Cap #38

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Isabelle

Después de comer, Diana dijo que nosotros usáramos las tiendas y ella dormiría afuera. No creo que ninguno se sorprendiera de que Gwyn se ofreciera a acompañarla, con la patética excusa de que prefería dormir en un lugar abierto. Simon por poco no aguantó la risa.
Ahora intento dormir sin pensar en que es la primera vez que Simon y yo estamos juntos en la cama, bueno, para mí esto cuenta. Lo miro, con su mejilla recargada a mi pecho, sus labios haciendo un puchero involuntario, sus ojos tranquilamente cerrados y su cabeza subiendo y bajando según mi respiración. Sí, no creo dormir mucho.
Mientras acaricio distraídamente el corto cabello de Simon, pienso en estos últimos días y lo largos que han sido, se sienten como una vida. Intentar adaptarme a ser una loba, ver la tierra morir, sobrevivir a demonios y mundanos desesperados, descubrir que todavía hay nefilim vivos, llevarlos al Praetor, reencontrarme con Simon y estar ahora en la búsqueda de mi hermano que aparentemente ha revivido después que Jonathan lo matara. Sí, demasiado para menos de un mes.
Justo cuando creo poder dormirme, algo brillante se acerca repentinamente a la tienda y por puro reflejo me levanto para cubrirme y a Simon, quien al no tener mi pecho como almohada, despierta un poco desorientado.

–¿Qué...?

Hago una señal para que Simon guarde silencio, al tiempo que me acerco a la puerta de la casa de campaña y deslizo el cierre para ver a las yeguas demasiado cerca.

–¡Líder de la cacería salvaje, bien hallado ha sido! –grita Diana afuera, aunque no logro verla por el brillo de los animales.

Simon me hace a un lado para salir primero seguido inmediatamente por mí. Alnilam, Mintaka y Alnitaka, parecen advertir nuestra presencia, ya que sin pedirlo ni tocarlas, se hacen a un lado y nos dejan ver la escena de enfrente.
Diana y Gwyn nos miran sorprendidos, pero yo miro más sorprendida a Kieran y Tiberius de pie detrás de ellos. El niño que vi la última vez con heridas provocadas por su propia ballesta, ahora usa una especie de capa azul sobre los hombros y sus ojos son diferentes: uno con el iris azul verdoso de los Blackthorn, y otro totalmente plateado.

–Tiberius... –susurro horrorizada y confundida– ¿Qué...? Tus ojos...

–Isabelle –saluda Tiberius con increíble propiedad–. Lamento si esto te desconcierta, pero ahora soy el líder de la cacería salvaje y mis ojos no son más que el reflejo de ello.

–Pero cómo...

–Yo he elegido este camino. No te preocupes. De hecho me gusta –algo en la sonrisa de Tiberius me tranquiliza.

Parece la sonrisa natural de un niño que acaba de recibir el mejor regalo de navidad.

–Pero, ¿y tus hermanos?

–Ellos están en paz, Isabelle. Ya me he encargado de eso.

Le creo, cómo no hacerlo. Es el mismo niño dispuesto a matar a su padre con tal que de proteger a Jules. Ellos deben estar bien. Tienen que estarlo.

–De acuerdo. Supongo –de pronto, recuerdo en dónde estaban los Blackthorn–. Pero sí estás aquí algo le pasó al Praetor. ¿Los demonios entraron? ¿O los mundanos finalmente llegaron? Dime que Maia está bien.

–El Praetor no fue atacado –responde Kieran en su lugar. Igual a todas sus representaciones, excepto porque en algunas se exagera lo alto que es, y su ojo de plata parece más bien de fierro oxidado–. El líder envió a todos sus miembros junto al resto de sus hadas a la corte en Feéra, donde estarán a salvo. Pero lamentablemente, Maia Roberts ha muerto.

–¡¿Qué?! –grita Simon de la impresión– ¿Cómo que ha muerto? ¿A qué te refieres con eso?

–Murió por una herida de un cuchillo de plata –explica Tiberius–. Una de mis hadas ya la ha llevado al eterno descanso.

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now