Cap #2

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Jace

–Vamos, vamos –me doy ánimos y lanzo el cuchillo. Rueda por el aire y cae fuera–. ¡Maldita sea!

Treinta y seis cuchillos y ninguno entraba en la estúpida diana.

–Wow, eso estuvo feo –dice Simon recargado en la entrada.

–¿Hace cuánto estás ahí? –pregunto nervioso.

–Lo suficiente para ver que no clavas ni un cuchillo.

–No es mi culpa –me defiendo.

–Claro. La culpa es de la diana que se mueve cuando lanzas. Creo que no debemos darle tantas libertades.

–Así que tú también lo sabes. Por un segundo pensé que era el efecto de una droga.

–Déjate de excusas baratas y vamos a trabajar –camina hacia mí y noto que tiene el traje de entrenamiento.

El tener a Simon como tutor no es tan malo, bueno, aveces es incómodo cuando a mitad de la clase comienza a hablar con una chica y coquetearle por teléfono, pero así es Simon. "El vampiro diurno" lo llaman, porque sale a cazar de día y pasa las noches en la cama. Claro que no su cama y no precisamente durmiendo.

–Pero antes, te tengo una sorpresa.

–¿Qué cosa?

Cuando Simon dice algo en ese tono juguetón nunca nada termina bien para mí.

–¡Clary! –llama y una chica entra a la sala.

¡Mátenme! Es Clary Morgenstern, ¿voy a entrenar frente a ella? Si Raziel no me odiaba lo suficiente aquí está la prueba de hasta qué punto decidió que yo no era uno de sus hijos.

–¿Tú lanzaste esos cuchillos? –Clary mira mi nuevo tapiz de afiladas puntas.

–Oh, yo...

–Sí, Clary, ¿qué otro idiota lanza tantos y no le da ni una vez?

–Gracias por el apoyo –miro mal a Simon

–Bien, basta de distracciones, tenemos que empezar –apremia Clary.

Sólo espero que el mango no se me resbale y por accidente hiera a Clary. Raziel, si aún me escuchas, te ruego que me protejas.

Isabelle

–¡Isabelle! –llama Alec del otro lado del parque.

Corro de inmediato con el corazón en la mano. Ese grito significa que algo va mal. Cuando llego veo a Alec luchar contra el demonio que lo mantiene en el suelo, esa cosa con seis brazos lo sostiene de las piernas mientras intenta morderlo y mi hermano sostiene una barra para alejar los colmillos de su cara. Le lanzó una daga que queda incrustada en su espalda y la cosa chilla y voltea a verme, o al menos eso pienso, ya que no tiene ojos. Se lanza sobre mí y yo reacciono tan rápido como puedo, pero no es suficiente. Ambos rodamos sobre el pasto; siento un dolor agudo en la pierna y aprieto los dientes para no gritar. Cuando levanto la vista, veo al demonio a punto de clavar su mandíbula en mi rostro... mi cara se llena de algo pegajoso y el peso desaparece. Alec mira con asco su cuchillo y lo limpia en la tierra.

–¿Estás bien? –pregunto todavía con la impresión.

–Desde luego, Liz –responde aburrido.

–¡Que no me llames así! –odio cuando me llama de otra forma, según él mi nombre no es lo más importante, ¡que idiota!

–Lo siento, Ivy.

–Ash, eres imposible.

–Y por eso me amas.

–No, no te... –intento levantarme, pero el dolor de la pierna regresa, esta vez más duro.

Me tumbo en el piso y presiono mi mano contra el muslo... ¡Mierda, sí que duele!

–¡Isabelle! –Alec se arrodilla junto a mí y con una navaja corta el traje para revelar la herida.

Tengo un corte largo y profundo en mi muslo, del cual sale algo parecido a espuma amarilla. Es asqueroso. Alec toma su estela y marca un iratze, pero la herida no cierra; esto es malo, muy malo.

–Vamos –Alec me carga estilo princesa y comienza a correr en dirección al Instituto.

–¡Au! –me quejo cuando da una vuelta y accidentalmente toca mi herida con su codo.

–¿Estás bien? –detiene su carrera y me mira preocupado.

–Sí, pero una de tus lentejuelas se me enterró –me quejo y acomodo mejor en su brazos–. ¿No pudiste traer el que tiene diamantina?

–Idiota –bufa y vuelve a correr–. Llamaré a Catarina...

–No está.

–¿Qué?

–Recuerda que se fue con Ragnor.

–¡Maldición! ¿Entonces a quién llamamos?

–No lo sé, es lo malo de vivir en una ciudad donde sólo hay un brujo.

–¿Preferirías vivir en Idris? –pregunta antes de llegar a las rejas del Instituto.

–No lo sé –recargo mi cabeza sobre su hombro, me siento débil.

–Isabelle. ¡Isabelle! –la voz de Alec me comienza a sonar lejana y cierro mis ojos, estoy cansada–. Abre los ojos, ya casi...

Veo que entramos al Instituto y todo se vuelve negro.

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now