¿Cap #5?

401 44 13
                                    

Jace

Después que Alec subiera las escaleras decidió volver a dormir. Por la tarde quise entrar a su cuarto para despertarlo y convencerlo de que bajara a comer, pero lo escuché gritar cosas sin sentido, aunque la verdad ni siquiera quise ponerle atención, sólo salí de la casa y comencé a dar un largo paseo que todavía no termino. Pero tal vez debería.
Ya casi anochece y Catarina debería estar por llegar.
Sé que Alec me hizo prometer que no le diría a nadie sobre sus sueños, pero no puedo mantener mi promesa sin, de algún modo, fallarle al mismo tiempo al no buscarle ayuda.
Es extraño, pensar que hubo un tiempo en que Alec me dijo que pedir ayuda era lo mejor, que siempre habría personas capaces y dispuestas a ayudarte si las dejabas. Y ahora quiere arreglárselas solo, o bueno, sólo conmigo, porque no quiere preocupar a nadie, en especial a Magnus.
Cuando estoy a pocos metros de la casa solariega, veo un portal abrirse no muy lejos y a una mujer azul atravesarlo poco después. Corro hacia Catarina y comienzo a gritar para llamar su atención y que no entre a la cabaña, a donde se dirige naturalmente. No quiero que los gritos de Alec la preocupen.

–¡Catarina! ¡Catarina, espera!

Finalmente estoy lo suficientemente cerca para que me escuche.

–¡Jace! –saluda sorprendida antes de comenzar a caminar hacia mí– Pensé que querías verme en la casa.

Saca de su abrigo la carta que pedí a Hypatia entregarle.

–Sí, lo siento, pero mejor hablemos por acá.

Sin preguntar, Catarina me sigue a un árbol no muy lejos cuyas gruesas y grandes raíces nos sirven de asiento.

–¿Vienes del trabajo? –pregunto cuando noto que tiene su uniforme de enfermera.

–Sí, es... –torpemente intenta cerrar su abrigo para cubrirse–. Entonces, ¿por qué me llamaste? ¿Por qué hiciste todo esto de ir con Hypatia y darle tu anillo para que firmara un contrato de silencio? ¿Por qué me pediste no decirle nada a Magnus?

Está molesta, es obvio, pero no lo suficiente para gritar. Espero que eso sea bueno.

–Es Alec –empiezo y Catarina se pone seria–. Ha vuelto a soñar con ese mundo de cabeza y estoy preocupado. Dice que lo tiene bajo control, que estará bien, pero cada vez que se duerme no deja de gritar, es...

–¿Hace cuánto tiempo? –Catarina se levanta– ¿Hace cuánto tiempo ha estado viendo eso?

–Unos días, tal vez...

De nuevo, Catarina no me deja terminar la frase cuando sale corriendo a la cabaña.

–¡Espera, Catarina!

Parece que no me escucha, o prefiere no escucharme y el miedo comienza a apoderarse de mí. Corro detrás de ella y, gracias a mi entrenamiento, la alcanzo antes de que cruce la puerta. Ya dentro de la casa los gritos desesperados de Alec se escuchan tan fuerte y desgarradores que detienen nuestra carrera. Nunca lo había escuchado así, nunca escuché a nadie gritar así.

–¡Alec!

Subo las escaleras tan rápido que me sorprendo a mí mismo, y al llegar frente a la habitación abro la puerta de una patada.
Alec está recostado en la cama, completamente destapado y con su pijama empapada en sudor.

–Frío... Mano... Sangre... Sólo sangre –no para de decir palabras al azar mientras niega con la cabeza y respira irregularmente.

–¡Alec, despierta! –cuando toco su hombro para moverlo me alarmo de sentirlo tan caliente, está ardiendo– ¡Alec!

–No... Muerto... Estoy muerto.

–¡Alec, maldita sea, despierta!

De pronto, el cuerpo de Alec es cubierto por chispas azules y yo miro sorprendido a Catarina, había olvidado que estaba aquí.
El cuerpo de Alec se mantiene quieto excepto por sus dedos y boca, aunque no escucho lo que dice. De hecho la habitación ha quedado en silencio.

–¿Qué haces?

Catarina coloca su mano en la frente de Alec y comienza a gritar igual como él lo hacía hace un momento.

–¡Catarina, qué haces, suéltalo!

–¡No, déjame! –grita y yo retrocedo un paso por la impresión– ¡Déjame!

–¡¿Qué haces?! ¡¿Qué pasa?!

Catarina continúa gritando y yo la miro y después a Alec envuelto en chispas azules. Es una pesadilla, la peor de todas, ahí está, mi parabatai, sufriendo y yo no puedo hacer nada, ni siquiera ayudar a quien intenta ayudarlo. Inútil, eso soy, un inútil.
De pronto, Alec deja de moverse y Catarina de gritar; no me di cuanta de que había cerrado sus ojos hasta que los abre.

–¿Qué pasó? –pregunto lo más calmado que puedo y sin dejar de ver a mi hermano completamente inmóvil– ¿Lo curaste, está bien?

Catarina se sienta al borde de la cama y acaricia el cabello de Alec. Ese gesto me obliga a verla y no me gusta nada la expresión que tiene.

–Está en coma.

–¿Qué? ¿Tú lo...?

–No. Él solo entró en ese estado.

–No entiendo nada y más te vale explicármelo ahora mismo! –no puedo evitar gritar al final, estoy desesperado.

–Jace, el veneno demoniaco de alguna forma logró quedarse en Alec, y lentamente ha crecido hasta hacer que vuelva a ver ese mundo, pero ahora es diferente –Catarina luce realmente confundida y eso me pone más nervioso–. Es más fuerte y domina por completo su mente, no es... No es como nada que haya visto.

–¿De qué hablas? ¿Dices que no puedes hacer nada?

–No. Lo siento... No puedo.

Miro a Alec con los ojos cerrados y el sudor comenzando a secarse. Lo recuerdo cuando lo conocí, un niño malhumorado y tímido que no quería que un extraño se uniera a su familia. Y recuerdo en quién se convirtió, el que me cuidaba en batalla, el que me dio por primera vez la seguridad de que tenía familia, quien demostró más valor que nadie cuando besó al hombre que amaba frente a todos, quien me buscó sin nunca rendirse cuando los demás ya lo habían hecho, quien me siguió al infierno sin pensarlo ni dudarlo; él, mi parabatai, mi hermano, por quien no hice lo suficiente.
Lo abrazo como puedo y comienzo a llorar en su hombro.

–Perdón, perdóname. Lo intenté, de verdad lo intenté.

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now