¿Cap #2?

755 73 28
                                    

Magnus

Unos balbuceos incesantes me despiertan. Al principio pienso que son parte de mi sueño pero conforme me concentro distingo la voz de Alec y algunas palabras sueltas.

–... Rojo... Espada... Mano –Alec está sudando y sus ojos bajo los párpados se mueven de un lado a otro, no se ve nada bien– Cuello... Sangre... Rojo... Cielo...

–Alec –lo llamo al tiempo que muevo su hombro–. Alec, despierta.

–Sangre... Mucha sangre...

–Alec, estás soñando, por favor despierta, lo que ves no es real. Alec, por favor.

Alec abre los ojos de golpe y se sienta de la misma forma. No logro quitarme a tiempo de su camino y termina dándome un cabezazo.

–Ah –me quejo.

–¿Magnus? –pregunta Alec desorientado y cuando me reconoce con una mano sobre mi frente intenta apartarla– Perdón, ¿estás bien?

–Sí, tranquilo, no es nada –saco chispas azules de mis dedos para calmar el dolor punzante y evitar esa futura marca púrpura–. ¿Y tú? ¿Qué estabas soñando?

Alec se relame el sudor de los labios y me mira a los ojos. No es de ninguna manera tranquilizante.

–Con un mundo muerto, Magnus. El cielo estaba rojo y los demonios estaban en la tierra y todos los nefilim estaban muertos y yo también lo estaba...

–Alec –lo abrazo para calmarlo–. Está bien ahora, estás bien. Mira, amor, mírame. Estás vivo y el cielo es el mismo, un poco gris por las nubes, pero mañana estará despejado y los demonios no invadirán la tierra ¿correcto?

Alec acaricia mi mejilla y se inclina para besarme. Al principio no respondo por la sorpresa, pero tan pronto pasa me dedico a profundizar y acelerar el beso. Había extrañado sus besos tanto que nunca serán suficientes. Todos esos días preocupado porque despertara, las noches en vela junto a él queriendo ser el primero que viera. No lo fui. Dejé que Isabelle me convenciera de salir a bañarme y cambiarme, algo que tal vez nunca me perdone, pero ahora eso ya no importa; sólo importan los besos de Alec que parecen sugerir más y me encanta la idea.
Con cuidado ambos terminamos restregando nuestros cuerpos contra el otro y de pronto ya no son sólo nuestras bocas quienes buscan más, sino también manos traviesas que acarician cada parte que es posible.

–Magnus... –suspira Alec cuando por un momento dejo de besarlo y me concentro en su cuello– ¿Me prometes que esto es real?

Cuando lo miro, me sorprende ver sus ojos tan desesperados por una respuesta.

–Lo es, Garbancito, es real. Yo soy real, tú eres real, y ésta habitación es real.

Alec asiente y se acurruca en mi pecho.

–¿Qué haces? –pregunto sorprendido.

–Sólo quiero sentirte –Alec me abraza por la cintura–. No lo he hecho en lo que parece una vida.

Me sorprende que con él, un momento tan desenfrenado y excitante pueda detenerse de golpe y no me importe en lo absoluto. Rodeo a Alec con mis brazos y él acaricia mi pecho sobre la playera formando lo que se siente como un pentagrama.

–¿Y ahora qué haces, Garbancito?

–Magnus, ¿cuando muera qué vas a hacer?

Sé que Alec me mira, puedo sentirlo, pero yo no quisiera que me viera ahora, no con la cara que debo tener de la impresión por su pregunta tan repentina. Pero supongo que es la única pregunta que importa, aunque no es una que tenga respuesta, al menos no una fácil o que yo conozca.

–No lo sé. No... No es algo en lo que me guste pensar.

–A mí tampoco, pero ahora no puedo dejar de hacerlo –Alec vuelve a trazar el pentagrama en mi pecho–. Y, perdón Magnus, pero enserio necesito una respuesta.

Suspiro profundamente para darme valor de verlo a los ojos. Nunca me ha gustado llorar frente a cualquiera, verme tan vulnerable y que tal vez al otro no le importe lo suficiente. Pero no es cualquiera, es Alec quien está frente a mí.

–Mi Alec... El día que mueras será el peor de mi inmortal vida. Si ahora estoy llorando por imaginarlo no quiero ni pensar en cómo me sentiré cuando sea verdad, cuando no vuelva a oír tu voz, tu risa o tus quejas porque uso demasiado perfume –la risita de Alec es un sonido hermoso, pero ahora también un poco doloroso por estar consciente de que un día no volveré a escucharlo– . Sé que parezco alguien fuerte y estable, y es verdad que he soportado muchas cosas, muchísimas pérdidas, pero ninguna se comparará con la tuya, y por eso no puedo darte una respuesta. No sé si cuando mueras no querré salir de mi habitación o si me embriagaré hasta la inconsciencia o si, aunque en verdad sé que no quieres escucharlo, cometeré una locura.

Alec acuna mi rostro y acaricia mis mejillas humedecidas igual que las suyas.

–Lamento causarte este dolor, Magnus. Lamento que un día por mi culpa vas a sufrir de esa manera...

–No, Alec, no digas eso, no te sientas culpable –de un movimiento quedo sentado sobre la cadera de Alec y pongo mis manos a cada lado de su cabeza–. Yo elegí esto, yo te elegí ¿entiendes? Sé lo que significa, sé que será difícil, pero más difícil para mí sería no tenerte, que no estuvieras a mi lado –una de mis lágrimas cae sobre su mejilla y sigue su recorrido natural hasta las sábanas–. Te amo, Alec, de una manera que nunca he amado a nadie y que valdrá la pena, porque eso es lo único que tengo seguro, que el dolor de perderte valdrá la pena por haberte amado.

Alec se sienta y sostiene mi espalda para que no me baje de él. Mis piernas quedan a cada lado de su cuerpo y mis brazos rodean su cuello.

–Yo también te amo, Magnus. Te amo tanto que a veces me pregunto cómo puedo hacerlo, cómo puedo pensar en ti todas las noches antes de dormir y cómo es que mi mano te busca antes de siquiera abrir los ojos. Siempre eres tú, Magnus, siempre serás tú.

Lenta, muy lentamente, Alec vuelve a besarme y no me importa probar sus lágrimas mezcladas con la saliva, de hecho me gusta, me gusta probar todo de él, sus tristezas, alegrías, preocupaciones y alivio, todo, lo bueno, lo malo y lo que sea que nos depare el futuro. Alec se aleja de mí lo suficiente para que pueda ver sus mejillas coloradas.

–¿Quieres hacerlo?

Antes de responder, me remuevo sobre su cadera y puedo sentir que mi respuesta va a gustarle.

–Por increíble que parezca, no, no quiero hacerlo esta noche –acomodo el pelo largo de mi novio lejos de sus ojos–. Quisiera acostarme sobre tu pecho para escuchar tu corazón latir mientras lo haga.

Con una sonrisa, Alec se recuesta y yo me acomodo para escuchar su palpitar un poco acelerado. Intento pensar en la última vez que preferí escuchar el latido de alguien a acostarme con él, y, como siempre, no lo logro. Alec definitivamente es mi primero en tantas cosas.
Siento las manos firmes de mi novio acariciar mi espalda baja y uno de sus dedos marcar de nuevo el pentagrama sobre mi playera. Tal vez mañana pueda preguntarle sobre eso, seguramente tiene que ver con su pesadilla o alucinaciones de ese mundo de cabeza, no lo sé, pero este no es momento de preocuparme, ahora sólo quiero disfrutar del rítmico latido de Alec que, como una canción de cuna, logra que me vuelva a dormir.

...

No lloren ni se vuelvan locos por favor, todavía me queda mucha historia para lograr eso. Oh sí, esto aún no termina, sólo se pone más interesante. Me explico.
Ya se había establecido que el "mundo de cabeza" era una elaborada alucinación de Alec por un ataque demoniaco, y me pareció que perder eso sería un desperdicio. Así que decidí usarlo, ya verán cómo.

Espero que sigan con la historia y si tienen alguna pregunta, que no tenga que ver con mi salud mental, no duden en hacerla.

Capítulo dedicado a:

@_kitty_kitty_ . @NicoLizca . @user97115471 . @ANDREA910437 . @miraikousen . @pekitta_malec . @DivanhiMontoya1234 . @heyleytuqueen . @douniaeb14

💜

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now