Capítulo 28 - La revelación: Las Creadoras vs la creación - Parte II

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El alarido de uno de los salvajes, me regresó a la realidad, rompiendo el recuerdo que aun vibraba dentro de mí.

—Hemos llegado —Señaló Zoran. Frente a nosotros, tejida por árboles, se encontraba la enorme muralla rojiza. Unidos, los unos con los otros, impedían ver más allá de sus copas—. Enormes durmientes, han sido nuestros captores durante tantos años, pero hoy eso culminará.

La horda gritó en un unísono, confirmando las palabras de Zoran. Se respiraba un aire de euforia por la libertad, pero también de tensión ante lo que ocurriría.

—En ese debe hacerse el ritual —añadió Kalía, un yoruba más me extendió la mano para ayudarme a bajar de la bestia—. Cuando la sangre de Mirtrhim bañe las raíces del gran árbol, la sabiduría de arita canté consejos a sus flores; será la fuerza de Eluith quien ordene a los árboles romper sus lazos.

—Y lo que mora en el bosque será libre —añadí—. ¡Hermanos míos! —Clamé, desenvainando el Jaats, la espada negra produjo un sonido agudo al desprenderse de su funda, el metal reflejó la luz, y todos contemplaron admirados aquella arma tan letal.

—Siri, nuestra guía —respondieron.

—Hoy tenemos el poder, las armas y la sabiduría. Hoy hemos dejado atrás las diferencias para unirnos por el mismo fin: ¡nuestra libertad! ¡Amurabis, yorubas y yeudel, somos uno, somos la fuerza! ¡La fuerza!

Zoran asentía a mis palabras, y por primera vez, me sentía tan aceptada. El cambio fue radical, aunque aún teníamos nuestras diferencias, ante la supremacía de poder y la alianza que había forjado con los amurabis, Zoran no tuvo mayor remedio que reconocer mi capacidad. Además, habíamos hecho un pacto por tadum, una vez libres, ambos caminaríamos más allá de la tierra de Ragoh, llevando con nosotros a quien quisiera unirse, y encontrado un lugar para que habitaran, después, dejaría a Zoran a cargo. No pretendía gobernar a nadie, quería ser libre, quería ver el mundo, quería descubrir que había más allá, y guardaba la esperanza, de que tal vez, Galael iría conmigo. Una ilusión ingenua, sí, pero no cegadora, pues también sabía que de oponerse, debía acabar con él, en ese punto me creía capaz de ello, pero, nadie sabe cómo ha de reaccionar ante la calamidad, hasta que se le tiene de frente.

—Siri —Me llamó Kalía—. Aram mío, en ti confío.

—Y yo en ti, hermana.

Caminé hasta los tres árboles que sobresalían del resto. Blanco, azul y verde, cada uno enlazado con el otro, se fundían entre sí, formando un gran tronco, era el color tan distintivo de cada uno, el que hacía notar que habían tres árboles cruzados. Por toda la madera se extendían inscripciones en un lenguaje arcaico. Yo era tan diminuta a su lado, coloqué mi mano sobre el tronco blanco y al instante pude sentir la energía que corría en ellos, un poder abrumador, me sentí más pequeña aún. Respiré profundo, levanté la mirada al cielo, no había a quien rezarle, no había a quien encomendar mi suerte, pues iba a luchar contra aquello que debía protegerme.

—¿A quién oramos cuando hemos descubierto la falsedad de los dioses? —exclamé, retiré mi mano del árbol, la miré, tan pequeña—. ¿A quién nos encomendamos cuando no hay quien escuche nuestra plegaria? ¿Quién guía nuestro camino, cuando las estrellas son hijas de nuestro enemigo? —El silencio predominó—. Pedimos consejo a nuestros hermanos, consuelo a nuestros padres, ayuda a nuestros amigos, pero cuando lo que se avecina es superior a todo, entonces, nos encomendamos a nuestro propio espíritu. Somos nosotros mismos nuestra fuerza, esperanza y guía. No oramos a nadie más, que a nosotros mismos.

—Aes zul —gritó la horda, confirmando mis palabras.

Respiré hondo, llenándome de la euforia que predominaba, dejé que el ímpetu de cada uno de ellos me fortaleciera. Sentí aquélla ansia de libertad dentro de mí, alcé mi mano izquierda, y sin más dudas, corté mi palma con el Jaats, iniciando así el ritual.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora