Capítulo 10: Paraíso en el infierno

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Neufar: 12 de Abril de 1940

"Las almas se buscan más allá de las limitaciones físicas, del tiempo o el espacio. Se llaman unas a otras, desesperadas por converger en un oasis de felicidad; en un paraíso para dos, creado en los confines de la soledad"

En voz de Siri.

Desde la aparición de Zoran e Ikamori, se había abierto en mi calma una grieta, que goteaba a cuenta gotas intranquilidad. Me sentía perseguida por un ser imperceptible a mis sentidos. Me aferraba a la cotidianidad de la vida en Neufar, para alejar las incertidumbres, sin embargo, como una astilla en mi corazón, algo me advertía que mi paraíso estaba por desquebrajarse. Y así sería.

Aquella mañana me encontraba en la azotea del condominio, con la quietud habitual. Pero había algo en la pasividad del viento que me desagradaba. El aroma de las orquídeas invadía mis pulmones, invitándome a olvidar mis temores, mientras que las palomas seguían persiguiéndome en busca de alimento. Estaba tan sumida en mis pensamientos, que no presté atención a los pasos que se acercaban.

—¡Siri! —exclamó Gael—, si algún día esas aves dejan de volar, serás responsable. ¡Parecen gallinas, más que palomas!

Me di la vuelta apresurada, para encontrarme con una tímida sonrisa. Ese sutil gesto bastó para alejar mis inquietudes. Sonreí y él también. Desde nuestra última confrontación, no habíamos cruzado palabras, él parecía distante y yo opté por observarle en la distancia. Me era suficiente verle, no quería hacerle daño, no quería que me odiase. Pero hoy él me había buscado y eso me entusiasmaba.

—La comida no debe negarse —repliqué. Le extendí la mano y el me miró confundido—. Te debo más que una disculpa...

—¡Oh! Entiendo... —respondió y sujetó mi mano—. Estamos en paz Siri. ¡Interesante! Esto fue más sencillo de lo que pensé. Me has ahorrado el trabajo.

—¿Qué trabajo? —pregunté y me extendió un paquete—. ¿Qué es esto?

—Ha sido idea de Samael, es un presente de paz...

—¿Presente de paz?

—Sí...—Soltó un suspiró, como aligerándose de una carga—. He sido descortés contigo. Mis frustraciones no tienen que ver contigo, en lo absoluto. Por el contrario, me agrada tu compañía... Yo... Samael... Bueno, él me sugirió darte un obsequio para limar las asperezas entre nosotros... Quisiera que replanteáramos todo, iniciar con el pie derecho.

—Tu amigo arregla todo con regalos...

—No precisamente, tampoco pretendo comprar tu amistad...—agregó y miré el obsequio. Era una pequeña caja forrada con papel estraza. En mi interior se agitaron las mariposas del nerviosismo y la felicidad, me sentí como una adolescente, a punto de gritar eufórica por la alegría. Me contuve.

—Gracias —Sonreí—. Yo también debía disculparme, me he alterado por nimiedades. He sido una grosera y mal agradecida. Tú fuiste el único que me ayudó cuando llegué aquí. Lo siento.

—Dejemos eso atrás. Empezamos de cero y con el pie correcto. ¿Te parece? —preguntó.

—Soy zurda. El pie diestro sería el incorrecto para mí —bromeé.

—¡Oh!... Olvida los pies —Estaba a punto de responderle, cuando una ráfaga de viento corrió entre nosotros, erizándonos la piel—. ¡Diablos! Que viento más helado. Extraño, considerando que estamos con este sol...

No respondí. Mi corazón se aceleró y la sangre dejó de fluir en cuanto supe la identidad del ente que nos acechaba. Gael continuó parloteando, incapaz de comprender el peligro que había en el viento.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now