Capítulo 27: El Réquiem de la muerte - Parte III

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Mi intelecto no bastaba para comprender lo que mis ojos veían, seres sin forma combatían en un plano rodeado de oscuridad, que únicamente se iluminaba con el impacto de sus cuerpos: eran como dos soles que colisionaban en la distancia, produciendo un sonido indescriptible.

—¿Acaso ellos son los Creadores? —pregunté y me cubrí el rostro ante la luz.

—Sí. Orobel e Ixiora, padre y creación, enfrentándose por el dominio del otro. Una guerra en la que nosotros somos simples piezas. Sí, tú también eres una, pero una vital.

—¿Por qué...? —Mis palabras se perdieron en mi grito horrorizado. El resplandor nos alcanzó, una luz abrasadora consumió todo, quemándome.

—Cuando fuerzas de su tamaño se enfrentan, lo único que queda es la destrucción —Abrí los ojos para encontrarme flotando en el universo, entre restos de asteroides y polvo cósmico—. El Padre sabedor de ello, ofreció a la hija una opción: librar la guerra que ella misma había emprendido a través de sus obras; creaciones inferiores cuya fuerza no erradicaría la máxima obra: ellos mismos. El padre aceptaría el resultado, si la hija aceptaba también. Un pacto hecho con tadum, una promesa inquebrantable.

—Orobel perdió —Nos movimos a través del universo y el tiempo, viajando entre las estrellas hasta llegar a un enorme fauce oscura, todo a su alrededor era consumido sin posibilidad de escape—. ¿Qué es eso?

—El Kabalaos, situado al centro de la galaxia, es la cárcel que retiene a nuestro padre: Orobel —La piel se me erizó—. El destino del perdedor, pero... —Una luz parecía resplandecer tenuemente al centro, casi extinta—. El juego aún está en marcha: mientras existan piezas, habrá posibilidades de continuar jugando. Él aún no ha perdido. Toda celda, por muy resistente que sea, puede romperse, es cuestión de tiempo. Y así, el tiempo de quebrar los barrotes que nos retienen ha llegado: eres tú. No es un accidente que nacieras con las cualidades necesarias para usar el Jaats; ni creciste en esta época y bajo las circunstancias necesarias para forjar el carácter requerido para enfrentar a un Creador. Estás aquí no porque Vida lo quisiera, sino por que él así lo dispuso, tú no eres obra de Ixiora, sino de Orobel: nuestra.

—No es así. Soy humana, soy descendiente y obra de los Umus, hijos de Ixiora, vida, la creadora, ya no sé ni siquiera qué es, que son o qué es ella... Es tan confuso.

—Pronto entenderás —Procedió—. Los amurabis poseemos la habilidad de controlar mentes y otros cuerpos; sin embargo, carecemos de un cuerpo material como tú... —Frente a mí seres gigantescos se congregaron. Bajo mis pies se formó un pequeño lago—. La guerra estaba perdida, y en una última jugada arriesgada, hermanos nuestro tomaron los cuerpos malheridos del enemigo: los umus, ella jamás lo sospechó —Grandes burbujas de un líquido plateado se elevaban dando forma a un cuerpo: el de Eluith—. De nuestro aparente final, trazamos el comienzo a un nuevo plan: Eluith, Aritha, Mirtrhim, eran parte nuestra.

—Por eso sus mentes distaban tanto de los seres que Vida conocía...

—Exacto, asumir el control de otro ser, es matarlo. Nosotros matamos sus mentes y usamos sus cuerpos, para engendrar a una nueva raza: los humanos.

—Es por eso que Mirtrhim, Arita y Eluith estaban buscando cómo librarse de ella... ¿fue por ello?

—En el proceso las conciencias de nuestros hermanos se perdieron, no obstante, en la inconsciencia la voz de nuestra especie hablaba, el deseo de nuestro padre prevaleció, por ello querían librarse de Vida. Esto permitió a Orobel seguir en el juego —Hizo una pausa—. Los humanos brotaron de la carne de los umus y el tadum de los Amurabis, por lo tanto son...

—Piezas para ambos...

—Para ninguno... —Levantó la mano y sobre ella se reunió tadum dorado—. Siri, ¿conoces los principios de la creación?

La Bruja del OlvidoWhere stories live. Discover now