XXXIV. Absurdos miedos

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Valentina

-¿Así que mi hermana? – pregunté vacilante, aunque sabiendo la respuesta después de verlas –
- Sí, tu hermana – respondió para luego tomarse un trago de cerveza –
- Pero… - volteó a verme y sonreí de lado - ¿estás bien? – pregunté luego de verle el rostro afligido mientras veía a mi hermana y su marido –
- Sí, sé en que me metí cuando acepté que amaba a esa mujer y también sé que no puedo exigir, somos dos mujeres casadas, aparte de que nuestros maridos son mejores amigos – chasquee la lengua y tomé de mi Margarita –
- Sí, está jodida la situación – Carlota asintió y bajó la mirada a un anillo de oro que tenía en su dedo –
- Muy jodida – repitió sin fuerza –
- Pero vamos, vinimos a pasarla bien y eso vamos a hacer – la agarré de la mano y nos levantamos a bailar –

Bailamos entre risas y malos chistes de mi parte, sus movimientos me embelesaban y ella lo sabía porque cada cierto tiempo me subía la mirada con la mano en el mentón o se reía de mi rostro, me esta gustando muchísimo esta rubia y no puedo verla de otra manera, esta de por medio mi gemela y se le nota que muere por Carlota.

Unas cinco canciones después nos volvimos a sentar y con mis chistes malos la hice reír, era lo que necesitaba para sentirme conforme, pero no todo es como queremos, a eso de las 3 de la madrugada cuando mi hermana se iba, vi sus miradas conectarse, estas dos mujeres se mueren la una por la otra, suspiré al leerle los labios a mi hermana y me entristecí aún más al leer los labios de Carlota. Se aman y nadie puede evitarlo.

-¿Nos vamos? – le grité al oído a Carlota luego de que Fernanda se fue y volteó a verme –
- ¿Segura? – asentí – vale, pago yo – negué –
- No, pago yo – la oí reír y suspiré –
- Que pago yo – repitió y me puse seria –
- Sí pagas, te robo un beso – su sonrisa se borró y su rostro formaba sorpresa, sonreí victoriosa –

Sabia que eso jamás iba a suceder, pero verla sonrojarse sorprendida, me gustaba mucho, sé que hay mucho feelings entre ambas, pero también sé que no puedo luchar contra mi hermana, así que sólo seré vecina y amiga de la rubia, aunque me duela más a mí. Fui a pagar y me despedí con educación, fui hasta la mesa y le avisé a Carlota que estaba listo, ya nos podíamos ir.

-¿Puedo manejar? – me hizo un puchero y me reí –
- ¿Siempre haces eso para convencer a la gente? – me miró sorprendida y bajó la mirada segundos después – ¿qué sucede? – pregunté preocupada –
- Fernanda también me preguntó eso una vez, las mismas palabras – asentí lentamente y la abracé –
- Maneje señora Carlota – se reía y negué, me había vencido sin hacer mucha estrategia –

Luego de subirnos al coche, cada una iba en silencio, cada quién en su mundo, cuando sentí su mano entrelazar la mía y volteé a verla, su sonrisa me transmitía tanta paz, que jamás quería dejar de mirarla, suspiré suavemente y volteé otra vez a ver al frente mientras apoyaba mi cabeza a la ventanilla.

Unos veinte minutos después llegamos al edificio, bajamos del coche, enredó su brazo al mío y apoyó su cabeza en mi hombro, me sentí tan completa en ese momento, saludamos al portero quien nos saludó con educación y esperamos al ascensor, cuando llegó subimos hasta nuestro piso y la acompañé hasta la puerta de su departamento.

-En casa, sana y salva – dije con voz de caballero y se reía –
- Gracias dulce caballera – me reí y negué –
- Gracias por aceptar mi invitación – negaba y sonreía –
- A ti por pensar en mí – sonreí simplemente porque para mi desgracia siempre pienso en ella desde que la conocí –
- Feliz noche Carlota - metí mis manos a mi chamarra, estaba nerviosa y no sabía cómo despedirme de esta mujer –
- Feliz noche Valentina – se acercó en cámara lenta y me dejó un beso en la comisura de los labios, cerré los ojos por inercia, era feliz, sonreí como tonta – Hasta otro día – susurró y la vi entrar a su departamento –
- Hasta otro día – susurré pero ya no me podía oír –

Entré a mi departamento y me sentía en una nube, nube de la que me caí cuando recordé los ojos marrones de mi hermana y su mirada hacia Carlota, e incluso cuando las vi en el baño, fui a mi cuarto y me quité toda la ropa para ir a echarme una ducha. El pensar tanto me deprimió y siempre he creído que el agua fría quita tantos pensamientos negativos. Luego de salir del baño me puse una camisa ancha blanca y me solté el cabello para acostarme a dormir, hablaré mañana con Fernanda, es lo mejor, en cuestión de segundos me quedé profundamente dormida.




-¡Buenas tardes! – alzó la mirada la chica y quedó boquiabierta, yo sonreí apenada - ¿esta Fernanda Pollet? – asintió lentamente –
- ¿Tiene cita? – negué y sonreí - ¿quién la llama?
- Valentina Pollet, ¿me la puede llamar por favor? – la chica sonrió sin entender mi gran parecido con Fernanda y la llamó por el teléfono –
- Puede entrar – dijo amablemente y asentí sonriente –
- Gracias – caminé hasta el consultorio de Fernanda y entré luego de tocar la puerta y escuchar un “adelante" –
- Hermana ¡que sorpresa! – se levantó y rodeó el escritorio para acercarse a mí y abrazarme –
- Vine para hablar contigo algo importante - me miró confundida y asintió –
- Siéntate – me señaló el sofá y nos sentamos a la vez - ¿qué sucede Val? – me preguntó sin entender –
- ¿Qué quieres con Carlota? – fui directa y la vi tensarse, mientras miraba a la nada –
- Sé más directa Valentina – dijo después de unos largos segundos –
- Me encanta Carlota, sé que es casada, pero me preocupa que ella si está enamorada de ti, más no sé que sientes tú – expliqué bajo su intensa mirada –
- La amo, como nunca amé a nadie, incluso ni a Josh, ella me causa tanta paz, aparte que besa espectacular, sin quitar su cuerpo de diosa y que con ella todo es calma, incluso en la tormenta – bajó la mirada y luego me miró con los ojos cristalizados – pero no sé cómo afrontar todo esto – susurró y asentí mientras la abrazaba y le dejé un beso en la frente –
- Ella es una mujer increíble, no la dejes ir por tus absurdos miedos Fernanda, afronta tu realidad, te enamoraste de una mujer y que aparte es tu comadre, listo – me miró sin reaccionar y proseguí – te lo digo porque afuera hay muchas Valentinas que quisieran tener a esa mujer, yo quiero – me levanté y se levantó junto a mí y la abracé –
- Valentina – susurró y negué –
- Te ama recuérdalo y demuéstraselo, o yo iré a conquistarla para que se casé conmigo – me fulminó con la mirada y me reí – guerra avisada no mata soldados – dije entre risas y me pegó en el hombro –
- Me caes mal – negué entre risas –
- Me amas – dije riendo pero luego me puse seria – te quiero feliz Fernanda, ella es tu felicidad, pero si no lo aprovechas voy a ir yo por ella y la haré feliz – Fernanda estaba inexpresiva y cruzada de brazos, la abracé y la oí suspirar – Hasta luego gemela
- Hasta luego gemela – susurró y le dejé un beso en la mejilla para salir de su consultorio –

Salí firmé de que era lo mejor no seguir saliendo con Carlota, su corazón tenía un nombre grabado con fuego y ni el mismo Emiliano podía contra ello, salí del consultorio y me monté en mi coche para seguir con mi día y no pensar en aquella rubia, estaba conforme con la conversación con Fernanda, así que todo estaba bien.

Traición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora