Capítulo 18: La mariposa vs el león (Parte III)

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Conformé me acerqué a la ciudadela, un sentimiento inquietante me invadió. El instinto me alertó de un peligro. Aquella calma que engullía Neufar no era normal, sentía que la maldad aguardaba, sin disimulo alguno, mi llegada. La sensación me resultó familiar; era como una espesa capa que dificultaba el vuelo. Esa fuerza sólo podían irradiarla dos seres: Ixiora o los yorubas. Esperaba que fuera Zoran.

Llegué bordeando la costa, busqué desde el aire a mi compañero y seguí el rastro de una batalla: paredes rotas y edificios maltrechos. Quería creer que la oscuridad pertenecía a mi aliado, mantenía distante el temor latente: Ixiora. Contrario a lo que mi instinto dictaba, me apresuré. La angustia se acrecentó a cada segundo, no estuve preparada para enfrentar a los miedos, que cobraron forma frente a mis ojos; descendí presurosa rodeando el cuerpo albino que yacía sobre el concreto. ¡Mis sentidos!, ¡mi mente!, ¡nada daba cabida a lo que veía!: la sangre fluía sin cautela por la profunda herida en el estómago

—¡Zoran! —grité aterrada en medio del paraje desolador—. No es posible... ¿Cómo ha sucedido...?

Mis manos se quedaron detenidas a unos centímetros de su rostro, mientras mi corazón galopaba a paso inquieto, sin destino alguno. No quería tocarle y hacer real la pesadilla, mis pensamientos iban y venían de la negación a la histeria.

—Sí este poder no es de él, ¿entonces...? —La voz se quedó atascada en mi garganta, mientras el temor comenzaba a crecer, una sombra se proyectaba sobre mi seguridad, no me atreví siquiera a buscar al culpable—... ¿De quién es? —Me cuestioné, aunque conocía la respuesta, no osé a pensarla, me centré en la culpa, en la idea de perder a mi amigo, incluso en el dolor de mi pecho, todo era más tolerable que la verdad, que me negaba a aceptar. 

«No es posible —pensé, bajé con cautela una de mis manos, buscando sentir su respiración—. Sigue vivo... —concluí con cierto alivio»

Examiné la herida, y sin darme cuenta, la lluvia se desató en mis ojos: el terror y la culpa me asolaron, venciendo mi endeble fortaleza. Torpemente toqué la lesión, traté en vano de detener el flujo, levanté mis manos y contemplé asqueada el líquido que escurría entre mis dedos. El tacto me permitió confirmar la gravedad de la situación. La respiración se me detuvo, poco me importó los gritos de mi cuerpo por oxígeno, cuando éste lo necesitó.

—No puede morir, es inmortal —Me dije en un falso consuelo—. Ella no lo haría...Él menos... —musité, ansiado alejar la idea, por lo menos unos segundos más.

«Es mi culpa —afirmé, miré impotente el resultado de mi negligencia—.Tenía razón, era una trampa... ¿Cómo pude subestimarles?»

—Yo...yo... —tartamudeé arrepentida—.¡Por favor!¡Sálvelo!—supliqué a la inexistencia, pues no había diosa a quien rezar; imploré por Zoran y por él, por el yoruba que se movía entre las sombras y los escombros que nos rodeaban.

Un soplo de alivio se sujetó a mis manos, cuando Zoran extendió su brazo hacia a mí, me liberó de la histeria. Le tomé con más fuerza de la necesaria, pero él no se quejó, yo era como una niña despertando de un mal sueño, me aferré a una realidad más benevolente, una dónde él no moría.

—No...es... tu culpa —murmuró, y el dolor se apoderó del rostro cansino—.Debes... irte...

—Lo siento, lo siento, lo siento... —repetí la letanía con fervor—. Mi error fue desconfiar de tu pericia, de tu sabiduría... y has tenido que pagarlo tú...

—No —dijo sin aliento—. Vete...

—No, no puedo... —repliqué. Intentó persuadirme, pero sellé sus labios con uno de mis dedos—. Guarda fuerzas —pedí con dulzura. Acomodé los cabellos teñidos en su sangre, cubrían la mitad del rostro, y hacerlo, pude ver la pupila ahogada en el mar carmín—. Debí escucharte... —admití con la esperanza pendiendo de un hilo y los arrepentimientos quebrándome la voz.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now