Capítulo 18: La mariposa vs el león (Parte I)

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Neufar, 30 de Abril de 1940.

En voz de Siri.

"No existe una victoria en la guerra, de sus cenizas nace la tristeza y el odio; y de ellos volverá emerger la beligerancia, un ciclo que se repetirá hasta la extinción de todos los combatientes"

En Neufar había una mezcla de sonidos, un rotundo escándalo, como si todos clamasen a gritos misericordia, un estallido previo al silencio. Los sonidos provenían de todas partes, embulléndome, despidiéndome. Recorría por última vez las callejuelas, dispersa entre las mariposas, asegurándome de pasar por aquellas que tuvieron un significado para mí, pero en realidad no eran los lugares, sino las memorias que evocaban. Esta vez no existía un tercero al que acompañar en el viacrucis, como lo había hecho antes, era sólo para mi alma abatida; cada herida que poseía estaba atada de un extremo a otro por delicados hilos, a punto de romperse con el recuerdo de Galael.

Saboreé el aroma del café que escapaba de un edificio cercano, presté atención al sonido de una radio distante, que advertía a los pobladores del ciclón, me perdí por un instante en la eternidad en la normalidad de la ciudad. Fingí ser uno más de los insectos contemplando como el universo perpetuaba el ciclo sin mí. Paulatinamente la gente se desvaneció, y los sonidos también, lo único que restaba era una mudez atosigadora; era el silencio de la gente atemorizada, ignorantes de lo que acontecía fuera de sus hogares. Aquello, revivió el recuerdo de Ebath, la ciudadela que muchas veces enfrento la ira de los yorubas y la indiferencia de La Creadora; sumida en el caos y la guerra, sucumbió, esperaba un destino más afortunado para Neufar.

Una noche artificial se había creado, consecuencia del cúmulo de nubes que cubrían el lugar. Miré al cielo desalentador y reprendí el desánimo que crecía en mi interior, me obligué a recordar mis propias palabras y la victoria contra Ixiora, para ahuyentar mi negatividad.

«Aunque no pueda verle, el sol esta brillando; de igual forma, aunque el destino sea oscuro, no perderé la esperanza, seguirá ahí, en la tormenta, resistiendo. Lucharé»

El viento sopló cargado de sobrenaturalidad, y no fue la fuerza de Zoran, éste había desaparecido después de nuestra conversación con Samael. Estaba segura que su distanciamiento era un castigo auto impuesto, para reprenderse por sus errores. Agradecí la soledad, la necesitaba, debía convencerme de ser capaz de empuñar un arma contra el hombre que amaba. El rugido de la calamidad se escuchó como un poderoso trueno, que quebró el silencio.

-¡Dios mío! ¡Esa es Janeth!-gritó alguien en la cercanía.

Ese era el nombre que le habían dado. Los humanos poseían esa manía por bautizar todo, sin siquiera cuestionarse si aquello poseía un nombre: Calamidad. Extrañamente, más poderosa de lo habitual. Con una amargura contenida en el corazón, me despedí del lugar, uniéndome al silencio que dominaba. Continué el vuelo. Sabía hacia donde debía dirigirme, el norte. A unos kilómetros de Neufar, la bestia embestiría a la ciudad. Creíamos que Ikamori le enfrentaría ahí, ya que obedeciendo a su deber, no permitiría que la calamidad se acercase a la ciudad, de hacerlo, la desaparecería.

Zoran y Samael ya aguardaban por mí, ambos estaban refugiados tras una barrera de viento que había creado el yoruba. Pese a estar ahí por voluntad, el rostro de Samael reflejaba lo contrario; sin embargo, al verme sus facciones se relajaron levemente. Aunque no podíamos verle, todos éramos capaces de sentirle, una fuerza descomunal provenía de una neblina que cubría el mar.

-¡No puedo sentir la presencia de Ikamori! -exclamó Zoran, noté la preocupación en su voz-. ¿Le has sentido? -preguntó a Samael, quién se acercó para escucharle mejor, a diferencia nuestra, la lluvia y el viento, pese a la barrera, le resultaban ensordecedores.

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now