CAPÍTULO 13: PACTOS POR MALDICIONES (PARTE II)

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Revoloteé entre el viento hasta llegar a Neufar. La noche apenas se disipaba entre morados y rojizos, en la lejanía se atisbaba un nuevo día, que la pequeña ciudad no vería aún. Una niebla espesa descendió junto conmigo, para cubrir el centenar de mariposas que se movía entre las callejuelas buscándolo, necesitaba encontrarle pronto. Al igual que en aquella noche en Ebath, cuando pacté con el príncipe Loreth, la sombra de un mal mayor me acechaba, obligándome a confiar en los mortales y erigir juramentos, que aún milenios después me beneficiarían.

Loreth me había entregado el sentimiento más preciado que poseía, a cambio de borrar de la memoria de todos los habitantes del reino lo que existió entre él y Denian: su amorío. Obedecí a sus peticiones, pero ninguno de los dos previó que el don de Denian dejara residuos de aquello debía desaparecer: sus recuerdos. La obsesión distorsionó el cariño, llevando a Denian a cometer crueles actos en nombre del amor, mas el destino daría a cada uno lo justo, incluyéndome.

«El amar es peligroso, por amor se puede sacrificar todo o a todos... Denian, ¿alguna vez te habrás lamentado por todas las personas que pagaron el precio de tu amor? El sentimiento más noble, te llevó a cometer actos tan siniestros... Pero a pesar de la locura, tenías razón: tú y yo somos parecidos, dispuestos a dar la mayor oblación: sacrificarnos, sin importar el dolor y la agonía del destino incierto, sólo nos quedaba aferrarnos a la esperanza de propiciar con nuestra ofrenda, tú su amor, y yo su salvación. Heme aquí, dispuesta una vez más al martirio por él»

Reflexioné al comprender, que estaba dispuesta a Sacrificar a Samael, quien sin poseer opción, era lacayo de una maldición impuesta por un hombre que amó hasta la perdición. Y ahora él, el mejor amigo de Galael, el hombre que lo empujó a buscarme, tendría que protegerlo con su vida.

Samael se encontraba a un par de cuadras del condominio, como acostumbraba había salido a correr. Yo aún era un ente deshecho cuando le alcancé. Le rodeé dispersa entre las mariposas, forzándolo a detenerse. Uno a uno los insectos se reagruparon para darme forma, hasta que volví a poseer mi cuerpo. La calina se diluyó conforme a mi voluntad, permitió que nos observemos. Samael no pareció sorprenderse, sin embargo, la decepción se apoderó de sus facciones.

—Con que usted es la Bruja del Olvido... —murmuró—, es una lástima, me agradaba —agregó. La melancolía se transformó en ira, junto al empuñé de sus manos. Comprendí su coraje, la mayoría de los descendientes del Rey Denian me aborrecían, pero a diferencia de otras ocasiones, ésta me pesó—¿Dónde está Gael? ¡¿Qué le ha hecho?! ¡Mald...!

—¡Silencio! —exclamé, el viento vibró entre nosotros, rehuyendo de su cólera y mi poder—. Elija bien sus palabras cuando se dirija a un Yeudel, no crea que porque ayer éramos vecinos, hoy puede hablarme de esa forma —Le miré con desdén. Me ofendía que se atreviera siquiera a insinuar que yo podría lastimarle—. Soy paciente, mas no bondadosa. No confunda mi serenidad en los días previos, con la carencia de carácter; si volviese a faltarme el respeto de tal forma, comprenderá que hay más amabilidad en la muerte que en una mujer iracunda.

—Lo siento, disculpe mi falta de compostura —Contrario a su significado, sus palabras eran como puñales, estocando mi calma—. Iré por él, ¿en dónde se encuentra?

Suspiró. Un sutil barullo escapó en su exhalación, dejándome ver lo que se escondía tras el reacio rostro: un hombre carcomido por un odio sembrado, el que generación en generación era transmitido para temerme y odiarme, para servirme sin titubeo. A diferencia de sus predecesores, sentí pena por él, probablemente por la breve amistad que pretendíamos tener. Vivía atemorizado por algo que era inexistente, yo jamás cumpliría muchas de las amenazas que eras atrás se habían contado entre rumores y verdades.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora