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Conway quería que la investigación fuera secreta, y ellos no podían oponerse. Había juntado a sus mejores agentes, los comisarios y Gustabo y Horacio, para una misión de alto riesgo: infiltrarse en la ceremonia de inauguración del museo, que poseía unas piezas de arte extremadamente caras y valiosas porque habían alertado de la gran posibilidad de que se presentara un hombre conocido por poner bombas y realizar atentados en lugares públicos y muy concurridos. Su trabajo era encontrarlo y detenerlo, pero sin llamar la atención. 

—¡No quiero hacer esta mierda! —se quejó Gustabo—. ¿Qué somos ahora, los protagonistas de una película de detectives secretos? ¿Por qué no podemos ir y detenerlo y ya? 

—Porque nos lo han pedido así —explicó Conway, llevandose una mano a la frente para masajearse las sienes y disminuir el dolor de cabeza—. Y no sé si lo sabes, Gustabín, pero la gente que va a ir ahí tiene mucho dinero y mucho poder, podrían subirte el sueldo o dejarte sin trabajo, todo depende de cómo te comportes. 

Sus palabras, y la idea de tener un mejor sueldo, acallaron las quejas del rubio. Se encontraban los cinco policías en el piso del superintendente, sentados en el sofá, escuchando atentamente lo que Conway les pedía. Greco y Horacio estaban de acuerdo, Gustabo y Volkov habían hecho más quejas, pero se habían resignado. 

El superintendente les explicó a cada uno el trabajo que tenían que hacer, y les enseñó las fotos más recientes del sospechoso para que fueran capaz de reconocerle. 

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Gustabo y Horacio se cambiaban en el dormitorio de su vivienda. Conway y el resto los vendrían a buscar en media hora, así que tenían que ser rápidos. Eligieron la ropa más elegante que pudieron encontrar en sus armarios. Gustabo se puso un traje color crema y un sombrero negro, mientras que Horacio vistió un traje negro con una camisa púrpura. Gustabo lo miró de arriba a abajo con desaprobación. 

—¿Qué? —se defendió el chico—. No quiero perder mi estilo. 

Se miró en el espejo y sonrió. El timbre de la puerta lo sacó de sus pensamientos. Al abrir, vieron a Volkov y a Greco esperándolos. 

El ruso llevaba un traje gris claro que resaltaba el azul de sus ojos y una camisa blanca, con todos los botones abrochados hasta arriba. Greco llevaba un traje negro, sin corbata y con los botones superiores desabrochados. 

Horacio no pudo evitar mirar de arriba a abajo disimuladamente al comisario que tanto le gustaba. Definitivamente su parte del plan era la mejor. 

El ruso y él debían fingir ser una pareja de jóvenes adinerados que asistían a la apertura del museo. Tendrían que fijarse en todos los rostros e informar a Gustabo si lo veían. 

Conway los estaba esperando con un coche oscuro. Estaba anocheciendo, y el camino fue silencioso, todos estaban algo nerviosos. Al llegar, Conway le dejó las llaves del coche a Greco. 

—Si lo rayas te echo del cuerpo —amenazó al chico de barba, que tan solo cogió las llaves con una sonrisa.

Greco se quedaría en el aparcamiento con el coche del superintendente, y vigilaría que el hombre no saliese del museo. Los otros cuatro iban a entrar, pero antes Conway sacó una bolsa de papel del maletero. Se la dio a Gustabo, mirándolo a los ojos, y ambos asintieron. Dentro, Conway había metido un auricular pequeño, igual que el que tenían el resto, y el uniforme blanco y negro de los camareros para que se vistiera y se mezclara con el resto de trabajadores. Si Horacio y Volkov veían al sujeto que buscaban, Gustabo se acercaría y le pondría un micrófono pequeño en el bolsillo. 

↳;; ❝Volkacio AUs♡Where stories live. Discover now