Capítulo 27: El Réquiem de la muerte - PARTE I

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Puerta Norte, en el letargo de la Diosa.

"La adoración es el alimento del poderoso: se vive y muere por él".

Siri.

La muerte no es un impedimento para que el tiempo fluya, solo quizás cuando éste muera, todo cesará, e incluso en ese punto podría ser que algo más siga existiendo. Así, a pesar del poderío de Mirthrim, cuando feneció el mundo no se detuvo. Por el contrario, siguió. Nadie lloró o vengó sus cenizas, y sobre ellas forjé mi historia. Mirthrim, la última de su especie, se unió al cementerio de los umus que le rodeaban. Convirtiéndose así en un eco del pasado.

Con su muerte se ponía fin a una era y conmigo el principio de otra; escrita con mis reglas, mis ideales y mi convicción. Debo admitir que mis pasos se vieron alentados por el poder, y que éste me engulló con suma facilidad. La sensación que experimenté cuando arrojé la cabeza de Mirthrim a los pies de Zoran, fue única, placentera.

Aquella noche el viento frenó su paso, y luego, tras la terrible asimilación, gritó horrorizado, acompañado de la turba de yorubas que estuvo por destrozarme, sino fuera porque Zoran se arrodilló. Un acto tan sencillo como inclinarse, derrumbó la ira de la horda. Por primera vez, estaban a mis pies. Lo disfruté, no voy negarlo, admirar los rostros consternados, entre el odio y el dolor, obligados a obedecer, fue un gusto indescriptible.

«Arrodillados ante la inmundicia —pensé y sonreí—. De la escoria a la gloria»

—Ella es la estrella de la profecía —clamó Zoran—, nuestra señora y guía. Ella es el "Riem" prometido por nuestra madre, y si su sangre se ha impuesto a la suya, ha sido su voluntad, y quien no respete el pacto yoruba, será muerto aquí, por mi puño y garra

La cabeza fue tomada por el hijo, admirada con pena y horror, en un gesto que apenas duró unos segundos, para luego destrozarla. El blanco impoluto se cubrió de sangre y vísceras. Sus voces se alzaron invocando mi nombre, sus rodillas cedieron al suelo, su fuerza fue puesta a mi servicio, y mi corazón se envolvió en el orgullo que brotó de la muerte y el dolor ajeno. Quien dice que la venganza no produce alguna satisfacción, miente, lo hace, pero también envenena. La venganza es un arma que un día empuñas, y al cabo de un tiempo, vuelve en tu contra. Pero esa noche fue un deleite. Pasé de ser la humana despreciada, a ser su "Riem", nombre que daban al líder de la horda. Todo ese entorno me llenó de una falsa seguridad. Los miedos y el arrepentimiento se vieron rápidamente opacados por la opulencia, la comodidad y el trato digno que me daban. Todos alababan mis actos, y quien no, recibía el castigo de Zoran. No obstante, con el pasar de los días, la tensión entre ambos no se diluyó, por el contrario aumentó.

Mis intentos de diálogo culminaron con interrupciones o menosprecios. Frente a la horda tenía una actitud de respeto y cierta sumisión; pero las pocas veces que estuve a solas, era lo contrario, recibía su indiferencia.. Y aunque Zoran era más poderoso que yo, me creí capaz de doblegarlo. La soberbia me costaría mucho.

«Si no afianzó una amistad, por lo menos su lealtad —Pensé mientras me abría paso entre algunos yorubas que me custodiaban—. No puedo arriesgarme a una traición».

Kalía me había informado la decisión de Zoran, se iniciaría la marcha hacia Ragoh. Enojada, por no haber sido considerada en la toma de tal decisión, me encaminé a enfrentarlo.

—Aún no podemos —dije, y Kalía asumió que el diálogo era con ella, venía detrás de mí—. Tenemos que solventar otras situaciones antes.

—Dijiste que en cuanto diese a luz, y ya ha pasado más de quince soles desde entonces —Le ignoré—. Mi Riem, aguarde.

«Aún debo garantizar mi posición, mi vida —Más que mi vida, quería preservar la autoridad que poseía—. El poder es la única forma de ser libres»

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now