Capítulo 27: El Réquiem de la muerte - Parte IV

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Caminé siguiendo un sendero. Mi cuerpo no obedecía mis pensamientos, era arrastrada por una fuerza ajena, estaba dentro del cuerpo de alguien más, yo era solo una espectadora a través de sus ojos. Murmullos de oraciones incompletas y cuerpos sin rostro se movían a mi alrededor. Iban y venían, siguiendo la secuencia.

«¿Qué son?»

—Este es el fragmento de un recuerdo tuyo —La voz resonó en la habitación, pero nadie más pareció escucharla, salvo yo—. Inaccesible para ti, porque eras muy pequeña, pero posible para nosotros. La mente es un conjunto de información, solo debemos buscar lo que necesitamos y sacarlo a flote. Como tomar una tablilla entre millones. Las sombras son vacíos, gente o lugares que viste, que estuvieron ahí, pero que no prestaste atención suficiente, por eso lucen de esa forma: espectros.

—Entiendo, este es mi pasado.

—Nada de lo que veas puede ser cambiado, sin embargo, es probable que esto te transforme o trastorne, por ello, la decisión es tuya —Su dominio sobre mi cuerpo se diluyó. Apreté las manos y moví el cuello.

—Después de arrastrarme hasta aquí, ahora me dejan elegir.

—Somos seres benevolentes. Nosotros, te concedemos la oportunidad, que dices se te ha negado: la libertad de elegir tu destino.

Las voces se fueron apagando, dejando que el barullo detrás de la puerta inundara mis oídos. En cuanto les reconocí, el corazón se me aceleró: al otro lado, mis padres hablaban. Me dispuse abrir, cuando una idea me detuvo.

«Los amurabis están seguros que lo que hay aquí me hará unirme a ellos, pero... ¿Es eso lo que deseo? —Solté las manijas de la puerta—. El pasado no puede cambiarse, pero puede, en más de una vez, destruir nuestro presente, destruir el mío... ¡Ja! Como si tuviera mucho por delante —Suspiré—. Si no abro esta puerta mi vida acabará totalmente, al fin podré concluir mi ciclo, pero, ¿es esta la forma en que quiero acabar con esta historia? »

—No tenemos más opciones —En la suave voz de mi madre se colaba la preocupación—. ¡Debes irte!

—¿Y faltar a mi palabra? ¿A mi honra?—Respondió Iritam, mi padre—.¡Jamás! Ya he sido catalogado como una vergüenza por mi linaje, no pesará sobre mis ancestros una deshonra más, además, debo seguir lo que ellos han dicho, tu visión se hará realidad.

«¿Ellos?»

—No, además hace mucho que no les he visto más...

«¿Qué visión? ¿A quienes se refiere?»

La curiosidad centelló, como lo había hecho antes, me empujó: a veces era un simple paso, otras veces una palabra, una pregunta, una idea o una decisión, todo comenzó con la inquietud: pequeña como una ola perdida, se agitó lo suficiente para ocasionar un caos en mí. Recordé sentirla por primera vez cuando mis manos empujaron una puerta, quería saber qué había detrás de ella, y la satisfacción de encontrar respuestas, alimentó ese deseo durante mucho tiempo más, en ocasiones me dio fuerza o me salvó. Sin embargo, esta vez, me había traído hasta mi muerte. De nuevo, como si me encontrara en un ciclo, frente a mí estaba una puerta y dentro de mí, una fuerte inquietud: la curiosidad.

—¡Vaya! —Exhalé desesperada—. Eres mi aliento y mi mal, algún día esta búsqueda me costará algo más que la vida, pero no será hoy —Y sin pensarlo más, empujé ambas portezuelas.

Un estallido de excitación latió ante la satisfacción de mi deseo: ver que había más allá. La revolución de sentimientos pasó de la plenitud al asombró, y de éste a la melancolía. Frente a mí, Iritam, mi padre, llevaba entre brazos a un pequeño bebé, acariciaba con ternura el sutil cabello negro.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora