Cap #39

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Jace

El caballero me baja con cuidado de sus brazos y yo le sonrío agradecido.

–¿Aquí está Ragnor? –señalo la puerta de madera.

El caballero asiente y toca la puerta.

–Jace Herondale desea verte, ultimo brujo.

–Que pase.

Como aceptando una orden, el caballero abre la puerta sin decir nada.

–Gracias –me despido.

La habitación es pequeña y redonda, con una sencilla cama de un lado y dos sillas del otro, con una lanza de plata colgada como única decoración. En una de las sillas, la que queda de frente a la puerta, está Ragnor vestido con un pantalón tejido y una playera ligera blanca. Se ve muchísimo mejor, su piel parece nunca haber sufrido ningún daño, ni si quiera quedaron las cicatrices de sus cuernos. Aquella agua de verdad es efectiva.

–¿Cómo sigues? –me acerco para sentarme en la otra silla.

–Mejor ahora que te veo.

–¿De verdad?

–Sí. Cuando no volviste con aquella hada, y escuché que había ido a ayudar afuera, pensé que te dejó solo y te habías perdido. Por eso les pedí a los caballeros que te buscaran.

–Gracias por preocuparte, pero lo cierto es que fui con él a ayudar a los heridos.

–¿Él te permitió hacerlo? ¿No te dijo lo peligroso que es el aire de Feéra para...?

–Tranquilo, me dio algo para ser inmune –lo interrumpo antes que le de un ataque de pánico–. Estoy bien, pero él no.

–¿Qué pasó?

–Su hermano, el general, murió. Me envió contigo cuando se lo dijeron, supongo que para estar solo.

Ragnor, más que sorprendido, parece satisfecho de escucharlo.

–Supe que algo terrible había pasado cuando los caballeros cambiaron el color de su armadura por una verde.

–¿El color significa algo?

–Es su color para el luto. El verde simboliza el césped que crece sobre la tumba.

–Así que tú no serías bienvenido a una fiesta por aquí ¿eh?

Ragnor, amable, ríe por mí mala broma.

–Con lo mucho que me gustan las fiestas –suspira–. Y los gatos. Ah, extrañaré mucho a los gatos, y a Catarina, y toda mi especie.

Sin más, Ragnor llora y eso me deja tan sorprendido para no reaccionar de inmediato; sólo cuando vuelve a hablar entre sollozos, me levanto para abrazarlo como puedo, con la esperanza de que sirva de algo.

–Cómo... Ahora tenemos que vivir aquí... Con las hadas... Porque el mundo está muerto... ¡Por qué él lo mató! –grita tan furioso que retrocedo asustado– ¡Ese maldito niño mimado! ¡¿Por qué tuve que salvarlo?! ¡Imbécil! ¡Lo hubiera dejado morir!

Un mundo de cabeza *Malec*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora