Capítulo 11: Carrera contra el olvido ( Parte I)

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En voz de Gael

13 de Abril de 1940: Neufar.

"No somos dueños ni de la vida o el tiempo, no hemos elegido cuando nacer o morir. Lo único propio son nuestras decisiones y consecuentemente, los aciertos y errores que de ellas nazcan: Son las estrellas y lágrimas en la travesía por este mundo"

El sonido de la carne friéndose en el sartén producía un ritmo melódico, que era acompañado por mis pasos, en un ir y venir por la pequeña cocina. La felicidad que desbordaba cada poro de mi cuerpo, se reflejaba en mis acciones. Me sentía un chef profesional, capaz de hacer arte culinario. La destreza con que picaba la cebolla, la precisión con la sal y la pimienta, me hacían creerme un experto en el ámbito. Sin embargo, aunque era factible que aquél platillo hubiese sido exquisito, las fantasías que revoloteaban en mi mente me lo impidieron.

Había perdido la voluntad sobre mis pensamientos, Siri estaba apropiándose de cada confín de mi mente. Y al igual que la primavera, entró ahuyentando al invierno que acaecía sobre mi corazón. No tenía la fuerza para evitarlo, ¡no! En realidad no quería hacerlo. Pese a que muchas veces me negué a verla de una forma distinta a una amistad, las emociones que me embargaban eran tan gratas, que no quería alejarla, aunque resultara ser tan egoísta.

El día anterior, solo buscaba disculparme, empero, nada salió como lo planeado. Es increíble como un pequeño detalle podía transformar todo, cambiar mis decisiones e incluso pensamientos. Y aquella mañana sus ojos cristalinos, el temor apoderándose de sus facciones y la desesperanza mermando la felicidad que había en ella, me hicieron romper mis reglas: No relacionarme, no quería crear más vínculos, porque todos estaban destinados a ser olvidados. Sin embargo, al observarla tan consternada, algo en mí se conmovió. Mi interior me gritaba que la detuviera, que no la dejase marchar así. Y sin cuestionarme, sin medir mis actos o palabras, la sujeté. Mi boca soltó palabras que nunca me hubiera atrevido a decirle, pero lo único que buscaba era consolarla. Estaba desesperado por apaciguar sus miedos, por verla sonreír de nuevo.

Cerré los ojos abrazándome al recuerdo, sentí el aroma de su perfume inundar mi cocina, alejándome de aquella habitación y llevándome hasta el momento en que mis labios probaron las penas de su alma. Podía sentir el calor de su mejilla en mis labios, el aroma femenino que despedía su piel y su corazón acelerado, palpitando ante mis palabras. Tan nervioso como yo. Entre suspiros se me escapaba el alma, develando a cuenta gotas lo que sentía por ella. Hubiese seguido atrapado en mi ilusorio paraíso, sino fuera por la voz de mi compañero de cuarto, que alertaba de mi fracaso como cocinero.

—Gael algo se te quema —gritó Samael desde la sala, al otro lado del departamento. Su advertencia me hizo reaccionar demasiado tarde. Tomé un plato y coloqué el filete carbonizado, ni yo era un buen chef ni aquello era comestible.

— ¡Demonios! —maldije y tomé una bocanada del cigarrillo. Escuché los pasos de mi compañero acercarse y antes de que pudiese apagar el cigarro, él ya estaba ahí, con su sonrisa burlona.

—Increíble. Creí que nunca te volvería ver fumar y mírate, hecho una chimenea —dijo Samael de pie al marco de la cocina, con un diario en la mano.

— ¿Te molesta? —pregunté y di otra calada. Intuí que su comentario se refería a mi condición previa a mi ataque de amnesia, ya que para mí éste era el primero que fumaba, aunque él me hubiese visto antes hacerlo.

—No, para nada. Dame uno —Saqué la cajetilla y se la aventé —No soy médico ni científico para afirmar esto, pero diría que algunos vicios y gustos no se van aunque se te apague el foco. ¡Viejo! ¡Camel! ¡Son una delicia! —dijo y se pasó el cigarro por debajo de la nariz, degustando el olor que desprendía el papel envuelto. Sonreí — ¡Qué ricura! ¿Dónde los has conseguido?

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now