Capítulo 24: El surgir de un yeudel (Parte I)

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En voz de Siri.

Puerta Norte del Bosque Bermejo, en el letargo de la Diosa.

"Nacemos para buscar el amor, y morimos para preservarlo; sin saber, que éste ha morado siempre dentro de uno mismo, como el fuego perpetuo que alimenta el alma y da esencia al ser"

Huíamos a prisa, con el peligro pisándonos los talones, las tres melenas rubias se agitaban tras nosotros, igual que antorchas amenazantes, anunciaban la prontitud de nuestros persecutores. Ellos no eran como los otros salvajes, su aspecto estaba en el punto medio de un animal y un humano. Aunque no habían gesticulado palabra alguna parecían comunicarse, sus movimientos iban coordinados, acorralándonos, cada vez más al norte del bosque.

—Van alcanzarnos, ¡más rápido! —sugerí, sin obtener respuesta alguna—. Conviértete en ... —Me mordí la lengua.

No logré formular la oración, aunque seguramente él pudo comprenderla. Me pregunté en que momento me había convertido en esa persona, desesperada y egoísta. Al punto de pedirle se transformara en un salvaje para protegerme. Me sentí avergonzada, me oculté tras su cabello.

«Contrólate Siri, tú no eres así, no lo eres... ¿o sí? —Mis pensamientos me inquietaron. La mente es tan poderosa, puede en un instante hacernos resistir por pura voluntad; y al otro segundo, destrozarnos con los propios temores, y eso era lo que me estaba pasando. Iba y venía entre la desesperación y el arrepentimiento—. Lo siento Galael, es que no quiero morir...»

Mis ideas se quedaron atascadas. No me permití siquiera pensarlo, aunque en el fondo, sabía que estaba dispuesta a perderle si con eso yo vivía.

—¡La fuerza bruta no va a ganarles! —gritó, liberándome de mis pensamientos. La culpa se acrecentó, me había entendido. No respondí, guardé la disculpa para mí—. Ellos no son como el resto de los salvajes —Se podía notar el cansancio en su voz—. Te lo dije antes, en esta parte del bosque están los más poderosos, desde los desequilibrados, hasta aquellos que aún razonan, pero cuya maldad es mayor a la que pudieras imaginar.

«Esto es su culpa —No quise siquiera pensar en su nombre—. Tan poderosa y egoísta, dejándonos a nuestra suerte. Sólo confirma lo que sabía, no es una diosa...»

—¿Qué haremos? —murmuré, contrariada. Sumí mi cabeza en su cabello para evitar el impacto con una rama—. No podemos correr para siempre...

—En realidad, yo no puedo... —corrigió, me miró con recelo—. Iremos hasta Zoran, sólo él puede detenerles, aunque me hiera el orgullo, no podría contra tres... Es demasiado.

—¿Zo...ran? —repetí. El miedo subió por mi columna—. Dijiste que nos mataría... ¿qué pretendes?

—Creí que querías salir del bosque...

—Sí, pero no muerta...

—Debiste precisarlo... —agregó con seriedad—. No puedo garantizarte que no nos matará, pero... no tenemos tantas opciones... Es él o ellos. ¡Ahí! —señaló, y se detuvo por unos segundos—. Pasando ese cerro, ahí vive él...

—Sigue —grité al escuchar el galope cercano—. ¡Sigue!

Galael obedeció, le estreché. Todo sucedía tan rápido, éramos una flecha cortando el paisaje. Sin sigilo alguno nos hundíamos más en las fauces de la bestia. Los viejos cuentos de terror, cobraban forma detrás de mi nuca, susurrando con alegría las atrocidades acontecidas en días, tan lejanos, que parecían irreales, pero que me hacían tiritar de pavor. La adrenalina mermaba el vómito, la esperanza fortalecía mi mente que estaba por quebrarse. Me angustiaba correr hacia el viento de tormenta, pues no sabía si era lo correcto. Zoran era el hijo directo de Mirthrim, el autor de masacres y vilezas. Había escrito a pulso la reputación que le precedía, y no sólo a mí me aterraba, incluso, a los yorubas. Si no estaba de nuestro lado, nadie evitaría nuestra muerte; pero confiaba en Galael, y si marchaba hacia la oscuridad, iría con él.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora