Capítulo 9: La confesión del odio (Parte II)

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Nada mermaría mi voluntad. El Tadum que en mi dormía comenzó a liberarse, la energía a bajo mis pies palpitaba incesante, parecía suplicarme les tomase y así lo hice. El suelo vibró con fuerza y las partículas de mi cuerpo con él, hasta  hacerme arena. Siri pegó un salto alejándose, podía sentir la fuerza de la Creadora corriendo por mi flujo sanguíneo, devolviéndome la libertad sobre mi cuerpo. La tierra se abrió abrigándome por unos instantes, en los que recordé a mi madre corriendo con mi hermano en brazos, muerto por la epidemia. A mi padre entregándome a un hombre que nunca amaría. A mis ancestros ordenándome obedecer sin cuestionar, sin importar mis deseos. A la calamidad arrebatándome a mi tribu, sin compasión arrebatándome en un santiamén todo lo que amé.

—La existencia está llena de pesares, pero todo lo que obtenemos es consecuencia de nuestros actos, tarde o temprano la gloria te premiará y el infierno te cobrará tu cuota de dolor. Para que sonrías alguien más debe padecer, es el equilibrio. La Creadora jamás dijo que este sería el paraíso, lo que ella me otorgué lo aceptaré con dicha, porque me ha permitido existir —dije mientras emanaba de la tierra.

—¡No me merezco este dolor! —gritó y de nuevo una fuerza invisible empujó todo, era como un viento que emanaba desde el cuerpo de Siri. La ráfaga pareció abrirse paso a mis costados para no tocarme, sin embargo, era mí Tadum que impedía me tocase.

—¡No tendré piedad! —exclamé y corrí hacia ella, cortando la barrera que antes me había retenido. La yeudel me miró desconcertada. Retrocedió y abrió la boca, las polillas escaparon chirriando, hice una barrera alrededor mío para evitar me devoraran—. ¡Tierra llévame hacia la traidora! Por la Creadora que así sea.

La tierra me tragó escupiéndome justo debajo de Siri, quien apenas pudo esquivarme, la escuché quejarse en cuanto mi espada rasgo su espalda. Me miró iracunda y las polillas volaron directo a mí, me moví más rápido que ellas, esquivándolas en dirección hacia la yeudel, pero antes de que pudiese tocarla un haz de luz purpura me golpeó por la cintura, elevándome por el aire...Miles de Mariposas me impactaron... Caí contra las rocas, pude escuchar como mis huesos se partían ante el impacto, grité. El dolor me recordó a Bizón. Traté de levantarme pero las piernas no me respondían, mi tibia izquierda estaba de fuera, partida en dos. Mire horrorizada, me dolería más acomodarlas que el impacto contra el suelo. Escuché a Siri acercarse, mientras las polillas y mariposas me rodeaban expectantes, aguardando la orden de su dueña. Busqué la espada, mas no podía verla.

—Creyó que podría ganarme... ¡Pobre ingenua!...

—¡Tierra ábrete! —grité, pero no hubo respuesta—. ¿Qué? ¿Estas bloqueándolo? Es imposible... La tierra jamás me renegaría... Puedo abrir todas las puertas... Yo...—titubeé palpando la tierra. Respiré agitada, atemorizada ante la desobediencia de mi fiel acompañante, que minutos previos me había salvado.

—¿Conoce que rige la lealtad de los inanimados? —preguntó y la miré sorprendida—. Comprendo, parece que su Creadora no compartió todo su conocimiento. A los inanimados los rige el flujo de energía, mientras mayor sea su capacidad para liberar el Tadum, más lealtad tendrán hacia usted. La tierra me ha reconocido como la más poderosa y temerosa ha decidido no obedecerle, para evitar mi ira. No ha perdido su capacidad de abrir puertas, sin embargo, en este momento el suelo se niega a obedecerle.

—Si vas a matarme, ¡Hazlo! —grité, los insectos giraron con rapidez, produciendo ese horroroso sonido. Me cubrí los oídos, sentía que iban a reventarme. En el rostro de Siri se perfiló una sonrisa maquiavélica, me mataría, podía sentirlo en cada fibra de mi ser. El corazón latía desbocado, como si intentase rehuir de mí. Apreté los labios y aguardé la muerte. Los insectos estaban a punto de abalanzarse contra mí, cuando una voz detuvo todo: Zoran.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now