Capítulo 9: La confesión del odio (Parte I)

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En voz de Ikamori

"Todos los actos tienen una consecuencia nefasta, sea hoy o mañana.  Por cada rayo del sol que alumbra una vida, la noche se cierne sobre otra"

10 de Abril de 1940: Neufar.

El mar se azotaba con fiereza contra las rocas, en una danza salvaje y mortal. Tratando de adentrarse en la tierra y ésta resistiendo su embiste. El ruido estruendoso que producían, no se comparaba en nada con el grito ronco y desgarrador que escapaba de las fauces del Uyintadane, la bestia de color purpura gemía y gritaba como un recién parido que desconocía a su madre, implorando ser cobijado, pero no había quien le tomase en brazos, salvo Siri.

Resguardada en la confidencia de la noche, acechaba al yeudel errante, quien proclamaba una vez más la letanía melodiosa, implorando el regreso de la bestia. El viento resopló entre ambos y la bestia rugió, resistiéndose a su dominio. Miles de mariposas aleteaban a su alrededor, igual que estrellas, iluminando la contienda, moviéndose de un sitio a otro, llamando a su hermano. Pero los intentos por domesticar a la aberración no rendían frutos. Ya no había rastros de la poderosa bruja, por el contrario, era una sombra de quien un día fuese considerada la mujer más temida entre los hombres e inmortales.

El ser deforme extendió sus múltiples extremidades, agitándolas enfurecido, arremetiendo contra sus hermanos, destrozando todo lo que tocaba, hasta alcanzar a Siri, quien le esquivó. La mujer enmudeció y en sincronía los pequeños insectos se congelaron. El viento cesó, las nubes detuvieron su ritmo e incluso el mar se apaciguó, presintiendo la amenaza. Un silencio sobrenatural se apoderó de todos y de mí.

—Me hubiera gustado devolverte con tus hermanos... —dijo, su voz se escuchó cargada de un enojo y tristeza, como cuando haces algo necesario pero que detestas.

—No... hogar... —balbuceó y se arrastró hacia la yeudel, gruñendo como un animal.

—Yo no soy tu dueña, pero te ofrecí un hogar, ¿Acaso no soy más benevolente que el hombre que renegó de ti? —reclamó—. ¿Por qué rehúyes de mí? ¿Por qué quieres hacerme daño?

—Tú... robar...me... hogar

—¡No! Yo te ofrecí uno... ¿Por qué todos me recriminan mis actos?... ¡Si han sido ustedes los humanos quienes imploraron mi canto! ¡Ustedes me condenaron!—gritó, fue tanta la fuerza de su voz que una onda invisible golpeó todo, como un viento huracanado empujando a la bestia.

La abominación siguió quejándose y Siri le ignoró. Me acerqué un poco más, moviéndome con sigilo entre los árboles, me detuve en cuanto estuve lo suficiente cerca para apreciar esos ojos amatistas, llenos de odio. Era admirable, como en la belleza se escondía tanto peligro, Siri era como esas flores carnívoras: Bellas y perfectas. Embelesaba a sus víctimas para después despojarles partes de sus almas. Era una majestuosa trampa, una solución inmediata al sufrimiento a cambio de una condena para toda la vida.

Siri cubrió su rostro con ambas manos. Aguardó por unos segundos y después extendió ambos brazos. Era evidente la transformación de la apacible doncella al ente perverso. Su piel se hizo grisácea, los tatuajes se movían sobre el lienzo humano, formando palabras en el lenguaje prohibido: el idioma que solo la Creadora podía pronunciar. Su cabello se extendió, agitándose con algo que no era el viento, sino un poder invisible que le movía: Era el "Tadum", la energía de la Creadora manifestándose a través de sus hijos. Todos poseíamos esa fuerza, sin embargo, la mayoría nos encontrábamos limitados por la propia voluntad.

Justo en el instante en que la compasión se desvaneció de su rostro, brotó la oscuridad: Su boca se abrió dejando escapar a cientos de polillas negras, que agitaban sus alas y producían un zumbido ensordecedor, que me obligó a cubrirme las orejas. Todas encerraron al Uyintadane, no, lo devoraron, se abalanzaron sobre él, como lo harían las hienas sobre la cría indefensa. Ya no podía ver al Uyintadane, estaba cubierto por los insectos malévolos, lo único que percibía de él eran sus gritos de dolor, mientras Siri contemplaba apacible. Sin un rasgo de remordimiento en sus facciones.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now