Las chicharras sonaban con ímpetu...

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...aquel día de intenso calor a comienzos de octubre. Dejé la papa pelada dentro del cuenco y agarré el vaso con agua fresca que acababa de servirme Anabelle. Bebí con ansias disfrutando con placer el líquido helado corriendo por mi garganta. Los cubos de hielo tintinearon al dejarlo sobre la mesa para continuar pelando la siguiente papa.

Hacía un calor infernal en la cocina. Anabelle se había pasado toda la mañana cocinando para la Semana de los Fundadores y el horno debía continuar prendido por lo menos otras cuatro horas más. Estaba segura de que debía haber algo mucho más interesante para hacer ese domingo además de pelar papas y morir de hipertermia. Pero si debía ser sincera conmigo misma, tampoco me había esforzado mucho en buscar otras actividades. Eveline debía estar en ese momento en el club con Jason y sus amigos, divirtiéndose y pasándola mejor que yo. Me había invitado, claro, pero no quise ir.

—¡Buen día familia! —escuché gritar a Joe entrando a la casa.

—Genial, llegaron más manos para ayudar —mencionó Anabelle—. ¡Estamos aquí!

Joe se asomó por la cocina.

—Traje comida, pero veo que tienen suficiente. —Dejó dos bolsas sobre la mesa y se cruzó de brazos, admirando el caos. La mesa era un desorden de comida, cuencos, ollas y cubiertos usados.

—Llegaste justo a tiempo para ayudarme con el maíz —le comentó Ana y Joe cambió su cara feliz a una de espanto.

—No sé como es que sigo cayendo siempre que me invitas a almorzar para estas fechas —renegó, sentándose en la única silla que estaba desocupada.

—En un rato los dejaré comer algo —agregó mirándonos a ambos.

—No es sano estar aquí dentro. ¿Tienen idea cuántos grados hace fuera? Aquí de seguro hace el doble de calor —inquirió poniéndose de pie y dirigiéndose a la nevera para servirse un refresco—. ¿El ventilador dónde está?

—Arriba en el cuarto de las chucherías, debo bajarlo pero yo sola no puedo y me olvidé de pedírselo a Lorenzo antes de que se fuera esta mañana. No creí que fuera a hacer tanto calor.

Joe se bebió de un sorbo el líquido que se escurrió por los costados de su boca mojándole la camiseta. Que bruto era. Terminé con la papa y de manera mecánica agarré otra.

—¿No había dos?

—¿El chiquito? Ese se averió el verano pasado. Tenía muchos años, ya no daba para más. ¿Maggie ya terminaste con eso?

—Sí, es la última —respondí, pelando con rapidez para acabar pronto.

—Bien, eso es para la ensalada. Hazme un favor —me pidió—, córtalas y cuando el agua hierva, mételas junto con la zanahoria. Mientras iré a guardar esto —declaró, agarrando una fuente.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Joe.

—No, luego te necesitaré para otra cosa —contestó agitada, saliendo de la cocina.

Cuando acabé con la última papá, procedí a limpiar la mesa y llevé el cuenco con las papas al lavabo para limpiarlas. Joe aprovechó el espacio de la mesa para sacar el contenido de las bolsas que había traído.

—Compré medialunas de manteca y tus budines favoritos.

—Que bien.

Lavando rápido me salpiqué varias gotas de agua y disfruté el insulso frescor.

—No es para que te emociones tanto —comentó sarcástico—. ¿Qué te ocurre que tras esa cara?

—El calor me tiene agobiada —murmuré. Acabé con las papas y tras meterlas en el agua hirviendo, ordené un poco las cosas que estaban fuera de lugar—. Quita las bolsas, está todo sucio —le regañé. 

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now