Capítulo #5

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Magnus

Presidente parece molesto de haber regresado a un espacio tan pequeño, no ha querido salir de debajo de la cama desde que lo obligué a regresar.

–Vamos, amigo, ven –suplico mientras intento sobornarlo con un poco de atún–. Ese no era nuestro hogar, nosotros pertenecemos aquí. Vamos, toma, por la paz.

El timbre suena y yo suspiro. Tal vez un poco de pepperoni funcione mejor, pienso esperanzado mientras subo con dificultad a la silla. Extrañamente me he encariñado con el aparato que yo mismo personalicé; creo que conservarla para moverme por el loft no es una idea tan loca. Caminar está demasiado pasado de moda.
Muevo la silla hasta el interfón y dejo que el repartidor suba. Hago aparecer el dinero en mi mano antes de abrir la puerta.

–Ustedes los...

Las palabras quedan atascadas en mi garganta cuando Alec me mira confundido.

–¿Nefilim? –pregunta tras un largo momento.

–Iba a decir repartidor. Ordené pizza y... ¿Qué haces aquí? –decido ir directo al grano.

Nadie necesita oír más de los repartidores.

–Enviaste esto.

Alec saca de su pantalón la nota que escribí y envié hace menos de quince minutos.

Maryse y Robert.
He decidido regresar a mi loft, como notarán, mis cosas y Presidente ya fueron transportados a donde corresponden. Muchas gracias por su hospitalidad y si necesitan mis servicios mágicos estaré encantado de hacerles un descuento.
Atte: Magnus Bane.

–Lo hice –admito–. ¿Viniste a exigir ese descuento?, porque te advierto que no es mucho.

Alec se ríe de mi comentario y eso provoca que baje un poco mis defensas.

–Recuerdo eso –suspira–. Cómo evitas los temas personales. Eres como Jace.

–Sí, algo parecido me dijo una vez y lamentablemente es cierto. Pero trato de mejorar en eso. 

–¿Por mí?

No puedo evitar mi respuesta.

–Sólo tú vales la pena, Alec.

A pesar de que se sonroja, no deja de verme a los ojos.

–Magnus...

–Perdón, la puerta estaba abierta. Aquí está, una pizza grande de pepperoni y queso extra. Serían catorce dólares.

La repartidora nos mira a uno y otro, esperando que cualquiera reaccione. 

–Alexander, ¿serías tan amable de recibir la caja?

Alec, al parecer aturdido, hace lo que le pedí mientras yo me hago a un lado para permitir que entre al loft. Por suerte entiende la señal sin que deba explicarla.

–Aquí tienes –le ofrezco un billete a la joven–. Conserva el cambio.

Ella mira el billete sorprendida. No es nada, estoy de buen humor, y el billete no es mío de todas formas.

–Muchas gracias, señor. Y lamento que su hijo deba subir su silla todos los días, espero que arreglen eso pronto.

Mientras baja las escaleras pienso que sería una lástima que el número en el billete cambiara, pero me contengo. Hay cosas más importantes que venganzas infantiles.
Alec dejó la pizza en el mostrador de la cocina y espera de pie junto al mismo.

Un mundo de cabeza *Malec*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora