Capítulo 21: El sacrificio por la libertad (Parte II)

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Había andado por más de una hora. El cuerpo extenuado clamaba por un descanso, pero la voluntad que ardía en mi interior era más poderosa que el cansancio. Mis pasos se agigantaban conforme avanzaba, mis miedos también lo hacían; crecían de forma silenciosa, como una sombra, que poco a poco me absorbía, sin siquiera notarlo. Hasta que el camino se truncó, hasta que lo desconocido se abrió frente a mí, con un panorama tenebroso y desalentador: una muralla de árboles rojizos se extendía más allá de mi campo de visión.

Gigantes acorazados impedían el paso a los cobardes e invitaban al valiente y al tonto, a perderse entre sus ramas. Yo no era la primera en intentarlo, por ello sabía que nadie volvía de él. Las historias contaban que la Creadora, en un afán de protegernos, había sellado el bosque: recibían a quien quisiese entrar en sus caminos, pero nadie podría salir, una vez que pusiera un paso dentro, se renunciaba al Ragoh, el paraíso. Aquello había incentivado a la tribu a nunca salir, sin embargo, al igual que yo, algunos lo habían hecho, para nunca más, volverles a ver.

El estómago me gruño, no era hambre, sino miedo, se había soltado, y hacía estragos en mi cuerpo. Respiré agitada cuando el pánico comenzó apoderarse de mí. La libertad lucía tan apabullante, y el viaje que debía ser grato, no lo era. Y entonces, la ausencia de mi madre pesó, hacía unas horas había muerto, y yo estaba ahí, pretendiendo seguir. El nudo se colapsó y el llanto cayó como una lluvia intensa y agobiante. El agujero se abrió, y no tenía deseos de cerrarlo. Mis manos se hundieron en la tierra fría, mis lágrimas se perdieron bajo la espesura de la noche. Y entonces, cuando me creí resignada a ceder al dolor, algo atrajo mi atención.

Un pequeño insecto alado se posó sobre el dorso de mi mano, en reflejo agité la extremidad, haciendo que la libélula se introdujera entre los árboles, la observé perderse en lo desconocido, y la epifanía surgió.

—Ha entrado sin dudarlo, voló con la misma calma que llegó a mi mano, y se internó ahí, en el hogar de los yorubas... —El corazón se agitó con la pronunciación de aquellos seres—. Debe ser porque no sabe lo que le aguarda —concluí, con la vista puesta en la pequeña abertura—. Sí yo no supiera el peligro que me espera, no estaría aquí congelada sobre mis rodillas... La ignorancia le exime del miedo que provoca conocer la verdad, es aliada a los cobardes, pues si no sabes lo que te acecha, puedes andar sin titubeo, no como yo... yo... que no puedo siquiera moverme... yo que... ¡Tengo miedo!

La frustración hizo de mis manos un par de puños, golpeé con fuerza el suelo, una y otra vez, hasta que el dolor fue insoportable. Grité desesperada, pues estaba aterrada. La libertad producía una angustia incontrolable, en ella no había nadie que me detuviera, ni frenera la amenaza. Sólo era una niña pretendiendo ser un adulto, fingiendo que no necesitaba la seguridad que profería mi celda. Una pequeña que se sentía abandonada, rota y exhausta.

—Esto es lo que me ha tocado vivir, es el obsequio de mamá —sequé el rastro de dolor que escurría desde mis ojos—. Debo seguir, además, quizás nada de lo que dicen sea real, cómo lo que decían de mí...cómo pueden saber que hay ahí, si se supone nadie ha vuelto...es ilógico.

Tomé aire para cobrar valor, y aquél acto, ya era parte de mí, un ritual previo a enfrentar mis temores. Di un par de pasos y toqué la madera, fría y olorosa. Desprendían un aroma similar al de la sangre, me resultó repugnante. Observé la abertura entre los árboles, me pareció más pequeña, y dudé si podría pasar, pero lo intenté, medio cuerpo se encontraba en el interior y la otra parte seguía en la pradera, estaba atascada. Y entonces, pude sentir como las ramas se apretaban más contra mí, comprimiendo mi pecho. El aire escaseó.

—¡Maldición! —exclamé y empujé con fuerza—. ¡Malditos árboles! ¡Déjenme pasar!

Y un silbido provino de la oscuridad, un sonido que sin palabras dijo algo, pero que comprendí.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now