Cap #28

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Isabelle

–¡Camino libre! –anuncia Maia desde la planta baja.

–¿Listos?

Miro a los cuatro niños detrás de mí. Tiberius toma la mano de Julian y con su otro brazo carga a Octavian. Livia se encarga de las maletas que guardan comida y las almohadas de Julian.

–Listos –dice Tiberius finalmente.

Juntos bajamos las escaleras y nos reunimos con Maia en el vestíbulo. Ella sale primero y nos hace una señal para seguirla. Afuera, el cielo rojizo por las nubes es tan claro que permite a débiles rayos de sol pasar e iluminar la ciudad lo suficiente para ver y para mantener a raya a los demonios. A veces me pregunto, si pudiera volar por encima de esas nubes ¿qué encontraría? ¿Vería de nuevo ese azul que tanto me cuesta recordar? ¿O sería peor? ¿El cielo realmente estará muerto?
Jules se da cuenta que miro al cielo y él también lo hace, entonces comienza a estirar su mano libre y la cierra en el aire. Acerca la mano a su cara y mira lo que sea que atrapó.

–Lindo –dice antes de volver a abrir la mano y liberar a la pequeña mosca.

Podrá tener la mente de un niño de dos años, pero sigue teniendo los reflejos de un cazador de sombras entrenado.

–Vamos, Jules, ahora no es tiempo de jugar –le riñe Tiberius, ya que en su afán de atrapar a la mosca se jaló hacia atrás, provocando que Tiberius también lo hiciera.

–No, no.

Jules sigue su caminata sin quejarse y me sorprende ver lo bien que Tiberius lo maneja. Pensé que sería más difícil convencerlo de venir con nosotras, pero en la mañana me despertó y preguntó si aún estaba en pie mi oferta de acompañarnos. Le dije que sí y Maia me miró mal, pero no dijo nada cuando comenzó a ayudar a Livia a empacar.
Maia se detiene al frente de la formación y me doy cuenta que otro grupo de personas se detiene frente a nosotras. Mundanos sin duda, dos mujeres y tres hombres.

–¿Qué quieren? –pregunta Maia.

Uno de los hombres parece querer acercarse pero la mujer junto a él lo toma de la mano e indica con la cabeza que sigan su camino. El hombre vuelve a mirarnos.

–¿Son humanos?

–¿Qué diferencia hay? –responde Maia al único hombre que parece saber hablar.

–Ayudamos a los humanos.

–Pues mala suerte. Somos lobos.

El hombre y sus compañeros sacan cuchillos de unas correas especiales en su espalda. La mujer que antes intentó detener al primer hombre hace una mueca de disgusto antes de también sacar un largo y claramente recién afilado cuchillo de plata.

–¿De verdad quieren hacer esto? –doy un paso al frente poniéndome entre los niños y los mundanos.

–Cuando la comida se acabe, que ya está pasando, nos cazarán de todos modos. Sólo nos adelantamos.

El hombre avanza y el resto lo sigue. Maia deja ver sus garras y yo también comienzo a dejar que el cambio cubra mi cuerpo. Antes de decirle a los niños que busquen refugio, un silbido corta el aire y temo por un segundo que la mujer haya lanzado su cuchillo de plata. Un grito se escucha, pero no es de Maia y definitivamente no mío. El hombre que habló cae de rodillas con ambas manos en su cuello donde una flecha sobresale.
Tiberius avanza hasta quedar entre los mundanos y nosotras; carga la ballesta de Mark con increíble facilidad. El hombre deja de moverse y el resto retrocede un paso.

–Váyanse. No quiero matar a nadie más pero lo haré.

Otro hombre, mucho más joven que el primero, sonríe de una manera escalofriante antes de correr hacia Tiberius, quien sin pestañear apunta y dispara directo a su pecho. Carga otra flecha que guarda en el elástico de sus pantalones justo a tiempo cuando una mujer, después de ver cómo mataban al segundo, intenta avanzar también. La flecha termina en su frente.
El último hombre y la última mujer miran a sus compañeros y después al niño que los mató.

Un mundo de cabeza *Malec*Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang