Capítulo 19: La puerta de las almas

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Nimen, sin tiempo.

En voz de Vida.

"Creamos vida a nuestra semejanza para ser mejor que nosotros; pues todo lo que se construye es buscando la perfección que no se posee. Así es la humanidad, los inmortales, e incluso, los dioses"

Del polvo de estrellas brotó la esencia, del calor de los astros la vitalidad. De la tierra provino la fuerza y de la inmortalidad la añoranza: la búsqueda de una compañía, que saciara la curiosidad inmensurable del poderoso. Quien había comprendido que de nada servía un poder ilimitado, si no había un motivo para usarlo; los experimentos carecían de sentido sin tener con quién debatirlos, y era absurdo el conocimiento sin que existiera a quién transmitirlo; y así fue, como la soledad cobró peso en una mente superior: y creó un igual, y en su obra encontró su razón de ser. Así fue dicho, así fue escrito en al Tabaleon, el contenedor del pasado, el libro del Progenitor, un enaltecedor de sus dones y justicia; un grillete para la libertad de sus obras; una verdad incompleta.

Primero fue el "Padre", Orobel, máximo creador, señor de los astros, regente de la vía láctea, sin lugar de procedencia, sin dueño o antecesor, hecho a sí mismo, según sus palabras, emanado de la propia materia oscura, es decir, del tadum. Luego, a su semejanza, hizo a Ixiora, la hija. Engendrada en el núcleo de la tierra, hecha del mismo tadum del padre, con una curiosidad tan ilimitada como la del dador de vida, pero con emociones tan discordantes a las suyas. Ella fue la perdición de Orobel: La Dispersa, como vulgarmente fue llamada, era un elemento clave de la maldición del hacedor, quien se proclamará a sí mismo el "Decator", dueño de todas las existencias, regente de sus vidas y decisiones, dador de libertad y esclavitud, su protector y su muerte.

Con su primer triunfo, —Ixiora—, la curiosidad se acrecentó, se preguntaba qué tanto más podía crear, ir más allá de sus límites producía un éxtasis inmensurable. Así que, una tras otra, especies fueron paridas en las diversas constelaciones, los afortunados crecieron en su cercanía, y los que no, fueron en el caso más benevolente, erradicados, y en otros, olvidados a su suerte, hasta la extinción. Pero nunca más, hizo a otro con un poder similar a él, sabía que Ixiora, había no sólo la voluntad para oponérsele, sino también el poder. Y no necesitaba más rivales. La crecería con gestos gratos, para ganar su admiración; pues temía, sin admitirlo, que en ella surgiera su final.

Nadie dijo que el poderoso fuese piadoso: era imparcial y cruel. Sus elecciones estaban basadas en la practicidad de la razón, en el conocimiento desarraigado de las emociones, pero aunque optó por las alternativas más convenientes, la sensación de injusticia se acrecentó entre sus hijos. Pues la justicia no está atada a quien la otorga, sino a quienes la reciben; y siempre hubo una parte discordante, los castigados, y entre ellos Ixiora.

Para Orobel sus decisiones fueron infalibles, libres de los subjetivismos del alma; pues creía que el conocimiento arraigado a las emociones, era peligroso, ya que dependiendo del sentir, podía ser usado como un instrumento para el bien, o un arma para la destrucción. No obstante, pese a sus esfuerzos y sabiduría, se envaneció, desarrolló deseos y emociones ajenos a la practicidad que proclamaba poseer. Y así fue, como la profecía cobró forma.

La predicción, destilada de un sueño del Padre, recitaba que: "La traición provendrá de la tierra, hacia el regente astro, quien será arrastrado al Kalabaos, el ser sin rostro y de ausencia perpetua, dará hogar en sus fauces al Decator, hasta que de la tierra clame por un nuevo hacedor".

Orobel, quién se consideraba el símbolo de la perfección, dudo de su propia premonición. Y con el paso de los siglos, y el prodigio de Ixiora fructificando, la envidia surcó su mente: su mandato se hizo más vil, sus decisiones fueron severas, egoístas, y en demerito de la dispersa. Ansioso por demostrar la ineptitud de su hija, permitió que los suyos, los Amurabis, seres sin cuerpo y con el don de poseer a todo ser, tomarán y asesinaran a cuatro Umus, creaciones importantes para Ixiora. Esto desencadenaría una batalla entre las creaciones, que llevaría a la guerra del Astro Sangrante, el Ulberion, y finalmente, al Kalabaos: la cárcel perpetua, un agujero negro en el centro de la vía láctea; el lugar donde los seres como él, eran desposeídos de la voluntad para existir y del poder para huir.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora