¿Cap #7?

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Jace

Según los supremos brujos, para extraer el resto de fuego celestial en mi cuerpo, necesitan hacerme marcas iguales a las suyas con una especie de barro negro. La sensación fría no me molesta, creo que más bien es saber que estoy totalmente desnudo frente a tres desconocidos que me tocan por todos lados.
Sí, eso debe ser.

–¿Va a doler?

–Sí.

Miro a Atenea con reproche, pero no parece afectarle. La bruja detiene sus dedos para responder.

–¿Hubieras preferido que dijera no, una mentira reconfortante que te evitara pensar en la agonía que te espera?

–Hubiera sido lindo, sí.

–Los humanos son muy curiosos –dice Atenea distraídamente–. Recuerdo especialmente a uno, le decían el rey del océano sólo porque dominaba aguantar la respiración más tiempo que nadie.

–¿Poseidon fue real?

–No se llamaba así –interviene Hades–. Y no era un dios o ser sobrenatural. Sólo un hombre que quería ser recordado.

–Lo logró ¿no? –estiro el cuello para ver a Hades, que había estado trabajando en mis piernas–. Hoy en día todos lo conocen.

–No, conocen a Poseidon, dios del mar, hijo de Cronos –Atenea toma más barro que unta en mis costillas derechas–. El nombre de aquel hombre se perdió en el tiempo.

–Suenas satisfecha.

–Es uno de mis logros, y no es por presumir –eso dice, pero sonríe presuntuosa–. Yo cree el nombre de Poseidon para que el otro jamás perdurara. No lo merecía de todas formas.

–¿Lo odiabas?

De nuevo, Atenea se detiene para mirarme a los ojos.

–Dime, Jace Herondale, ¿tú no odiarías a la persona que destruyó tu ciudad?

–¿Ciudad?

–Atenas, la más gloriosa ciudad de la antigua Grecia. Una ciudad avanzada y que haría avanzar a la humanidad a niveles insospechados, eso sí un estúpido humano no hubiera arruinado todo por su sueño de ser recordado como algo más de lo que era.

Mientras hablaba, los ojos de búho de Atenea cambiaron de color, de un café oscuro a un brillante naranja.

–Sí, yo también lo odiaría –digo no muy seguro de qué más podría decir.

–Atenea, por favor, el hombre impidió que las mujeres votaran, déjalo en paz –Bronte limpia sus dedos con sólo sacudirlos–. Además, ahora tenemos otros asuntos más importantes que atender, ¿no te parece?

–Es verdad, Atenea –Hades también limpia sus dedos–. El pasado es pasado y, como dijiste, tú te has encargado de que el hombre muriera en el anonimato, tanto que ni siquiera tú lo recuerdas.

Atenea sonríe y sus ojos vuelven a ser oscuros.

–Tienes razón, Hades. Y en cuanto a ti, Bronte.

–¿Sí?

Atenea hace levitar el recipiente donde guarda el barro negro y se lo lanza a la cara.

–Lo merecía, supongo –Bronte se limpia el ojo, pero no hace desaparecer el pesado líquido de su cuerpo, o toga.

–¿Empezamos? –invita Hades, que extrañamente suena divertido.

Sus compañeros brujos asienten y yo tomo una profunda respiración. ¿Hubieras preferido que dijera no, una mentira reconfortante que te evitara pensar en la agonía que te espera? Bueno, al menos la platica lo hizo, y ahora vendrá el dolor.
Los brujos se paran al rededor de la cama y, tal como hicieron cuando estaban con Alec, levitan a mi alrededor y los tatuajes de todos se vuelven rojos.
Lentamente siento que la habitación se hace más caliente, lo que ya esperaba, pero por mucho calor que sienta mi cuerpo no suda. Miro mi pecho con los espirales que, juro que lo hacen, comienzan a ondear, como si mi piel fuera agua y el barro flotara en ella.
Cuando intento tocarlo, los espirales brillan blancos y siento el peor dolor que jamás he sentido en mi vida, es... No puedo pensar, es... Sólo dolor, nada más que eso, nada con qué compararlo. No es como miles de cuchillas por todos lados, o flechas siendo incrustadas, o como si mi esqueleto quisiera salirse de mi cuerpo, es todo junto y mucho más.
No estoy seguro de estar gritando, aunque escucho unos gritos, pero no de dolor, parecen más bien de alguien enojado. ¿Quién grita? ¿Por qué está molesto?

Un mundo de cabeza *Malec*Where stories live. Discover now