XXIV. Te amo Carlota

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Carlota

Nunca me sentí tan rara como aquel momento donde Fernanda nos vio regresar, que irónico ya que fue ella quién me lo pidió y ahora estoy en su departamento porque ayer en su llamada se notaba la sorpresa de haber regresado con Emiliano, estaba pensando cuando un carraspeo me sacó de aquellos pensamientos, volteé y sonreí al verla parada en la entrada con la puerta ya cerrada y mirándome, rodee la barra y me acerqué a ella para abrazarla.

-¿Esperaste mucho? – negué en medio del abrazo –
- Acabo de llegar – ella asintió –

La verdad es que ninguna quería romper el abrazo, es el abrazo más necesitado jamás antes visto, nuestros cuerpos se necesitaban y lo sé por como ambos se estremecieron al unirse. Un rato después, nos separamos para quedar a centímetros y sonreímos como dos adolescentes enamoradas del chico guapo que por fin nos presta atención, suspiré suavemente y ella acariciaba mi mejilla.

-¡Te extrañé! – susurró y sonreí mostrando los dientes –
- Ayer me viste – su mirada se tornó triste y la abracé –

Sus brazos se aferraban a mi espalda mientras mis brazos se enredaban en su cuello, la oí suspirar y mi cuerpo se estremeció de punta a punta.

-¡Lo siento! – dijo sin separarnos –
- ¿Por qué? – me alejé para verla a los ojos pero su mirada estaba aferrada al piso – Fernanda – subí su cara con dos dedos en su mentón –
- Yo quería que volvieras con él, pero verlos juntos me llena de celos, de ganas de matarlos pero sobre todo matarme a mí por imbécil – como sabía que iba a seguir decidí acabar con ello interrumpiéndola, dándole un profundo beso –

Sus manos fueron a mis glúteos y me alzó mientras mis brazos se enredaron en su cuello, suspiré cuando su boca fue hasta mi cuello y luego con la punta de la lengua subió hasta mi boca de nuevo, enredando nuestras lenguas y haciendo más intenso nuestro beso, gemía en mitad del beso, me subió a la barra de la cocina, le quité la chamarra y me quitó la mía, eché la cabeza hacia atrás mientras jadeaba y su lengua fue hasta mi cuello, luego a mi hombro y clavícula, agradecí haber elegido una blusa de tirante, su lengua bajo hasta mis pechos y gemí, me quitó la blusa y luego en un rápido movimiento me quitó el brasier, metió a su boca uno de mis senos y gemí de nuevo, Dios ella hacía magia con su lengua.

Sus manos estaban intentando quitarme los vaqueros y la ayudé para que fuese más rápido mientras jugueteaba con mis pechos turnándolos cada segundos y mis gemidos aumentaban cada vez más, después de quitarme el vaquero y las bragas subió una mano a mi pecho izquierdo, mientras su boca estaba en el derecho y la otra mano estaba en mi entrepierna masajeando mi centro, cuando subió a mi boca para besarme, mis manos fueron a sus mejillas y sentí tres dedos entrar en mí, eché un gemido ahogado. Sus movimientos iban acordes con los movimientos de mis caderas, nuestras respiraciones eran agitadas. Minutos después estaba apunto de venirme cuando saco sus dedos y sonrió para bajar y pasar la lengua por mi centro, haciendo que me retorciera al sentirla, unos minutos después de lamer, succionar, juguetear con mi centro, me corrí en su boca, limpio cada parte de mi entrepierna y subió lentamente con la lengua hasta llegar a mi boca y darnos un intenso beso, sonreí al sentir mi sabor, mis manos se aferraron a sus mejillas y nos separamos por falta de oxígeno, nos miramos unos segundos y me reí haciendo que su mirada se tornará confusa y le di un beso mientras sus brazos se aferraban a mi espalda.

-¡Me encantas! – me susurró al apoyar su mentón en mi hombro y mi corazón latía desbocado –
- ¿Mucho? – pregunté titubeante y vacilante –
- Demasiado – respondió en un susurro –

Nos volvimos a quedar en silencio y era cómodo, estaba desnuda en los brazos de Fernanda y me sentía feliz porque era ella, porque no estaba con nadie más que ella.

Traición Where stories live. Discover now