Capítulo 6: Los secretos de la bruja (Parte II)

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Un suspiro escapó de mi pecho, era una lágrima hecha aire, una pena que huía de mi alma. Hubiese llorado de haber podido, pero hacía mucho mis ojos se habían secado, al igual que mis esperanzas, estaba condenada a la inmortalidad en desamparo. Me levanté casi a rastras, aún sujetando mi pecho, como si mis manos contuvieran el ardor que me consumía. Hice funcionar el tocadiscos, e inmediatamente, la esfera del ambiente cambió. El sonido de un piano me arrullaba, cerré los ojos concentrándome en la suave melodía, no transmitía ni alegría ni tristeza, solo pasividad. Quería fundirme en esa calma, y olvidar por completo quien era, ansiaba ser una nota en la música, una corriente en el viento o una partícula en la inmensidad; incapaz de pensar, tan sólo siguiendo el flujo de la existencia, del todo. Sin embargo, en cuanto abrí los ojos, me encontré con la realidad: mi reflejo.

El espejo no mentía y me mostraba la verdad: yo era un yeudel errante. No podía ocultar los tatuajes que cubrían mi piel, las marcas de la corrupción y de la maldición.

—¿Por qué? —pregunté a la soledad que me atormentaba—. ¿En qué me he convertido? ¿Qué diría él de mí? ¿Qué diría mi madre? Ni siquiera yo me reconozco.

Conocía las respuestas a mis cuestionamientos, pero más que dudas, eran un reproche. Un reclamo a la irracionalidad de mis actos, a la torpeza de mis decisiones. Yo conocía las consecuencias, entonces, ¿por qué había elegido este camino empedrado y tortuoso? Simple, me creí enamorada, y cuando se ama, se es tan ilógico, tan imprudente y tan dispuesto al sacrificio. Pero ahora, todo parecía tan carente de certeza. No me sentía dispuesta a continuar padeciendo hasta la eternidad, aun así, mi destino era inalterable.

—Si no hubiese aceptado el pacto... —murmuré y toqué mi mejilla, los tatuajes comenzaron a dibujarse sobre mi piel, de la misma forma en que se vislumbraban en mi reflejo—, él hubiese muerto. No tenía opción... —repuse, intentando alejar a los demonios que empezaban aflorar en la nostalgia—. Sin él sería más desdichada de lo que soy —agregué y apreté los puños, sopesando mis pensamientos, mis decisiones y mi destino—. Quizás si hubiese dejado fluir el ritmo natural de la vida... ¿Habría sido feliz? ¿Habría muerto? ¿Aún me dolería su indiferencia?... —cuestioné, derrotada por los fantasmas del pasado.

Los recuerdos brotaron, como pequeños capullos que florecían en la negrura de mi alma, ya no eran tan claros y me resultaban tan poco creíbles, ¿cómo había yo podido hacer tantas cosas por amor? La nostalgia huyó por mis pulmones en un prolongado suspiro.

—Desconozco el destino que nos hubiera aguardado... Aunque admito que tomé una decisión apresurada, solo añoraba salvare y terminé condenándonos a ambos... —dije y deslicé mi mano hasta mi cuello, bordeando cada tatuaje —Fui ingenua, pensé que el tiempo curaría está herida, que en algún atardecer el día se llevaría consigo mi lamento, mas estaba errada; el tiempo no sana la herida, solo te hace más fuerte para afrontar la realidad, para que el ayer no te devore... —concluí aun observándome en el cristal—. Solo nos destruí.

Observé con detalle mi reflejo, cada tatuaje era un jeroglífico de un idioma antiguo y significaba que yo había osado confrontar la voluntad de la creadora: Vida. Quise romper el caudal del destino y había desfallecido en el intento. Había perdido mi libertad y era presa de mi existencia, destinada a devorar lo que nadie quiere, a contener el pasado que nunca debió existir y cargar el dolor de la humanidad: Era la Bruja del Olvido, la mujer que saboteó su propia historia de amor.

Resignada acepté que ese día el dolor sería más intenso, estaba agobiada. Y aunque renegaba de mi encomienda, no tenía más opciones. Después de todo, cuando la marea te arremolina hasta ahogarte, no queda más que dejarse llevar al ritmo de las aguas de la vida. No era como los humanos, desesperados por nadar, yo solo existía hasta que llegara el fin. Había vivido tanto, que las pasiones eran un eco distante en mi realidad.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora