↳;; ❝Volkacio AUs♡

my worst [3]✨

Dónde Volkov y Horacio son muy diferentes, pero tienen que pasar tiempo juntos.

Parte 3 de 3. Donde aclaran todo.

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La situación era rara.

La situación era rara, y todos lo podían notar. Porque no estaban como antes de marcharse, no se insultaban, no discutían, no competían. Pero tampoco había mejorado, no eran amigos. Simplemente no le dirigían la palabra al otro.

Y, para Volkov, eso era peor que cualquier pelea que pudieran tener. Nunca se había llevado bien con Horacio, pero esa semana que habían pasado juntos le había hecho creer que las cosas cambiarían. Y habían cambiado, pero a peor.

No podía explicar lo mucho que le dolía no poder hablarle, porque en principio nunca había sido nada que le interesara. Pero podía afirmar que las cosas habían cambiado esos días. Horacio se había vuelto, a sus ojos, una persona interesante y divertida, con la que le encantaría hablar y pasar absolutamente todo su tiempo.

Aunque esa información se la había guardado para él, porque sabía lo que podía significar. Y no quería ponerlo en palabras, porque no quería que fuera real, y creía que si lo evitaba lo suficientemente bien podría hacerlo desaparecer. Volkov agradecía que las bromas de Greco hubieran disminuido tanto, hasta casi desaparecer, al comprobar que ni siquiera se hablaban.

A Horacio también le dolía la situación, pero sentía que no tenía derecho a expresar ese dolor porque todo había sido culpa suya. Así que había decidido tragarse la agobiante sensación que le generaba no poder hablar con Volkov, y fingir que no sentía su mirada encima en cada clase.

Hasta ese momento había conseguido evitar estar a solas con él, y esperaba poder mantenerse así más tiempo. No quería que Volkov le pidiera explicaciones, porque él no las tenía. O, por lo menos, no unas que valieran la pena. No tenía unas disculpas válidas, y Volkov las merecía.

Esos días había podido comprobar qué clase de persona era en realidad, cuando se permitía derribar los muros con los que se escudaba siempre y bajaba un poco la guardia. En realidad, ya sospechaba que debía de ser una persona agradable, pero siempre había resultado más fácil autoconvencerse de lo contrario para que le doliera menos no poder acercarse nunca a él de la manera en la que le hubiera gustado.

Porque Volkov le atraía. Daba igual que tratara de evitar sus sentimientos, de ignorarlos, de cambiarlos, daba igual que intentara odiarlo para fingir que no deseaba acercarse a él. Lo instara como lo intentara, nada podía cambiar lo que su cuerpo quería.

Y ahora, además, había confirmado sus sospechas de que su personalidad era tan atractiva como su físico.

Y tuvo que apartarse.

Pero claro, eso no podía explicárselo al ruso. Por eso estaba intentando retrasar lo máximo posible el momento en el que Volkov le pidiera explicaciones, aunque empezaba a dudar si ese día llegaría. Y no sabía si ese hecho le aliviaba o le dolía.

Probablemente ambas.

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—Tío —dijo Greco, pasando su mano frente a los ojos de Volkov—, ¿estás aquí?

—Sí, sí, perdona —intentó recuperar el hilo de la conversación, pero ya era tarde.

Greco giró la cabeza, siguiendo el camino de la mirada de Volkov para saber qué era lo que miraba, aunque ya tenía una ligera sospecha. Reconoció a Horacio a la perfección a pesar de estar de espaldas, porque su estilo y porte le impedían pasar desapercibido.