¿Cap #3?

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Alec

Sí, estuve en Alacante cuando fue atacada. Fue una magnifica ciudad.

Golpeo el saco de boxeo.

¿Necesitas la otra? ¿O tal vez un poco más de sangre? Ninguno pudo salvar a las personas que quería.

Comienzo a combinar golpes y patadas.

Somos los últimos cazadores de sombras. Pide hablar con el ángel que salvó.

La cadena que sujeta el saco de boxeo se rompe y yo sigo golpeándolo en el suelo.

Maté a Alec. Magnus creó el pentagrama para llamar a su padre.

–¡Ah! –grito de frustración y mi último golpe da al suelo– ¡Mierda!

Caigo sobre la espalda y con cuidado saco mi luz mágica para verme la mano herida. Parece que nada se rompió, pero mis nudillos comienzan a palpitar e hincharse. Dejo la luz mágica sobre mi abdomen y acaricio con cuidado los nudillos. Duele, pero eso es bueno, significa que estoy vivo.

–¿Alec?

Estiro la cabeza para ver a Jace entrar a la sala de entrenamiento. Enciende la luz y cuando confirma que soy yo, deja su espada contra la pared.

–¿Qué diablos haces aquí?

Me levanto de un movimiento y pateo el magullado saco de boxeo.

–Entreno.

Jace se acerca y yo recuerdo al otro Jace, el que piensa que no es suficiente, que nada de lo que ha hecho es suficiente.

–Estás sangrando.

Miro mi pecho vendado, la herida debió abrirse por mis bruscos movimientos y apenas lo noto. Quiero quitarme la venda para ver la herida, tal vez tampoco necesite una runa, pero mi mano herida hace difícil la tarea de quitar el seguro y Jace lo nota. Se acerca, detiene mi brazo y lo hace él mismo. La tajada que dejó ese demonio es muy parecida a la que Jace tiene por gloriosa. Él cree que es gracioso, dice que es cosa de parabatai tener heridas similares.
Cuando la venda finalmente es retirada, noto que la sangre proviene de una pequeña apertura casi al inicio de la gruesa cicatriz; según Magnus, con los cuidados necesarios, en dos semanas más cerrará finalmente.

–¿No tienes tu estela?

–La olvidé.

Jace saca la suya del pantalón de pijama y comienza a trazar un iratze en mi antebrazo.

–¿Qué pasa? Sé que pasa algo, tú nunca olvidas tu estela.

Pienso que podría no responder, o mentir, pero no puedo, no a él, a mi parabatai. Mi verdadero parabatai.

–Tengo tanto sueño, Jace –detiene su estela sin terminar el trabajo y me mira a los ojos–. No he dormido toda la noche, no puedo, sigo viendo ese mundo cada vez que cierro los ojos. Y es tan horrible lo que pasa ahí. Magnus llama a su padre y destruye todo, yo estoy muerto y los Blackthorn, por el ángel, si supieras lo que les pasa en ese mundo...

De improvisto, Jace me abraza, no entiendo por qué hasta que siento el hombro de su playera mojada por mis lágrimas. Nunca me había sentido tan bien de llorar.

–Alec, ¿no crees que deberías hablar con Magnus sobre esto?

Me alejo para que me vea negar con la cabeza.

–No. ¿No escuchaste lo que dije?

–¿No escuchaste tú? Si sigues viendo ese mundo donde soy un mal cazador de sombras...

Un mundo de cabeza *Malec*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora