XXIII. Mi maldita debilidad

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Fernanda

Josh nos avisó que nos tenía una sorpresa y que hiciera la lasaña de siempre, así que preparé la cena, mientras se iba a arreglar lo vi muy feliz y eso me gustaba, supongo que el remordimiento me hacía rogar que él sólo fuese feliz y nunca se enterase de esto que esta pasando entre Carlota y yo, hablando de ella, no hemos hablado desde que nos vimos y, me quedé mirando fijamente algún punto de la cocina... desde que le dije que volviese con Emiliano, no sé si lo que le dije esta bien, pero siento la mente pesada al recordar de su alejamiento, y que me estoy acostando con la esposa del mejor amigo de mi esposo.

Me fui a arreglar cuando ya la cena estaba lista, fui a bañarme, en tiempo récords por cierto, y opté por un vestido rojo, con un escote en uve, una abertura al final de la pierna derecha, ceñido al cuerpo, sin mangas, es mi favorito, en el cabello me hice una trenza de lado, un maquillaje suave, labial rojo intenso, estaba lista, cuando iba bajando las escaleras Josh se quedó embobado al verme y me sonroje, me halago y me dio un casto beso. Me ofreció algo de beber y acepté un vino, fue a buscarme la copa y le agradecí al verlo venir con ella.

Mientras los chicos me halagaban y yo me reía apenada, el timbre sonó, Josh fue a abrir, estaba riéndome con los chicos cuando escuchamos voces pero nadie sabía quién era, nos miramos los tres intentando adivinar quiénes eran, cuando apareció Josh junto a Emiliano y ella, mis piernas flaquearon y la copa se me resbaló, todos quedaron impactados, pero yo no podía dejar de mirar a la pareja feliz agarrados de manos, sí me hizo caso, no esperó nada para perdonarlo pero venga ¿quién le dijo que lo hiciera? Obvio yo, soy una imbécil, ahorita precisamente siento unos celos infernales y quiero correrlos de mi casa, pero no, tengo que calmarme.

Josh y Adrián se ofrecieron a limpiar el reguero, pero apenas y asentí, mi mente volaba a aquella pareja recién reconciliada, no puedo creerlo, me siento confundida, una parte de mí lo quería y ahora quiero vomitar, insultarla, molestarme, llorar, sí, sobre todo llorar. Nos sentamos a cenar pero mi mente no estaba en esas conversaciones, mi mente volaba a aquella noche donde le dije que volviera con Emiliano, recordaba el primer roce, la primera sonrisa, el primer beso, nuestra primera vez, después de dos meses sin verla por mis idiotas decisiones, y ahora ella estaba aquí con su esposo, porque esta idiota que está aquí le pidió que volviera con él, suspiré pesadamente.

Josh me preguntó a cada rato "¿si estoy bien?" A lo que le respondí un simple y mentiroso "sí". Es que nadie se cree ese invento de que yo estoy bien, menos él que lleva 20 años a mi lado, la cena y la noche pasó en un parpadeo, lo cuál agradecí porque verlos juntos me mata, ¡Estás loca Fernanda Pollet!.


A las 3:25 de la madrugada se fueron y me despedí, necesitaba cerrar los ojos, era suficiente por hoy. Subí a mi habitación y me fui al cuarto de baño para echarme una ducha, un rato después salí y me puse una pijama, vi aquella chamarra negra que le presté alguna vez a Carlota y suspiré entristecida, así que agarré mi celular y decidí marcarle, ya estaría en su casa. Teclee el número y esperé a que me contestará.

Llamada entrante

Carlota: ¿Si? - preguntó con voz ronca -
Fernanda: ¿Te desperté? - suspiré y la escuché carraspear mientras cerraba la puerta de algo, eso fue lo que oí -
Carlota: No, no estaba dormida - respondió suavemente -
Fernanda: ¿Cuándo volvieron? - Carlota se quedó en silencio unos segundos y luego la oí suspirar -
Carlota: Esa noche que regresé de tu departamento, él estaba aquí y lo perdoné, eso me aconsejó una psicóloga y mi amante - me reí porque esa idiota fui yo -
Fernanda: No pensé que sí lo harías - susurré -
Carlota: Tampoco lo pensé ¿sabes? - susurró - debo irme Fernanda es tarde - mi nombre en sus labios suena tan hermoso -
Fernanda: Descansa Carlota - susurré triste -
Carlota: ¿Puedo verte mañana? - sonreí ante esa pregunta -
Fernanda: Mañana en mi departamento entonces - respondí enseguida -
Carlota: mañana en tu departamento - se reía y me embobe - que descanses Fernanda - suspiré y asentí para colgar -

Llamada finalizada

Esa mujer se ha vuelto mi maldita debilidad y pensar que la veía como una lujuria, una fantasía y aquí estoy diciéndole sí a todo, sólo porque así ella me lo pide, suspiré pesadamente, me acosté en mi lado de la cama y de tanto pensar me quedé profundamente dormida, incluso ni cuenta me di cuando Josh se acostó a dormir.



-¡Chicos el desayuno! - grité desde la cocina -
- ¡Buenos días mi amor! - se acercó Josh agarrándome por las caderas para darme un beso -
- ¡Buenos días cariño! - le respondí -
- ¡Buenos días mamá! - dijeron al unísono los chicos -

Nos sentamos a desayunar los cuatro, era sábado y ya era un ritual hacerlo los sábados más que todo, hablando de que haría cada uno el día de hoy, todos tenían un plan y Josh se asombró que yo le avisará allí que iba a salir con unos colegas, claro debía mentir en cuanto a eso pero se suavizó al saber que llegaría temprano, así que decidió llamar a Emiliano para ir a tomarse unos tragos, tragué saliva al pensar en ellos y decidí seguir con mi desayuno y no pensar más.

El día pasó sumamente rápido entre oficios del hogar, papeleos de mis pacientes, pintar, definitivamente pasó sumamente rápido, cuando vi, ya era hora de arreglarme. Fui a ducharme y luego de media hora salí para arreglarme, opté por encaje rojo, sonreí al verme puesta aquella ropa interior definitivamente quería que pasara de todo hoy, luego elegí unos vaqueros negros rasgados, una blusa azul, unas botas negras y mi chamarra negra, en el cabello me hice una coleta alta y de maquillaje algo suave más el rojo intenso en mis labios, me eché perfume y estaba lista, me despedí de los chicos y le di un abrazo a Josh, dejándole un beso en la mejilla, al salir de la casa suspiré pesadamente y negué, no podía sólo hacer como si nada cuando voy caminó a verla a ella.

Me subí a mi coche y partí a mi departamento, me mataría Josh si se enterase que aún tengo ese departamento, sonreí pensando en aquello y cuando vi ya estaba estacionándome, me sorprendí de lo rápido que llegué, volteé y estaba el coche de ella, sonreí por su innata puntualidad, a veces le envidio eso. Entré al edificio y saludé al portero, para luego llegar al ascensor y entrar en el para subir. El ascensor me dejó en el piso y salí para caminar hasta la puerta y saqué las llaves para abrirla, cuando entré estaba ella apoyada en la barra como pensativa tomándose un vaso de agua, sonreí de lado para luego carraspear y ganarme su mirada, pero también su sonrisa, rodeó la barra y se acercó a mí para fundirnos en un tierno abrazo, pero sobre todo necesitado, no quería separarme de ella ni un segundo.

Traición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora