¿Alguna vez les pasó...

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... que conocieron una niña o niño en el jardín o en la plaza de juegos y se hicieron buenos amigos? Posiblemente sucedió cuando la maestra los hacía tomarse de la mano en la fila para no perderse, o mientras armaban castillos de arena y se daban cuenta que a ambos les gustaba lo mismo, entonces creían que ese mero gusto que compartían era una especie de conexión universal que los convertía en los mejores amigos por siempre. Así que, tomados de la mano, juraban ser inseparables, aunque lo más probable fuera que al día siguiente no volvieran a hablarse.

¿Alguna vez les ocurrió?

Pues eso no es lo que a mí me pasó con Eveline cuando la conocí. Fue en un campamento de verano, íbamos a diferentes colonias, yo a la pública y ella a la de su club de Polo. Un soleado día ambos grupos coincidieron en el lago tras una larga excursión y ahí fue cuando nos conocimos; luego del almuerzo nos dejaron jugar por los alrededores y yo vi una buena oportunidad para sacar mi kit de baldes e intentar hacer castillitos de arena con barro. Me estaba costando un poco puesto que el barro no funciona igual que la arena, y mi balde, ya viejo, tenía una rajadura por donde se salía la tierra y hacía difícil mantenerlo en pie. Pero oportunamente la niña rubia que se sentó a unos metro de mí llevaba un balde más grande e incluso tenía la forma de las protuberancias de las torres en sus puntas, además de una bonita pala de metal con el mango color rosa pastel y un pequeño rastrillo. Con timidez me acerqué a ella para pedirle prestado los juguetes, a lo que recibí, con una mirada egocéntrica, un rotundo "NO" mientras abrazaba los materiales con posesión. Enojada por su reacción le dije que ni siquiera eran bonitos. Mi respuesta no le gustó y fue en ese momento cuando nos declaramos enemigas mortales. No duró mucho.

—¿Dices que salió? —pregunté al teléfono—. ¿Sabes si volverá pronto?

No lo creo. Escuché decir a la señora que pasaría por ella y sus amigas al centro comercial en unas horas. Llame a la noche, seguro esté aquí para la cena.

—De acuerdo. Gracias Mari. —Tras colgar el teléfono me quedé pensando en lo que la mucama de Eveline había dicho.

Eveline me había telefoneado el día anterior para que nos viéramos el sábado. Sin embargo no tuve noticias de ella en todo el bendito día y cómo estaba muy enfadada, aguardé al la mañana siguiente para llamarla.

No me molestaba que saliera con otras personas, sino que me dejara esperando como una tonta. Hubiera sido amable de su parte avisarme que tenía otros planes y tal vez yo podría haber hecho los míos.

Ese día esperé que tuviera la decencia de comunicarse conmigo y justificar su desplante, pero otra vez me quedé esperando.

Ese día esperé que tuviera la decencia de comunicarse conmigo y justificar su desplante, pero otra vez me quedé esperando

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—¿Qué pasó con tu chofer? ¿Se cansó de refregarte el coche nuevo que los papis le compraron? —fue lo primero que dijo Joe al verme la mañana del lunes. Estaba demasiado cansada como para soportar sus indirectas desde tan temprano y además apenas había desayunado. Por lo que me limité a dirigirle una mirada sombría mientras me subía al coche—. Vaya, alguien se levantó de mal humor. Espera, cierto que así es tu cara.

El chico equivocado© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora