Cap #24

838 64 9
                                    

Isabelle

Ya es noche y los menores duermen, bueno, menos Julian quien mira muy interesado como Tiberius, Maia y yo, desplumamos las aves para después guárdalas en el refrigerador que llenamos con la poca nieve que encontramos.
Julian toma varias plumas que caen al piso y comienza a juntarlas para crear algo que lo hace sonreír, aunque yo no le encuentro forma.

–¿Qué haces? –pregunto interesada.

–Un panal –lentamente el montón de plumas comienza a crecer y casi puedo ver la forma de un típico panal de caricaturas–. Tenía uno en casa para mi abeja, pero ahora no tiene casa igual que yo.

Un nudo se forma en mi estómago por escuchar a este niño que ha perdido todo y todavía sigue jugando como si nada.

–¿Y dónde está tu abeja?

–No lo sé –Julian deja de construir y mira detenidamente su montaña de plumas–. Se quedó en casa, el hada no me dejó ir por ella.

–Regresará pronto, Jules –interviene Tiberius–. Y cuando lo haga le gustará mucho que le construyeras un nuevo hogar.

Julian parece feliz cuando vuelve a su tarea de reunir y unir plumas. Miro a Tiberius y me doy cuanta que Maia también lo hace.

–¿Qué pasa con él? –pregunta Maia con cuanto tacto tiene.

Es decir ninguno.

–Nada. Él está bien –Tiberius arranca cinco plumas de golpe.

–Está construyendo un panal con plumas que todavía tienen carne y sangre en las puntas –señala Maia lo obvio.

–Él está bien –repite Tiberius firmemente–. Le gusta distraerse y ahora lo necesita –regresa a su tarea de arrancar plumas mientras sigue hablando–. Todos lo necesitamos. Olvidar por un momento que este mundo está condenado y que tal vez, ahora mismo, unos demonios intentan entrar por la ventana para devorarnos, o que es muy probable que no sigamos vivos el próximo año. No tenemos armas, hay poca comida, el agua está contaminada con sangre, la electricidad no funciona y casi todas las personas se han vuelto salvajes que matan a otro para devorarlo. A veces lo envidio –Tiberius mira a Julian, pero ni yo ni Maia apartamos la atención de él–. Puede desconectarse del mundo tan fácilmente, ahora dudo que haya escuchado algo de lo que dije, y es tan feliz sólo pensando que hace un panal para su peluche que fue destruido junto a nuestra casa.

La cocina queda en total silencio hasta que Julian estornuda y hace volar todas las plumas en diferentes direcciones.

–La rompí –dice Julian haciendo un puchero.

–Oh, Jules –Tiberius se arrodilla junto a su hermano y toma una pluma del suelo–. ¿Quieres intentarlo de nuevo?

–No, lo rompería otra vez.

–Es porque las plumas no son resistentes –Tiberius sopla la pluma en su mano para que se eleve y vuelve a soplarla cuando está apunto de tocar el suelo. Julian sigue el camino de la pluma que aterriza sobre su rodilla–. Esto debes hacer con las plumas, Jules. Tal vez después pueda conseguirte algo más fuerte para tu panal.

Julian, quien parece no haber prestado atención desde que la pluma aterrizó, sopla y comienza a gatear al rededor de la mesa para evitar que su nuevo juguete toque el suelo.

–Tiberius... ¿Puedo preguntarte algo?

El niño, aunque no actúe así segué siendo un niño, se levanta y me mira fijamente.

–¿Qué cosa?

–¿Por qué lo cuidas tú? ¿Por qué no te ayuda Livia?

La mirada de Tiberius se oscurece.

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now