Capítulo 15: El favor del viento: Madaom (Parte I)

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Neufar, 22 de Abril de 1940

En voz de Gael

"Así como el escritor cree erradamente ser dueño de la inspiración al suplicarle se pose en su pluma; así también me creí poseedor de tus pensamientos al quererte en mi corazón, pero tú eras libre, cual viento primaveral; y yo, reacio atraparte, te esfumaste."


Cuando volví a Neufar era un hombre diferente, gran parte de mí se había quedado en la Unión, mis recuerdos de aquél trece de Abril era muy escasos: Siri abordando el tranvía, su mano recostada sobre el borde de la ventana del tren, la silueta de su cuerpo sobre la tierra blanca, el cabello agitándose al compás del viento, los lunares de su cuello, el sabor dulce de sus labios, sus ojos vidriosos y después oscuridad: un vació en mi mente, que se convirtió en su ausencia. Siri se había ido, no sabía a dónde, pero tenía la certeza que era culpa mía.

Paso un día, dos, tres y al cabo del tiempo era ya una semana. Me sorprendió la facilidad con que había vuelto a la rutina habitual, haciendo un tremendo silencio frente a lo evidente: ella no estaba. Me había bastado las palabras de Samael para aquietar la angustia: "Tuvo que salir de viaje por un familiar. Volverá en unas semanas". No cuestioné la veracidad, no la busqué, temía a la verdad que se escondía en esos recuerdos faltantes: quizás a su rechazo.

A veces las promesas que le había hecho brotaban entre el desvarío e ilusiones, y me limitaba a fingir que el desvaído recuerdo no me afectaba. Seguí existiendo, respirando el mismo aire salado, comiendo la misma carne magra y siguiendo los días monótonos. Lo certero era que la esperaba, ansiaba encontrarla en la azotea, escucharla conversar con las flores y caer cauto de su canto. Más no hacía nada para que ocurriese. Opté por distraer mi corazón de la pena, con banalidades, esperando que la monotonía del día a día, me consumiera en su totalidad.

Solté un suspiro a la par que cerraba el libro que tenía entre manos, concluyendo de esa forma, tanto la lectura como las frustraciones. Observar el lugar me producía incomodidad, era dramático creer que alguien podía modificar tanto mi percepción e ilógico perderle gusto a las cosas que disfrutaba, por haber perdido la razón de mí alegría. No comprendía como antes podía disfrutar de ese lugar sin ella y ahora, todo me parecía tan molesto y lúgubre.

Caminé hasta mi habitación sin mirar la puerta de su cuarto, cuando un par de niños pasaron corriendo, uno de ellos golpeó mi mano y el libro que cargaba voló por el aire. Apenas alcancé a sujetarlo. Ese accidente desencadenaría una serie de hechos que nunca preví, ni en mi más extraño sueño: lo fantasioso se haría verosímil.

«Rohan, el guerrero nocturno» leí mentalmente la portada del libro. Una sonrisa de ironía se escapó de mi boca. Ella me lo había prestado. No quería pensar en ella y todo, de alguna forma, terminaba conduciéndome a su nombre o yo buscaba que así fuera.

-¿De qué es ese libro? -preguntó una voz femenil a mis espaldas-. ¿Roan? O ¿Rojan?

-Roan -confirmé a Marlett, quien jugueteaba con su trenza, un tic que acompañaba a su usual nerviosismo-. Es sobre un monje que se convierte en samurai para proteger a su pueblo, pero a pesar de ser el héroe de la historia nunca se siente conformé con sus logros ni con las riquezas que obtiene. Recorre Japón buscando llenar ese vacío, combatiendo incontables veces...

-¿Samurai?...¿Y qué le hacía falta?...¿Lo encontró? -preguntó.

No contesté. Sonreí, me pareció fascinante como la vida me restregaba en la cara mis propias inquietudes en un momento tan trivial. Y es que en la conversación previa, salía a flote una pregunta que carecía de voz, pero que estaba latente en el silencio: ¿Qué era lo que me faltaba? Al igual que Rohan, el vació no podía saciarse con nada más que no fuera aquello que exclusivamente deseaba, y mí me hacía falta alguien: Siri.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now