora buscaba una flor que aromatizara su casa para mantener más tranquilo a su marido, pero no fue nada a comparación de aquellas que buscaban hierbas para la fertilidad, otras querían atraer prosperidad, «¿algo para los malestar estomacal?», y mi favorita: «a mi nieto le fue mal en la escuela, seguro es por culpa de la mala vibra de mi nuera, por lo que necesito algo fuerte». Y otras tantas joyitas más. 

La mayoría de mis compañeros les contestaban con mucha paciencia que no sabían si servían para lo que ellos querían y procedían a ofrecerle alguna que tuviera rico aroma con una explicación de los beneficios naturales de cada una. Generalmente se conformaban, pero si la cosa estaba pesada entraba en acción Berta. Berta era una chica que se conocía todas las creencias y significados extraños de todas las plantas, hierbas y flores. Me recordaba a Anabelle.

—Esas son perfectas para esta estación y además aleja a cualquier bicho —le decía a una clienta mientras yo acomodaba unas etiquetas.

—¿Están incluidas las suegras? —preguntó la mujer medio en broma.

—Hasta los que parecen más indestructibles —afirmó mi compañera y la mujer soltó una carcajada. Supe que tenía una venta asegurada. A veces creía que todo eso de los significados de las plantas era en realidad una estrategia comercial de ella, pues nunca fallaba.

Como imaginé, la señora no tardó en comprarla. Tras intercambiar algunas palabras mas entre risas, Berta me ordenó que la preparara. Parecía una planta pequeña pero la maceta era muy pesada, la puse con cuidado en una bolsa y le añadí un lindo lazo, no era necesario, pero me gustaba como quedaba. 

La mujer continuaba conversando con Berta, ella siempre hablaba con todos los clientes. Le tendí su paquete preguntándome si podría cargarla, teniendo en cuenta la niña que cargaba en brazos y las demás bolsas. La acompañaban otros dos niños más que estaban correteando por los pasillos y más de una vez les había gritado con fastidio para que se quedaran quietos.

—¡Laura, Mateo vengan aquí ahora mismo y ayúdenme! —les ordenó. Los niños no le hicieron el menor caso.

—¿Quiere que se lo alcance al auto? —preguntó Berta ofreciéndole su ayuda.

—Es que hoy me vine caminando porque el auto está en el taller —explicó la mujer con un gesto de cansancio. Volvió a gritarles un par de veces más, hasta que los pequeños diablillos se dignaron a ir con su madre, eso sí, se enfrentaron a una última carrera. El más pequeño no se detuvo a tiempo y tropezó con sus cordones desatados, tirando una estatua que por suerte era de plástico. 

La mujer puso primero una expresión de susto y luego su rostro se transformó, comenzando a pegar ladridos. Los niños no se inmutaron ante el rostro cabreado de su madre. Como si la cosa no pudiera empeorar, la beba le vomitó encima. No era de extrañarse, el calor estaba mareando a todos y no era la primera vez en la semana que veía un bebé vomitarle la ropa a su madre.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now