Capítulo 25: Eliam, entre el deber y el amor (Parte I)

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Bosque Bermejo, en el letargo de la Diosa.

En voz de Siri

"El tiempo es el enemigo de los sueños y el verdugo de la vida. Sabiendo que es imposible ganarle, insistimos en vencerle, pero de su paso nada ni nadie se salva, aun así, es una batalla que nunca debe dejarse: el logro no radica prolongar la vida, sino en hacer algo útil con ella".

Las aves trinaban ingenuas de la desdicha, que había dejado las sombras para tocarme el hombro. Corría por el bosque sin tener la certeza de a dónde ir, sólo sabía que debía escapar. A mi espalda, el peso de mis errores me perseguía. Podía escuchar los gritos de Kalía, intentando retener a los yorubas que clamaban mi sangre. Había transcurrido casi una década desde que había llegado al bosque, y pese a que, me esforcé en ser aceptada, aun así, al primer fallo estuvieron dispuestos a eliminarme. Ya me lo había advertido Galael, pero qué más podía hacer, cuando no tenía otra opción. Al igual que el resto, estaba destinada a permanecer en el bosque, hasta el fin de los días. No fue Zoran, ni Mirthrim quienes me retuvieron, por el contrario, la fuerza que mantenía cercado el bosque provenía de la propia Diosa, que Galael admiraba tanto, y que yo, en aparente secreto, repudiaba. Pues junto a él, poco se hablaba del tema. 

El corazón me latía desbocado, el aire me escaseaba, cada vez mis pasos eran más torpes. Aunque no era consiente de ello, me dirigía hacia la Puerta Norte, pero esta vez iba sola, Galael no me acompañaba, aunque quería pensar, que como en muchas otras ocasiones, me seguía entre las sombras. 

«¿Dónde estás? —pensé, pero pronto la remembranza de nuestra última discusión, me hizo renegar—. Me las arreglaré sola, lo haré...»

Me mordí el labio hasta que el dolor me hizo detenerme. Días antes a mi frenético escape, él me había pedido que nos alejáramos de la horda, pero no pude hacerlo. Darles la espalda, significaba aceptar a la Diosa,  y no pretendía hacerlo. Erradamente, él pensaba que era una cuestión de orgullo, y si bien, en una parte lo era, también tenía que ver con lo que había visto en el pico Gresco, con lo que la propia vida me había enseñado, y por último, por el engaño.  Aunque me había permitido volver a la vida, lo cierto era, que no me había dado el poder que esperaba, una vez más, me mostraba la enorme fortuna que podía poseer, para después arrebatarmela. Aquél poder se había debilitado con el tiempo, y apenas era suficiente para sanar heridas o calmar la ansiedad de Galael. Pero no para combatirle. Con los días, la frustración creció, y con las noches la resignación comenzó ahogarme. No obstante, una parte de mí estaba consolada con la compañía de él, mi Galael. 

 El cansancio no daba tregua, y tras un burdo salto, tropecé y caí en un riachuelo. Estaba por incorporarme, cuando mi reflejo me frenó.

La sangre que me cubría se diluyó en la transparencia. Tragué saliva e intenté levantarme, pero el cuerpo me pesó. Me quedé ahí por unos segundos, recuperando el aliento, cuando ella susurró a mi oído. Distinto a la Diosa, Mirtrhim se había convertido en mi sombra. Se encargaba de reiterar, que aquel silencio (el de la Creadora), había una amenaza. "Cuánto más feliz se es, más grande será la desgracia", afirmaba. Lo sabía por experiencia propia, pues aún recordaba la tragedia acaecida en Ragoh.

—Te has convertido en un ser tan vil como nosotros —dijo en la voz del viento—. Mírate, huyendo de quienes prometiste salvarías.

—Lo intenté —murmuré y miré mi reflejo, mi rostro aún estaba manchado. El cuerpo tiritó cuando el grito de Cila retumbó en mis oídos, y su muerte se repitió en mis pensamientos—. ¡No! Lo intenté, juró que me esforcé, pero no paraba de sangrar.

—Lo sé, mi niña, lo sé —Sus manos cobraron forma sobre mis hombros, estrujando mi cuerpo—, no es culpa tuya la ineptitud, sino de ella, quien nos ha condenado a perecer de esta forma. ¿Lo comprendes? —preguntó incitándome a pensar en aquella petición que reiteraba cada día—. Sí tan sólo aceptarás estar de mi lado, pero respeto lo que eliges, a diferencia de ella, no soy una diosa que impone, sino un mal que te deja ser...

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora