Capítulo 26: El sacrificio de Mirthrim - Parte I

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Bosque Bermejo, en el letargo de la Diosa

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Bosque Bermejo, en el letargo de la Diosa.

En voz de Siri. 

"Aunque el olvido abrace los recuerdo de un hijo, una madre jamás dejará de amarle, incluso cuando este camine en su contra"

Creemos saber qué es lo correcto y  qué no. Son conceptos que nos han inculcado, y que al crecer, extendemos sus límites para hacer más soportables nuestras culpas, y más permisibles nuestros actos. Yo lo hice. Crecí en una sociedad que consideraba a los yorubas como la consecuencia de una aberración: el amor. Por ello, pese a su naturaleza, me resultaba plausible apoyarlos, porque al igual que ellos, había nacido de ese mal.

Pero eso no hacía más sencilla la situación. Durante muchos días deambulé de un sitio a otro, huyendo de las consecuencias de mi decisión, ocultándome entre los árboles que no me cuestionaban y la mirada de los animales que no acusaba. Su indiferencia me ofrecía la paz que tanta falta me hacía. Distraía el corazón con el peligro y retenía el llanto con el cansancio. Me enfoqué en sobrevivir a la crudeza del bosque, para alejar esa voz que clamaba su nombre: Galael. .

Una noche, exhausta, aguardaba en la entrada de una madriguera de un escarabajo perlado. Era el escondite más seguro, pues otras alimañas no solían acercarse por el aroma que despedían. Las grandes tenazas se asomaron primero, con la lentitud que les caracterizaba tras el largo sueño, emergió. Observé con cautela, admirando el reflejo de los rayos de la luna sobre su coraza. El rostro somnoliento se cruzó con el mío, no me inmuté, pues previo al despertar eran casi ciegos y tranquilos. Le vi alejarse, haciéndose más veloz, pero también más siniestro.

«La noche los transforma —pensé mientras tomaba los maderos que había recolectado—. Tras el primer rayo de luna, los demonios blancos despertarán, probarán la libertad, para retornar a la esclavitud con el sol. Le llorarán a las estrellas por su padre, rogarán su retorno, pero no serán oídos por nadie. Así será, mientras reverdezca el gran árbol»

Me detuve a unos metros de la madriguera, di un último vistazo al gigante. Y comprendí.

—Los Amurabis —susurré. Deduje, que aquellos seres que habían perdido la guerra contra Ixiora, habían acabado así—. ¿Mientras el gran árbol florezca...? ¡La Creadora!

La madera cayó, rodó hacia el interior de la cueva. El entusiasmo del descubrimiento, se transformó en temor. Asimilé que yo podía acabar así. Todos podíamos terminar muertos, o peor aún, penando por la eternidad.

«No quiero —Abracé mi cuerpo tembloroso—. No somos tan poderosos... ¡Ni siquiera soy fuerte! ¡De qué me serviría curar heridas en una lucha! ¡Eso no va a dañarla!»

No tuve tiempo de lamentarme más. Un vaho me envolvió en un aroma repugnante. Apenas levanté la vista, y me topé con el rostro de un escarabajo perlado. El animal rechinaba los pequeños dientecillos, salpicando su ácida baba.

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora